¡Cuidado! Esta nota puede provocar irritación y reacciones adversas. Dicho esto, allá vamos (más adelante presentamos a quien responde estas preguntas).
-El 28 de junio fue el Día del Orgullo y una entidad rural publicó un tuit que generó muchos comentarios de crítica. ¿Por qué pasa esto?
-Es que ese tuit puso en evidencia algo que se niega: los privilegios de género. Y cuando se tocan estos privilegios, las reacciones, muchas veces violentas, ocurren.
-¿Por qué usted habla de privilegios? ¿Y de quién?
-Según algunas teorías, con la instauración de la agricultura las diferencias sexuales se convirtieron en desigualdades (lo que se conoce como división sexual del trabajo), y se establecieron jerarquías donde el varón tiene más poder social y económico que la mujer y otras identidades feminizadas. Y cuando se generan jerarquías aparecen privilegios que luego se sostienen con la cultura, entonces aquí se responde su pregunta: cuando ocurre algo que de algún modo disuelve esas desigualdades (en el caso del posteo reivindicando el Día del Orgullo se reconoce y ponen en plano de igualdad a esas identidades feminizadas) quienes históricamente tienen los privilegios se sienten amenazados, se ponen en guardia, se enojan mucho y reaccionan.
-Pero quienes tienen esos privilegios, ¿saben que los tienen y fingen que no, o no los pueden ver por estar tan naturalizados?
-Hay un poco de las dos cosas; quizás no pueden ver que es un privilegio que no quieren perder. Lo que pasa es que son 10.000 años de cultura donde hemos aprendido un conjunto de reglas para ser aceptados socialmente y una de ellas es el no cuestionamiento a lo establecido. Por lo general, nos formamos con una identidad masculina o femenina y que no se cuestiona.
-Y cuando se cuestiona aparecen las resistencias…
Es lógico! Porque las relaciones de género tocan lo más visceral del ser humano, entonces es difícil analizar estas relaciones y verlas tal cual son, y cuestionarlas: hay que tener mucho valor para enfrentar esto porque la sociedad es punitiva con quien se corre de la norma. Los comentarios que se pueden leer en ese tuit del Ateneo Cra son comentarios de disciplinamiento: se castiga a quien de alguna forma cuestiona los “valores de siempre”.
-¿Esto es más fuerte en la ruralidad?
-Posiblemente la resistencia sea mayor y tiene que ver con varios factores. Por un lado, muchas mujeres viven más aisladas entonces les cuesta más juntarse con otras mujeres, generar un espacio propio fuera de lo doméstico y más difícil todavía les resulta generar autonomía económica, por lo tanto puede haber más dependencia. Por otro lado también tiene que ver con cómo se construye la masculinidad, muy atada al intercambio con otros varones, muy ligada a la negociación y al dinero, y con las destrezas que se desarrollan desde la infancia para construir esa masculinidad basada en el uso de la tecnología y la competencia, algo que se ve por ejemplo en quienes cuentan: “Yo manejo 5.000 hectáreas” y ya otro dice que maneja 20.000 y así. A esto se le suma otro elemento fuerte que es la religión, que establece muy taxativamente qué rol ocupan varones y mujeres. Una persona es un todo, atravesada sus ideas sobre el mundo y lo que considera valores, entonces cuando se enfrenta a algo que cuestiona esa estructura, es muy normal que reaccione con ese “todo” que la atraviesa y de ahí los comentarios que se vieron en ese tuit del que estamos hablando.
-Las cuestiones “de género” parecen muy urbanas. ¿Cómo llega ese tema a la ruralidad?
-Desde mi experiencia, el cuestionamiento se da en los movimientos rurales más grandes, donde hay áreas específicas sobre género. Pero cuando uno habla con mujeres que no están en estos grupos, no hay un cuestionamiento porque “en soledad” (sin una red de mujeres) es muy difícil cuestionar a un varón que se siente y está consolidado en sus conductas. Entonces lo que ocurre es que se niega y así muchas mujeres dicen “A mí nunca me discriminaron”, pero al indagar un poco en seguida se evidencia que sí.
-¿Nos puede dar un ejemplo?
-Muchas mujeres dicen no haber sufrido discriminación porque nadie directamente las echó de un lugar pero luego cuentan que su padre le quería dejar el campo a su hijo varón pero que cuando este no quiso por tener otros intereses, ella recién ahí “pudo demostrar” que era capaz de hacerlo. Acá la pregunta es: ¿por qué desde el vamos ese padre prefería que el hijo varón se hiciera cargo? Así hay miles de ejemplos. Otro muy clásico es escuchar: “Yo nunca sufrí discriminación porque tengo carácter fuerte y me sé hacer valer”, pero acá no se trata de una cuestión de carácter ni de tener que pelear, sino del derecho a que me traten bien, a que me paguen lo mismo y a tener las mismas oportunidades. Le dejo un dato elocuente: según el último censo, solo el 20% de las empresas está a nombre de mujeres.
-¿Se vincula esto con que muchas mujeres que trabajan en el campo a la par del varón consideran que “solo ayudan”?
-Desde ya. Esto ocurre sobre todo en unidades familiares donde el trabajo productivo de las mujeres se percibe como una extensión del trabajo doméstico. Por ejemplo, se ocupa de los cerdos o de la huerta, que no son la actividad principal del campo y no se ve como trabajo porque al no generar el mayor ingreso se lo percibe como “ayuda” y no como algo esencial de la unidad productiva. Incluso hay casos donde un empleador contrata para su campo a un varón y por lo tanto le paga solo a él, aunque la mujer también trabaje. De ese modo se la invisibiliza.
-El argumento es: “Trabajan como equipo, como familia”
-Pero es peligroso generalizar bajo el paraguas de “familia”. Primero porque la idea de familia enmascara un montón de desigualdades, no solo entre hombres y mujeres sino de hijos a padres. Por ejemplo, ¿cómo se plantean las remuneraciones? ¿Cómo se organizan los francos? Porque más allá del amor que pueda haber en una familia, si funciona como unidad productiva y económica, también hay que contemplar ese aspecto.
-Ante estos planteos se suele escuchar: “En mi casa manda mi mujer/mi mamá/mi abuela”.
-Seguramente es así en lo que tiene que ver con toda la organización de la casa, incluyendo visitas al médico, comidas, logística, tareas escolares y cuidados a niños y personas mayores. El tema es por qué la mujer solo tiene posibilidad de decidir en el ámbito doméstico y cargar, además, con todo ese peso logístico cotidiano. ¿Quién determinó que el varón está mejor preparado para realizar las tareas en el afuera y la mujer es mejor para lo doméstico? Lo importante es tener las mismas posibilidades para elegir, y que ser ama de casa sea por elección luego de haber evaluado y descartado muchas otras posibilidades. Lo que no tiene que ser es una imposición naturalizada y amparada en atribuir capacidades “innatas” a la mujer como ser cuidadoras, amorosas y pacientes, que las hacen “ideales” para las tareas del hogar. Nada de esto es innato: son conductas adquiridas por la cultura y que los varones pueden realizar de igual modo.
-Muchos varones dicen: “Mi mujer no trabaja, se ocupa de la casa”.
-Sí, y es una buena oportunidad para proponer lo siguiente: “Te hago un cambio: quedate en casa a cargo de todo y yo voy a trabajar afuera, traigo dinero y me desentiendo totalmente de la logística diaria y al menos una vez por semana tengo mi espacio de peña con amigas”. Ahí, veremos qué pasa.
La entrevistada es la ingeniera agrónoma Viviana Blanco, integrante del Dpto. de desarrollo Rural de Ciencias Agrarias de la Universidad de La Plata y especialista en temas de género.