Para el docente de Ecología paraguayo Federico Vargas Lehner decir agroecología es remitirse necesariamente a la agricultura familiar, campesina e indígena. ¿Por qué vincula ambas cosas? Porque reconoce que son estas comunidades las que tiene el conocimiento ancestral para llevar adelante una agricultura que conviva con el ambiente, sin agredirlo. Ellos, desde la academia, intenta legitimar esa nueva forma e incorporarla a las currículas universitarias.
“Son el campesinado y los pueblos indígenas quienes desarrollan la agroecología. Todo el conocimiento ancestral que ellos tienen, los que hoy en día a través de la ciencia se validan, es lo que llamamos agroecología. En realidad todas las prácticas que nosotros impulsamos desde la agroecología tienen sus bases empíricas en el conocimiento ancestral de los pueblos campesinos indígenas de América Latina”, dijo a Bichos de Campo este como docente de la carrera de Ingeniería en Ecología Human en la Universidad Nacional de Asunción.
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En este sentido, el catedrático guaraní hizo énfasis que más allá del impacto ambiental, otro de los valores de la agroecología para estas comunidades es la posibilidad de generar un sustento económico, que no podrían obtener frente a la competencia que promueve la agricultura convencional.
“La agroecología lo que propicia es el desarrollo de una agricultura sostenible. Cuando hablamos de agricultura sostenible tenemos que tener en cuenta que no estamos hablando solo de aspectos ambientales, sino que hablamos de aspectos económicos y de aspectos sociales. Es imposible hoy en día hablar de un modelo sostenible si no hablamos de un modelo que genere un ingreso, una renta, un dinero a las familias para que puedan sobrevivir. Entonces todo modelo productivo debe ser suficiente como para generar un ingreso económico que satisfaga las necesidades de la familia”, dijo.
Sobre la forma en que se generan y distribuyen estos ingresos en las comunidades especificó Vargas. “Es muy importante siempre hablar también de que ese ingreso económico debe ser equitativo para todos. No se puede concentrar en manos de pocos sino que debe llegar de alguna u otra manera a todas las personas para que puedan satisfacer sus necesidades. Cuando hablamos de agroecología estamos hablando principalmente de modelos de economía solidaria, donde los productores puedan sentarse con los consumidores y dialogar y establecer precios donde todos salgamos beneficiados”, subrayó.
-¿Decís que la agroecología para estas comunidades campesinas es un vehículo para acercarle al consumidor un producto con un valor agregado a bajos costos?.
-Exactamente. Hoy en día los productores agrícolas aquí en Paraguay sufren los bajos precios de sus productos y después estos precios a través de los intermediarios sufren un incremento en algunos productos. Por ejemplo, en muchos productos, el 80% del valor es cargado a través de la cadena de comercialización. Entonces ahí surge la necesidad de desarrollar modelos de economía solidaria, donde a través de la organización los productores puedan impulsar modelos de negocio o incluso empresas sostenibles que de alguna manera satisfagan sus necesidades y garantiza a los consumidores también productos saludables a precios económicos. Porque a veces caemos en otra distorsión, que es que cuando hablamos de producción orgánica y agroecológica lo vemos como un producto premium.
-¿Existe en Paraguay, una estructura para que estas comunidades comercialicen sus producciones?
-Cuando hablamos de modelos de mercado agroecológico estamos hablando de mercados locales, y en Paraguay eso se traduce principalmente en las ferias campesinas. Acá hay ferias de diferentes modalidades, hay ferias de agricultores convencionales y ferias de agricultores agroecológicos. Pero constituyen espacios muy importantes en muchas ciudades, donde la gente aún puede acceder a productos de consumo diario, como frutas, hortalizas e incluso productos pecuarios. El paraguayo todavía tiene mucho en su memoria del mundo rural, entonces siempre está buscando la comida rural y este tipo de productos. Prefiere, por ejemplo, una gallina criolla a un pollo industrial. Entonces, estas ferias son espacios donde se ofrece ese tipo de productos.
Como académico Vargas Lehner, es un convencido que la agroecología es una construcción donde convergen las ciencias políticas y los aspectos sociales. Por eso celebra la flexibilidad de la casa de altos estudios paraguaya, al abrirle las puertas a espacios de promoción como lo fue el Décimo Congreso de Latinoamericano de Agroecología al que asistieron casi 700 participantes de distintos países.
“Para nosotros el conocimiento que ellos tienen (las comunidades campesinas e indígenas) para decirnos tiene el mismo valor que el conocimiento académico. La intención es poder establecer espacios de diálogo horizontales. Lo que se busca en estos congresos latinoamericanos es generar estos espacios de desarrollo y eso también va mucho de la mano con lo que nosotros trabajamos dentro de ecología humana. Nosotros dentro de la carrera vemos la extensión universitaria como un espacio de diálogo, no la extensión tradicional, que es de arriba para abajo. No nos consideramos como los técnicos que vamos a ir a enseñar, sino que somos las personas que vamos a ir a dialogar con las comunidades para poder construir de manera conjunta un futuro mejor”, enfatizó.
Se olvido de la HERENCIA JESUITA, porque la agricultura del paraguay le debe casi todo a los jesuitas, la yerba mate, los pueblos originarios LA CONSUMIAN, pero fueron LOS JESUITAS, los que sistematizaron el cultivo, toda la organización campesina del paraguay fue derivada de la organización jesuita.