El martes, el presidente Mauricio Macri encabezó la décima reunión de la Mesa de las Carnes, un ámbito extraordinario donde se reúne toda la cadena de producción y comercialización de ganados y carnes, en una postal inédita hasta 2015, cuando la asunción del propio Macri a la presidencia disparó la proliferación de este tipo de mesas de diálogo en un país tan poco acostumbrado a hacerlo.
En realidad hubo mucho más de diez reuniones de la Mesa de las Carnes en estos cuatro años de gobierno de Cambiemos. Pero la propia Mesa pone la palabra “diez” en su comunicado, como si las únicas reuniones que valieran fueran las que contaron con la participación del Presidente de la Nación. Macri estuvo en diez reuniones de las muchas que se hicieron. Lamentáblemente, las reuniones que valen son las que tienen a Macri como protagonista.
Macri se ha encariñado bien con esta mesa formada por productores, consignatarios, frigoríficos, matarifes y hasta transportistas de hacienda; le ha dedicado bastante tiempo. Pero esta mesa tan variopinta se ha encariñado muy poco con Macri. En vez de resolver ellos mismos cuáles deben ser las políticas para el sector para presentárselas anudadas al Presidente, llegan a estas reuniones con la tarea a medio hacer y pendientes de que sea el Presidente quien zanje las discusiones eternas que existen en el seno de la cadena. Es lo que ha hecho, con dificultad de quien toca de oído, Macri en estas diez reuniones. Escuchar los dilemas.
Puede resolver poco quien toca de oído y tiene la cabeza ocupada en temas mucho más urgentes que los desvaríos históricos de la cadena de la carne. Macri, en rigor, participó de esta décima reunión casi como un changuí, embebido como está por estos días en la problemática de estar viendo como se le diluye el poder -después de la derrota en las PASO- y viendo cómo se va al tacho todo lo bueno que cree pudo haber construido en estos cuatro años de gestión.
La Mesa de la Carne es un ejemplo acabado de esto. Esperando a que sea Macri quien defina las cosas más esenciales, la Mesa de las Carnes nunca pudo resolver sus propios dramas cotidianos y siempre anda a la espera de un laudo del ser supremo, de alguien que tome las decisiones que no pueden tomar -y sostener- ellos mismos. Por eso, la Mesa de las Carnes es el paradigma del país que elige el maquillaje o el relato antes de enfrascarse en la cruda realidad. Y por eso Macri queda tan solo, aunque en la foto aparezca rodeado de tantos personajes.
A pesar de todo el tiempo que dedicó a la Mesa de las Carnes, Macri perdió las elecciones primarias por afano y quizás pierda también las generales, es lo más probable. Quizás vuelvan al poder, entonces, quienes no negociaban nada con el sector e imponían recetas francamente nocivas para todos, menos para ellos y sus intereses electorales. Quizás está haya sido la última reunión de la Mesa, y regrese ahora “la escuelita” ¿Pero cómo puede ser? ¿Cómo puede suceder que pierda las elecciones un políticos que pretende conciliar y triunfe una facción que solo busca imponerse?
Esto no es más que una simple opinión de observador. Uno de los motivos de esta situación ya lo hemos descripto: el sector no se animó a enfrentar sus propios dilemas y siempre estuvo pendiente de un laudo presidencial que no llegó, porque es difícil para quien no pertenece al sector asumir el costo de tomar algunas decisiones que son pesadas. Entonces la Mesa de las Carnes terminó siendo solamente una pose: simplemente una fotografía cada dos meses para mostrar que este gobierno era diametralmente opuesto al anterior, porque dialogaba.
Dialogaba… sí. ¿Pero resolvía?
Macri no resolvió nada tras diez reuniones, tras cuatro años de gobierno que posiblemente terminen en diciembre. No laudó en el intríngulis de la protección a los cueros, porque estaba su amigo curtidor. No generó una corriente de crédito para levantar el peso promedio de faena. No detuvo la elevada faena de hembras generando nuevos estímulos para el productor. No promovió la sanción de una nueva ley federal de carnes ni hizo cumplir la anterior, negociando con las provincias. Tampoco promovió una modernización del modo de vender la carne, pasando de la media res a otras formas más evolucionadas.
Macri no laudó. Un poco porque es imposible que el Presidente defina sobre temas que no conoce a fondo, y otro poco -y sobre todo- porque la propia cadena nunca pudo ponerse de acuerdo con los temas centrales que debe discutir la propia cadena.
Macri, especialmente, no laudó en la discusión de fondo que debe resolver este sector productivo tan caro a los intereses nacionales. ¿Quien manda? ¿La exportación o el consumo interno? ¿Bifes de lomo para los alemanes, vacas baratas para los chinos, o asado barato para los albañiles de las obras populares? Nunca, en estas diez reuniones, hubo posibilidades de dirimir este debate esencial. Elemental. Porque si los que mandan son “los blanquitos” que quieren exportan la mayor parte de la carne, las medidas a tomar serán de cierto tipo. Pero si los que finalmente se imponen son “los negritos” que venden carne en el conurbano, las medidas deberían ser otras. Inevitablemente. Macri no resolvió la pulseada ni a favor de unos ni de otros.
Por su propio origen social, por pertenencia, apenas pareció laudar a favor de los blanquitos. Pero fue por omisión, porque nunca se permitió intentar entender los argumentos de los otros, los más oscuros.
Tan poco entendió Macri lo que sucedía en la Mesa de las Carnes, lo que verdaderamente estaba allí en discusión, que en el discurso en el acto de la Exposición Rural de Palermo solo destacó la labor de estos años de los “ex cucos”, la AFIP y el Senasa, dos organismos que apenas han movido el avispero en materia de política de ganados y carnes en estos cuatro años. La AFIP sigue conviviendo con decenas de miles de carnicerías que venden totalmente en negro, y no pasa nada. El Senasa solo supervisa los frigoríficos dedicados al comercio exterior, y del resto bien gracias. El Presidente en Palermo se olvidó de mencionar el único organismo que apalancó sobre la discusión real y ofreció algo de política agropecuaria, la ex ONCCA, degradada varias veces justamente por eso, porque hace política pública imponiendo reglas parejas para “blanquitos” y “negritos”, inventando un promedio. Tan eficaz suele ser la ex ONCCA que los políticos prefirieron achicarla siempre, en este gobierno y en el anterior.
Fue tanta la indefinición de Macri y de la cadena respecto de la política real, que en estas diez reuniones solo quedó margen para el operativo maquillaje. O el relato, como se llamaba antes. A lo largo de estos encuentros, se repitieron los comunicados de prensa que saludaban el desempeño exportador de la Argentina y ponían como la panacea la posibilidad de vender carne vacuna a destinos inesperados. Y todo eso planteado como un logro de la política. Lo que sucede no es que China necesite carne y decida comprarla. Los genios somos nosotros los Argento, que se la logramos vender. Aplausos.
Las primeras definiciones tomadas por el gobierno de Macri, en 2015, cuatro años atrás, sirvieron entonces para chamuyar los cuatro años restantes. Sacar los ROE, eliminar por un tiempo las retenciones, desburocratizar los trámites para exportar. Todas estas medidas iniciáticas de un gobierno sirvieron para maquillar que cuatro años después ni Macri ni la cadena se hayan puesto los pantalones largos ni encarado las reformas profundas que el sector necesitaba. Para un lado o para el otro. A esta altura, después de 50 años de estancamiento, que ganen los negro o los blancos es más o menos lo mismo. Lo que se necesita es que gane alguien, para avanzar por lo menos hacia alguna dirección.
¿Y en qué situación estamos hoy, luego de la décima reunión de la Mesa de las Carnes? De nuevo en el inmovilismo total. La situación repetida en que las fuerzas opuestas son semejantes y se anulan mutuamente.
Leamos los dos comunicados de prensa que circularon luego de la décima reunión de la mesa con Macri. Uno puede ser atribuido a los “blancos”, los sectores más ligados a los grandes ganaderos de la Sociedad Rural -que actúan como coordinadores de la Mesa- y a los frigoríficos exportadores nucleados en el Consorcio ABC. Otro es de CAMyA, la cámara de matarifes abastecedores de carne para Buenos Aires y su conurbano, los negros, que se formó con ganas de unificar y ahora está viendo que es imposible hacerlo, justamente porque ni Macri ni la cadena se deciden.
Dice el comunicado de los blanquitos que en la décima reunión de la Mesa de las Carnes “se agradeció y valorizó este espacio de dialogo público privado que tan buenos resultados generó. Sin ir más lejos, las exportaciones pasaron de 180.000 toneladas a más de 700.000 toneladas en el caso de la carne vacuna. Asimismo, se produjo un crecimiento de todas las carnes, abasteciendo el consumo de los argentinos en su totalidad. Esto generó divisas genuinas y el crecimiento de la mano de obra”.
Dice el comunicado de los matarifes que están con un pie afuera de esta mesa, porque nadie contiene sus reclamos. “La reunión de la Mesa de Ganados y Carnes, encabezada por el Presidente Mauricio Macri y convocada en un contexto de gran inestabilidad, producto de la fuerte devaluación y aumento de precios producidos con posterioridad a las PASO, nos deja un sabor amargo. Si bien se abordaron temas de importancia como la exportación de carne, se dejó de lado o se tuvo una visión parcial y distorsionada sobre el consumo local, que es quien más sufre los avatares de la inestabilidad de precios y mayor impacto tiene en la canasta alimentaria de los argentinos”.
Más clarito echale agua.
Los blanquitos son los que aportan mayor tonelaje de maquillaje al discurso presidencial, que parece estar imbuido de los temas y conciliando, pero no termina de zanjar ninguna discusión. Los negritos, en cambio, parecen ser de temer, la piedra en el zapato. Son flor de zapallo en realidad, porque todavía el consumo de carne representa 75% de los volúmenes de carne que maneja la cadena. Sucede que unos cobran en dólares los envíos de exportación y los otros facturan en pesos. Unos pueden pagar más y otros menos por el ganado para faenar. Unos dicen cumplir con todas las reglas fiscales y laborales, mientras los otros solo dicen querer poder hacerlo. Se matan por los negocios uno y otro sector. Se matan.
“Se puso énfasis en la necesidad de promover políticas públicas para aumentar la producción, a través de un mayor peso de faena y de la generación de más terneros. Tuvimos, además, la grata sorpresa de que se modificará la valoración de las tenencias de hacienda de engorde para no pagar por la inflación ni por animales todavía no terminados, como ocurre actualmente”. Así ven las cosas los blanquitos. Las decisiones oficiales, mínimas e inconducentes a la cosa pública, son vistas como correcciones pequeñas en un sendero donde el progreso llega de la mano de una mayor exportación. ¡Que grata sorpresa, su señoría Macri, que haya laudado en este pequeñez!
“No es a través de los exportadores, uno de los pocos ganadores con esta devaluación, que se garantizarán precios estables, ya que se trata de algunos cortes que son remanentes de exportación y que no forman parte de la mesa diaria de los argentinos. Tampoco a través de los supermercados, que atienden un poco más del 15% del consumo local. Los precios de los saldos de exportación y de algunos cortes en supermercados no son indicativos de lo que paga los consumidores, ya que el 80% del consumo local se realiza a través de carnicerías, abastecedores y matarifes, que hoy se ven agobiados por los incrementos de costos, producto de competir con la exportación, los aumentos de tarifas y combustibles”, describen en cambio los negritos de la CAMyA. El país y el sector mirado con dos lupas diferentes.
Los matarifes se quejan básicamente de que la AFIP (y ARBA en la provincia) les quiere imponer a ellos un tratamiento de Lord Inglés cuando son simples “barones de la carne” del conurbano, que deben pagar los altísimos impuestos como si fueran grandes empresas exportadoras y no simples operadores de la carne en un territorio cruel y pauperizado. Y no solo eso, además los quieren obligar a actuar como agentes de recaudación ante las carnicerías, que son miles, reemplazando el rol de control que debería cumplir el propio Estado. Los exportadores, en este contexto, se solazan y se frotan las manos, pensando en que los matarifes que no cumplan serán finalmente clausurados y no podrán operar. Más negocio para ellos, en China y en José León Suárez.
Esto es lo que Macri debía decidir. O un sector cada vez más concentrado (y en consecuencia más competitivo) o una cadena a la “cossa nostra”, atomizada y caótica, pero contenedora de todos y todas: Los negros como empresarios de la carne y no solamente como obreros.
Macri escuchó a todos, a todos cobijó en sus reuniones de competitividad. Pero no resolvió un carajo. Por eso le está yendo como le va, cuatro años después de sus primeras definiciones. Señor presidente, perdón que se lo diga, pero sin hacer política nadie llega demasiado lejos.
Hasta hace unos días, los blanquitos se sentían los grandes ganadores, pero perdieron. Los negritos, en tanto, se sentían perseguidos y perdedores. Ahora tienen a la vuelta de la esquina su revancha. Recuperaron fuerzas y por eso emitieron tan duro comunicado.
Y en el medio perdimos todos. Los argentinos seguimos pariendo y encima llegaron los chinos. Y, estancados como vamos, tenemos la misma cantidad de carne para repartirnos entre todos.
Estimado Longoni los pibes que nos gobiernan son “kirchneristas del Newman y el Champagnat” y más de uno de ellos nos roban con factura + IVA Especialmente en negocios inmobiliarios especialmente zona Retiro y aledaños
Saludos de Isaac un gorila liberal formado en la Armada y no en el ejército naZionalista
Atte. EDS
Matías la verdad hace tiempo que leo tus notas y la verdad decaíste mucho no encuentro un punto de opinión serio, en tus notas la verdad, de un tiempo a ahora es perder el tiempo leer tu notas, espero mejores
Saludos
Jorge de Azul