En los últimos días, los árboles fueron protagonistas de debates. Se escucharon versiones de todo tipo, si se deben quitar o no, la mala poda, la falta de planes de urbanización, la errónea elección de las especies, la mala prevención al ver árboles enfermos o dañados que no fueron quitados a tiempo, etc. Son opiniones con las que se puede coincidir o no. Lo cierto es que no existen respuestas simples a problemáticas complejas y esto debería ser una oportunidad para revisar, mejorar y generar un nuevo orden.
En las tormentas de la semana pasada, y las que se repiten cada vez con mayor frecuencia, lo que ocurrió fue una catástrofe natural, un nuevo mensaje de la naturaleza que invita a prestarle atención y actuar.
De eso tomó nota el presidente de la Asociación Civil de Arboricultura, Carlos Anaya, quien aclaró el panorama. “Luego de una gran tormenta, lo que se observa en calles y veredas de ciudades y pueblos es aproximadamente un 70% de ramas caídas, un 20% de árboles volcados y un 10% de rotura de troncos. Tuvimos un fenómeno climatológico muy dañino en las últimas horas que afectó a una gran región del país”, comenzó Carlos en un posteo.
Y continuo: “Las consecuencias fueron muy lamentables, ya que hubo mas de una decena de muertos debido al colapso de una construcción, caída de luminarias, carteles e infraestructura”.
Luego sentenció: “No escuché que haya habido muertos o personas heridas por caída de árboles o sus partes; lo que va en línea con estadísticas mundiales que sostienen que el riesgo que presentan los árboles es extremadamente bajo en comparación a otro tipo de riesgos. Fueron vientos muy fuertes frente a los cuales la evaluación de riesgo de árboles no tiene sentido”.
La pregunta obligada es cuál sería la solución. Lamentablemente, muchos pensarán que la solución es la poda: árboles descopados, con menor altura, menos ramas y si se pudiera dejar un tronco con un par de muñones, mejor.
Lo que dijo Anaya fue: “Es verdad, cumpliendo esa postura la probabilidad de riesgo se podría acercar durante poco tiempo a cero, pero también cero serían los servicios ecosistémicos que los árboles brindarían y mucho mayores serian los perjuicios para la población sin la presencia de los mismos”.
Además dijo que “ese 70% de caída de ramas mencionado, nos da una idea de la relevancia que tiene la copa del árbol en lo que a riesgo de árboles significa”.
En la charla con Carlos se consultó acerca de testimonios de supuestos expertos en posteos de redes sociales, que decían que no se deben elegir árboles altos, al menos en veredas urbanas, por el miedo a las caída. Pero el experto, una vez más defendió a estos gigantes que permiten respirar en el cemento y respondió: “Árboles grandes generan grandes servicios ecosistémicos; árboles chicos, escasos”.
Anaya dejó claro que es importante entender que el árbol es un individuo adaptativo. Crece alcanzando un equilibrio entre las fuerzas endógenas (genotipo) y las exógenas, relacionadas con el ambiente en el que crece. Según el especialista, el árbol no genera ramas en forma anárquica, sino que a través de millones de años de existencia “sabe” en que gastar la energía para ubicar ramas o madera en función del ambiente en el que crece a fin de optimizar su estructura.
Sobre cuál es la correcta forma de podar, comentó que “no caben dudas que las malas podas desafectan a los árboles. Luego de una poda el árbol intenta volver a llegar a su equilibrio y quizás no lo logra porque es nuevamente mal podado o una tormenta como la del domingo lo vuelve a cero y debe recomenzar su trabajo. Hay malas podas que generan defectos debido a pudriciones de la madera y por otro lado pueden generarse ramas codominantes con corteza incluida, inserciones débiles que pueden fallar. Pero también hay otras consecuencias mucho mas importantes desde lo cuantitativo ya que el árbol o grupo de árboles creciendo juntos se desafectan”.
¿Qué sería desafectar al árbol? Según explicó, desafectar significa que pierden su perfil aerodinámico aumentando así la resistencia al viento, forman ramas muy largas con una gran transferencia de peso hacia los extremos (lateralidad) que repercute en la unión con el eje que la sostiene. También al eliminarse ramas se pierde la posibilidad de amortiguación que las mismas ofrecen frente a las ráfagas de viento, transfiriéndose la energía del viento al tronco y la raíz.
Las excesivas podas de refaldado tanto de tronco como de ramas generan estructuras esbeltas que son débiles y peligrosas con mayor probabilidad de roturas por resonancia y concluye, muchas de las ramas caídas las vemos sin defectos y la explicación de las fallas se interpreta analizando este tipo de fenómenos generados por las malas podas.
¿Existe una lista de árboles que debamos tener en cuenta para poner en las veredas? más allá de la que habilite cada municipio, a lo que respondió: “No soy de la idea de recomendar lista de árboles. Hay que trabajar bajo el axioma ‘del árbol correcto en el sitio correcto’, ampliando lo mas posible la gama de especies para una adecuada biodiversidad. Hay que incorporar nuevas especies que tengan la característica de adaptación al medio en el que se van a plantar. Ensayar nuevas especies fundamentalmente por las consecuencias del cambio climático. Sobre el tema de raíces hay muchos mitos; el patrón de distribución de raíces de los árboles depende de muchos factores, entre otros el genotipo o la especie”.
Carlos remató su explicación diciendo que ante este infortunio, sólo resta minimizar el riego, parar y estudiar cuales serian los cortes mínimos de poda para conservar a los árboles de la forma más segura.
Cabe destacar la labor de la Asociación Civil de Arboricultura, un grupo de profesionales relacionados con la agronomía, las ciencias forestales, la biología, el paisaje, el urbanismo, entre otras profesiones, que promueve el perfeccionamiento técnico, científico, metodológico, legal y de gestión del arbolado en nuestro país.