Como un “exterminador de malezas” se presentó en la Argentina una nueva herramienta que, curiosamente, no es un agroquímico. Todo lo contrario, el implemento llamado Redekop se coloca en las cosechadoras y parece colaborar en la solución ambientalmente “amigable” de uno de los principales problemas que tienen hoy los agricultores: la gran cantidad de malezas resistentes que aparecen en los lotes agrícolas y compiten con los cultivos por los mismos recursos.
“Estos elementos son muy útiles, porque son mecánicos, van sobre la cosechadora”, explicó Andrés Méndez, un prestigioso técnico del INTA en agricultura de precisión, que participó de la presentación en la Argentina de este dispositivo de origen canadiense. El “destructor de malezas” actúa destruyendo las malezas que ingresan a la cosechadora en el mismo momento en que se recolectan la soja y el maíz. Actúa en la cola del proceso, luego de la separación de los granos, destruyendo la semilla de esas malezas en proporciones superiores al 90%. La conclusión es obvia: sin semillas, la población de malezas será mucho menor al año siguiente, y por lo tanto se requerirán menos aplicaciones para controlarlas.
La aparición de más de 40 biotipos de malezas resistentes a los agroquímicos, en especial al glifosato pero también a otros principios activos, se ha convertido en el mayor dolor de cabeza de quienes siembran granos, no solo en la Argentina sino en todos los países agrícolas
El ingeniero agrónomo Luis Lanfranconi, de la Universidad de Córdoba, dijo que la problemática de malezas resistentes vienen creciendo año a año. “Desde los años 90 no hay mecanismos de acción nuevos en el área de los herbicidas. Estamos corriendo por detrás de las problemática”, explicó. En el caso Argentino, los primeros casos comenzaron en 2010 y desde allí aparecen nuevos biotipos resistentes. Los yuyos que antes caían como moscas frente a la aplicación de un agroquímico, ahora se mueren de risa y sobreviven.
Esto explica los manchones de otras plantas que emergen en todas las rutas sobre los campos sembrados de soja, trigo o maíz. El problema para la agricultura es que esas plantas finalmente compiten con el cultivo de renta y deprimen los rindes y por lo tanto la ganancia de los productores. Pero sobre todo los márgenes agrícolas se achican por la suba de los costos, que se ven engrosados en hasta 100 dólares por hectárea por la necesidad de usar más agroquímicos para tratar de controlar estas poblaciones intrusas.
Lanfranconi explicó que, frente a esta problemática, la mejor estrategia de los productores debería ser tratar de reducir el “banco de semillas”, como se denomina técnicamente a las semillas que producen esas malezas (cualquiera sea la variedad), que quedan en el campo y se vuelven a reproducir una vez que pasó la cosechadora para retirar los granos del lugar. Usualmente, para evitar esa emergencia, se hacen barbechos químicos muy costosos y especialmente dañinos al ambiente.
“Si durante los últimos 20 años hemos usado herbicidas de las mejores calidades y cada vez aparecen más malezas resistentes, a esta altura está más que claro que el uso de herbicidas no es la solución al problema”, sintetizó Lanfranconi.
En este contexto se buscan opciones no químicas. Una opción son los cultivos de servicio, que compiten con las malezas. Otra mucho más drástica es volver a épocas antiguas, y mover la tierra para interrumpir el ciclo de crecimiento de la maleza. Pero eso significa abandonar la siembra directa y todos sus beneficios en contra de la erosión, construidos pacientemente durante décadas. Frente a esa realidad, incluso están apareciendo negocios curiosos en el agro argentino: están apareciendo empresas que ofrecen quitar planta por planta, con cuadrillas de gente que lo hace a mano.
Aquí entra a jugar el “destructor de semillas”, cuyo objetivo es justamente reducir la cantidad de semillas de malezas que puedan colectarse en el momento de la cosecha. Es un equipo conformado pro dos cilindros cerrados, que reciben la paja del triturador ubicado en la cola de la cosechadora. Allí dentro, el “exterminador” gira a tanta velocidad (unas 3.000 revoluciones por minuto) que no hay semilla que se resista. Según la empresa canadiense que lo fabrica, destruye hasta 98% de las semillas, reduciendo sustancialmente el banco de malezas en cada lote.
Juan Martín Giustetti, que forma parte de la empresa que trae este equipo, comentó que la firma nació en Canadá en 1985, y se especializó en destructores de maleza, al punto ya de haber equipado más de 30 mil cosechadoras en doce países. La tecnología nació en Australia, donde el 50% de las maquinas ya salen de fábrica equipadas con este tecnología, sin hacerle asco a la marca.
“Cuando lo escuchan funcionando prácticamente hacen el ruido de una turbina”, dijo Giustetti sobre el equipo destructor, ratificando que los porcentajes de eficiencia trepan al 98% de la población de semillas, pero remarcando que especialmente esta estrategia permite reducir significativamente el uso de herbicidas. El equipo que ahora comenzarán a traer a la Argentina requiere sí o sí de la disponibilidad previa de un picador del rastrojo en la cosechadora, porque su montaje se acopla a el. No requiere de instalaciones electrónicas adicionales, pues la tracción es mecánica, aprovechando los circuitos de la máquina cosechadora. “Un minuto de tiempo es lo que lleva acoplarlo”, señaló el especialista.
El representante de Redekop mostró algunos números que suenan soñados, que dio surgen de ensayos realizados en todo el mundo junto a la fabricante John Deere: con el suo de este implemento se reduce 24% el área pulverizada, un 22% el suso de herbicidas, hay un 75% menos aparición de malezas, y se registra un aumento del 15% en el rendimiento del cultivo objetivo. “Son 70 u 80 dólares por hectárea”, se entusiasmó.
Julián Oliva, que trabaja con Lnafranconi en la Universidad Católica de Córdoba y es especialista en el tema del control de malezas, realizó la primera prueba a campo de este equipo. La hizo enfrentando la población de amaranthus hybridus, que tiene un banco muy importante de semillas (de 1,2 milímetros de diámetro cada una) en un lote sembrado con soja en Pozo del Molle. Los resultados de las pasadas con este equipo fue un daño cercano del 89% para las semillas de esa maleza, lo cual impedía su posterior germinación. “Más del 80/90% de las malezas resistentes en Argentina pueden ser alcanzadas por este sistema”, indicó.