Justo cuando la industria del trigo se iniciaba en la localidad de Carhué y se levantaba el molino homónimo, hacia la década de 1880, también nacía la primera panadería que tuvo esa localidad del oeste bonaerense. Se trata de La Francesa, ubicada en el centro de ese pueblo, exactamente en frente de la plaza que también engalana el extraño edificio municipal pergeñado por el ingeniero Francisco Salamone.
En la página del museo regional Adolfo Alsina se cuenta esta historia: Denominada originalmente “Francesa”, la panadería “tiene sus orígenes en 1884” y “es de suponer que su primer propietario fue Juan Argel y que mantuvo su ubicación en la misma cuadra siempre”. Lo que es decir, hace 140 años.
Juan Cipriano Partarrieu, un emprendedor de Tres Lomas que también tenía apellido galo dice el museo que “de pasada por aquí, seguramente en el verano de Epecuen, se anoticia de la venta de este negocio, cerrando el trato en marzo de 1950 y radicándose el matrimonio con dos de sus tres hijos, Nora Elisa y Carlos Luis”. Este último sería luego quien siguiera los pasos de su padre panadero.
Durante todo esta historia los pobladores de Carhué pudieron adquirir los tradicionales productos de una panadería argentina. Por supuesto el pan francés, pero también los grisines, polvorones, galletas y medialunas.
Pero como en la historia de las panaderías en el país, La Francesa también cambió y ahora suma las nuevas tendencias de la panadería moderna, con las creaciones de Luli Partarrieu, la tercera generación de esa familia panadera, quien decidió incorporar “la pastelería” a la paleta de productos. La mujer, que se define pastelera y no repostera, volvió a su localidad para hacerse cargo del local después del fallecimiento de su padre.
“Mi abuelo compró la panadería en 1950. Mi papá después siguió con ese rubro panadero y en el 2013 me hice cargo yo. Yo había estudiado pastelería y bueno tuve que aprender todo el rubro panadero. Y lo mantuve unos años hasta que me fui perfeccionando más en lo que es la pastelería y salir un poco de ese rubro tradicional”, contó Luli a Bichos de Campo, durante la primera edición de la Fiesta del Pan que se realizó en Carhué.
Ya un poco más cómoda en las labores, Luli se sigue profesionalizando en la pastelería, pues aspira a agradar el paladar de sus vecinos, llevándoles productos más contemporáneos, como son los elaborados con masa madre, por mencionar algunos.
Mirá la entrevista completa a Luli Partarrieu:
“Yo hoy me dedico a lo que son panes artesanales que vienen con masa madre, con semillas, apuesto a toda esta movida. Y bueno después sigo haciendo medialunas y laminados. Ahora estoy haciendo cursos y aprendiendo cosas que acá por ahí no se ven mucho. Me gusta innovar y tratar de insertar cosas nuevas en Carhué”, dijo la joven pastelera.
En la búsqueda de un sello propio en sus creaciones, la joven no deja de lado la harina convencional que le provee el molino Carhué, sino que juega con los nuevos modos de usarla para elaborar un producto más atractivo. “La harina está presente siempre, porque en todo lo que es laminado, las medialunas o el croissant, está presente la harina. En todo lo que es pastelería también. Pero siempre dándole una vuelta y buscando mi identidad”, precisó.
Por suerte para Luli su negocio está muy está cerca de su materia prima prima principal: la harina. Y así como busca revolucionar sus ofertas, celebra contra con oferta de trigo y harina cercana.
“Toda la vida trabajéy mi papá también con el molino de Carhué. Antes en la época de mi viejo había solo harina tres cero y cuatro cero, no había mucha opción. Hoy tienen mucha variedad de harinas: taperas, para pastas, para pastelería. han ido evolucionando a la par del consumo de la gente. Entonces ahí podés encontrar diversas harinas para cada cosa. Así que yo de acá siempre laburé con el molino”, contó sobre los cambios.
Por supuesto que en esto de innovar y ofrecer productos más sofisticados, la tecnología tiene un rol fundamental. “Hoy creo que es más fácil ser panadero o pastelero que antes. Antes se necesitaba más espacio. Nosotros en la panadería tenemos el horno viejo de barro que no se usa más. Después mi papá lo hizo a gas. Nosotros en el 2017 lo dimos de baja y yo empecé a usar un horno pastelero. Ya con eso me arreglo. Hoy los mobiliarios son mucho más pequeños, cualquiera en un espacio reducido puede tener unas maquinitas y dedicarse a la panadería”, explicó la pastelera.
-Vos dijiste que tuviste que seguir en poco con la panadería tradicional en tus inicios. ¿Sentís que la demanda Y el consumidor van evolucionando también?
–Me costó muchos años involucrar todo lo que es pastelería. Cuando yo llegué en el 2011, no se sabía lo que era la palabra pastelería, no estaba muy insertado acá, se veía más en la ciudad. Hoy está mucho más abierto, pero sí cuesta insertar productos nuevos y que la gente los conozca. Entonces es un trabajo que me llevo mucho, estuve haciendo pequeñas cantidades por muchos años. Desde el 2020 en adelante me dediqué exclusivamente a lo que es pastelería, alfajores artesanales y todas estas cuestiones nuevas y ahí vamos entrando en el rubro pastelero.
Para Luli instalarse con sus creaciones en el paladar de los pobladores de Carhué sin que se remitieran al sabor y los productos de “la panadería de Carlitos” sigue siendo un desafío. Su padre, con las recetas de su abuelo, había logrado conquistar el gusto de sus vecinos.
-¿Y qué es lo más novedoso que se te ocurrió hacer para un pueblo como Carhué?
-En estos momentos estoy con todo lo que es laminado, que no es más que hacer un hojaldre con muchas, muchas capas. Este es un trabajo que demanda tres días, que por ahí acá no se sabe. El primer día amasás, el segundo láminas y es cuando ponés la manteca y hacés las vueltas del hojaldre, y el tercero armás y cocinas el croissant o la medialuna. Entonces, estoy en ese proceso de insertar esas cuestiones que es lo que está hoy de moda, como las cookies, el laminado. Son cosas modernas que vas viendo afuera y que quiero insertar acá.
-Esta panadería casi nació con la ciudad de Carhué y con el propio molino Con tantos años en la vida de los pobladores de esta localidad, ¿no te da miedo desafiar la historia?
–No, por el contrario, me encanta ponerle mi impronta, mi identidad. Vamos a seguir escribiendo la historia y seguir con el apellido dentro del rubro, aunque creo que soy la última porque no tenemos continuidad. Mi hermano tiene un hijo, pero no creo que siga este rubro, así que creo que voy a ser la última.