Si bien el “cepo” exportador cárnico sigue vigente, también rige una suerte de “cepo sanitario” que actúa como “contrapeso” de la restricción comercial implementada por el gobierno nacional con el propósito de “tirar abajo” los precios de la hacienda.
Desde mediados de junio pasado aquellas empresas ganaderas de cría bovina que no cuentan con la Determinación Obligatoria del Estatus Sanitario (DOES), que las certifica como libres de brucelosis, no pueden vender más vacas a frigoríficos exportadores.
La cuestión es que aún existe una proporción importante de ese universo de empresas ganaderas que, al no realizar la DOES, quedaron fuera del mercado chino, que es, por lejos, el que prácticamente monopoliza la demanda de vacas de descarte.
En las provincias de Buenos Aires y La Pampa una de cada cuatro vacas de cría sigue sin tener DOES, mientras que San Luis y Santa Fe el 35% del rodeo bovino no está certificado como libre de brucelosis. En Córdoba esa proporción es del 39%, según datos oficiales.
Los mayores inconvenientes se registran, de todas maneras, en el Litoral y el norte argentino, donde aún la mayor parte de las empresas siguen sin DOES y, por lo tanto, no están habilitadas para vender vacas con destino a China.
La explicación de tan particular fenómeno es que el sector pecuario argentino está integrado por decenas de miles de empresas ganaderas no profesionales, con rodeos reducidos, que son gestionados más como un pasatiempo o planteo de subsistencia que como una empresa.
En ese marco, luego de un bajón de precios registrado en junio por el efecto “Puerta 12”, ahora –tal como anticipó Bichos de Campo– se está registrando una restricción de oferta de vacas que coincide con un aumento sustancial de la demanda de esa categoría.
El resultado de esa “ecuación” no es otro que precios firmes garantizados para las vacas, lo que representa una excelente noticia para las empresas de cría y las tamberas.
La “aspiradora” china de carne vacuna encendió motores y promueve precios sostenidos para las vacas