Thomas Hintze (34) y su compañera de vida, Camila Cervilla, tienen una hija de 3 años, Panambí, y otra criatura en camino, pronta a nacer. En Misiones, han decidido emprender un camino enrolado en el movimiento llamado de la “Neo Ruralidad”.
Dicen: “La gente que vivió y vive en el campo no quiere volver más. Pero llegamos nosotros los ‘Neo Rurales’ a recuperar nuestra tierra, a valorar lo nativo, a cuidarla de los commodities y a cambiar el paradigma del campo, asociado al sufrimiento, por el gozo”. Mientras, Thomas se ata los botines para ir a jugar al futbol con los Neo Ruralistas, como ritual sagrado de los viernes a la tarde.
Acaban de celebrar una “yerbeada”, que consiste en pasar los ramilletes de yerba mate cerca del fuego para tostar sus hojas. Lo hacen con amigos, y siempre culminan la jornada con una peña musical. Todo sucede en una chacra ubicada en Colonia San Juan Bosco, a 8 kilómetros de San Pedro, en la provincia de Misiones. El paisaje es selvático, con saltos, cascadas, dos arroyos y mucho monte, ya que es el final de un cordón verde, explica Thomas, que es cordobés, Camila es rosarina y su hija nació en Misiones.
Hintze llegó a esta provincia hace diez años, a estudiar la carrera de guardaparque, y su padre, Thomas, lo ayudó a comprar una chacra de unas 5 hectáreas, a la que llamó “Ibirá potí”, que significa “árbol en flor”. Aprovechan 3 hectáreas y el resto es reserva. Luego se sumó su hermano, Ernesto. En el camino agrícola que emprendieron, como familia, Thomas (hijo) reconoce que la naturaleza lo fue deslumbrando con la exuberancia de sus frutos multicolores, como la jabuticaba, la pitanga, el ubajay, la cerelia.
Cuenta que comenzó a elaborar licores y vinos, hasta que en 2019 hizo un curso con Eugenio Oeste, guardián de semillas, quien lo incentivó a aprender la técnica ancestral de “cariyo”. Es el nombre del ramillete de la yerba mate, que se sapeca a la arcaica usanza de los guaraníes, y que luego, los sacerdotes jesuitas, la formalizaron en el sistema que llamaron “barbacuá”. En el caso de Heintze, explica que ellos realizan un barbacuá artesanal, colocando la yerba sobre una especie de secadero horizontal y encienden un fuego debajo del mismo.
“Nosotros tenemos apenas una parcela de media hectárea de yerbal, porque nuestro terreno es, como llaman acá, de ‘perao’, que significa ‘con mucha pendiente’. La vitalidad de los yerbales es fundamental, ya que es una planta que requiere una entresombra para crecer mejor que al rayo del sol -comienza a explicar el joven Hintze-. Tenemos agua, buena sombra, hacemos apicultura para polinizar y nuestra producción de yerba mate es pequeña, de modo que compramos algo a otros productores. Nuestra producción es totalmente artesanal y producimos entre todos unos 1200 kilos por año”.
“Pero la consigna es que todos seamos agroecológicos -continúa Thomas-, como característica de la yerba que comercializamos, bajo la marca ‘Salvaje y Montaraz’, que es el nombre de nuestro proyecto, de esencia comunitaria. Somos todos pequeños productores y así brindamos calidad y seguridad a nuestros clientes. Nos nucleamos siete personas y nos reunimos por tandas. Trabajamos 4 días en el proceso de la yerba mate y una vez al mes vamos a molerla. Otros 8 productores se ocupan de embolsarla y la revenden para ganarse una comisión”.
Comenta además, el pequeño productor que Camila, su pareja, está desarrollando su propio proyecto, aparte, al que llamó “Melipona”, de cosmética natural, aprovechando todo lo que producen en la chacra. En la misma también cultivan y venden tabaco, además de la yerba mate, unos 300 kilos de miel, 6 litros de propóleo, unos 10 litros de tintura de propóleo, 15 kilos de cera de abejas, 1000 kilos de cúrcuma fresca, 50 kilos de cúrcuma en polvo, 300 kilos de fécula y otros 300 kilos de harina de mandioca, detallan. “Y ahora estamos haciendo harina de banana”, agrega el cordobés.
Expresan que hoy anhelan habilitar su sala de elaboración y su cabaña para recibir formalmente a los turistas “y poder mostrarles que otro modo de vida es posible, con casi todas las comodidades que se tienen en la ciudad, pero en un ambiente sereno y en contacto directo con la naturaleza virgen. Poco a poco van generando buenas prácticas en cuanto a la manipulación de los alimentos y siempre cuidando el medio ambiente que los rodea.
“Nuestro emprendimiento nació con muy baja inversión, y vamos aprendiendo en el camino, tratando de crecer poco a poco, rebuscándonos con lo que hay alrededor -reflexiona el productor cordobés-. Sólo recibimos una ayuda para hacer un techo, gracias a la gestión del técnico Hugo Arce. Todo lo demás es autogestión y si bien no nos sobra nada aún, ya hemos logrado hacer una base. Lo lindo es que trabajamos entre amigos y estamos abiertos a hacer otros trabajos, como servicios de permacultura y demás, ya que nosotros nos hicimos la casa de barro”.
Culmina Camila: “Hoy vivimos dos familias en la chacra, donde además tenemos gallinas y conejos, que comemos y vendemos. También brindamos un servicio al que llamamos “molino itinerante”, con el que vamos a elaborar la yerba a las chacras, con toda la maquinaria, y les producimos unos 400 kilos. Estamos convencidos que hay que cambiar el paradigma, fomentando el asociativismo, la cooperación, la vida comunitaria, contra el desarraigo y la exclusión de la ruralidad que sufre la gente. Otra vida es posible en el campo y es la forma más natural de lo humano. Pero esta propuesta una nueva ruralidad debe ser sustentable, más sana y más feliz, y nosotros estamos tratando de comprobarlo”.
Completa Thomas: “No somos negacionistas ni volver a la edad de piedra. Queremos sumarnos a crear conciencia. Estamos enrolados en un movimiento que se llama ‘Tejido misionero’, que nuclea a las ‘chacras del buen vivir’, que apostamos a la agroecología y a una economía social y circular. Hacemos encuentros vivenciales de 4 días en los que compartimos saberes. Es bueno criticar lo establecido y proponer un mundo mejor, partiendo de nuestras propias prácticas y experiencias”.
Camila y Thomas nos dedicaron la canción “Monte Adentro”, de y por Joaquín del Mundo, inspirada en la vida de las familias que habitan en los parajes rurales.