La suspensión de los derechos de exportación es una buena noticia. No existen dudas al respecto. Pero la instrumentación de la medida es un engendro delirante al tratarse de un régimen de suspensión temporaria de retenciones con fecha de vencimiento asociada a la acumulación de divisas. Imposible de explicar a un extranjero que nació en un país normal.
¿Por qué no animarse a eliminar completamente ese impuesto distorsivo de una vez por todas? En tal escenario, en apenas un par de años el campo siembra hasta en las banquinas y termina con la restricción de divisas presente en la economía argentina, además de generar un auge del empleo gracias al factor multiplicador de la producción agrícola.
El problema es que los economistas del “establishment” son expertos en finanzas pero a duras penas saben diferenciar una planta de maíz de una de soja. Saben que el país vive de las divisas generadas por el agro. Pero no tienen idea qué sucede en el sector (a muchos ni siquiera les interesa aprender porque viven de hacer grandes diferencias con instrumentos financieros sustentados en el endeudamiento sistemático del Estado).
El ordenamiento de los precios relativos debe hacerse de una vez y para siempre. No es cuestión de hacer dieta durante un mes para luego comer mucho y mal en el transcurso del resto del año.
Con la noticia “macro” sobre la mesa, la clave ahora está la “micro”, porque el campo es un ecosistema agroindustrial muy diverso tanto en escalas como en regiones y actividades. Veamos algunos ejemplos.
Los acuerdos de alquileres agrícolas difieren en los términos y plazos de pago. Aquellos que abonaron ya el 100% del arrendamiento del ciclo 2025/26, hicieron un buen negocio. Los que tienen cuotas mensuales distribuidas a lo largo del año, podrán seguramente diluir el aumento del valor registrado durante los meses de septiembre y octubre. Pero los que concentran el grueso de los pagos en esos dos meses, están “en el horno”.
Aquellos que, siendo previsores, compraron gran parte del fertilizante meses atrás para anticiparse a la suba de precios registrada por ese insumo, hasta la semana pasada pensaban que habían emprendido una estrategia exitosa. Ahora ya no están tan seguros.
El encargado de originar granos de una empresa de alimentos balanceados arranca el lunes con escasas existencias y se encuentra con la noticia de la suspensión de las retenciones. El responsable administrativo lo llama para preguntarle qué impacto cree que va a tener el anuncio. El pobre hombre sabe que no va dormir bien durante las próximas semanas (siempre es recomendable, para este tipo de situaciones, cubrirse en los mercados de futuros agrícolas).
El viernes pasado un productor cordobés de Río Cuarto hizo un canje con una soja Rosario valorizada en 300 u$s/tonelada para entregar en octubre próximo. Pensó que había hecho un gran negocio. Pero hoy, con la soja en 360 u$s/tonelada, sabe que perdió capital de trabajo.
Cuando decimos que la suspensión de los derechos de exportación es una buena noticia, lo afirmamos porque cualquier medida orientada a interrumpir un impuesto nocivo y distorsivo debe ser bienvenida.
Pero no debemos perder de vista que la improvisación dejará muchos “heridos” en el camino y que las autoridades del gobierno nacional no implementaron la medida porque quieran darle una mano al agro, sino porque quieren que el agro les de una mano para poder sostener un tipo de cambio artificial que es tan distorsivo como las mismas retenciones.