Con la llegada del calor, los jardines y veredas se llenan de color. Entre las primeras flores que despiertan la mirada de todos, incluso de quienes no se dedican a la jardinería, la azalea se lleva todas las fotos. Su floración marca un antes y un después: el invierno quedó atrás.
Como es una flor tan llamativa, el equipo de De Raíz se propuso investigar un poco más sobre esta especie. El nombre “azalea” deriva del griego azaleos, que significa “seco”, probablemente en referencia a sus tallos leñosos. La primera azalea cultivada surgió en Japón, pero recién en el siglo XVIII llegó a Europa, donde se popularizó rápidamente gracias a sus flores de una belleza poco común.
Esa planta pertenece al género Rhododendron indicum o simsii, y en realidad se trata de un pequeño arbusto. Con el tiempo y las múltiples hibridaciones, se transformó en una especie con una floración muy intensa y una gama amplísima de colores, que va del blanco al rosa, pasando por tonos fucsias, naranjas y rojos.
Y acá viene lo importante: ¿cómo cuidarlas? Aunque parecen delicadas, las azaleas son bastante nobles si se las ubica en el lugar correcto. Les gusta la semisombra, la humedad constante sin encharcar y los suelos ácidos, ricos en materia orgánica. En macetas o en tierra, conviene mantenerles el sustrato suelto y protegerlas del sol fuerte del mediodía. Florecen mejor si se podan apenas termina la floración, para estimular nuevos brotes, y si el agua de riego es muy calcárea, puede ser útil aportar algo de hierro o compost ácido para mantener su color y vigor.
A la hora de cultivarlas, es importante elegir un lugar donde reciban luz suave o sol filtrado. No toleran los ambientes secos ni el viento fuerte, por lo que conviene ubicarlas en espacios reparados. Requieren un riego regular, especialmente durante la floración, y agradecerán una capa de mulch o corteza que conserve la humedad del suelo. Durante el invierno, cuando entran en reposo, basta con reducir el riego y evitar los excesos.
Si se cultivan en maceta, es clave usar recipientes con buen drenaje y renovar parte del sustrato cada dos años. En tierra, conviene agregar hojas secas o turba para mantener la acidez y evitar compactaciones. Con estos cuidados mínimos, las azaleas pueden vivir muchos años y florecer con la misma intensidad cada primavera.
En Japón, la azalea es símbolo de paciencia y elegancia. En Argentina, sin tanta ceremonia, se convirtió en una de las flores más queridas de la primavera. Tal vez porque aparece justo cuando el frío empieza a aflojar y la gente vuelve a mirar hacia afuera, descubriendo que, sin hacer ruido, los jardines se llenaron otra vez de vida.