Como uno de los principales traductores de las señales del clima para los productores de la Argentina y la región, Eduardo Sierra debe ser una de las voces más escuchadas por el agro. Y sin embargo, muchos desconocemos otras facetas de este veterano experto en meteorología, que además resulta ser una fuente inagotable de conocimientos diversos.
El sentido de esta nota de Bichos de Campo era mostrar otras facetas de Sierra, que básicamente es un estudioso:
-Esta va a ser una nota supongo que infrecuente para Eduardo Sierra, que es uno de los principales expertos en clima que tiene el agro en Argentina. No le voy a arrancar preguntando qué va a pasar con el clima en los próximos dos o tres meses, que es lo que todo el mundo quiere saber de usted. Le voy a preguntar sobre su vida y cómo arrancó con esta especialización.
-¡Oh, qué provocación! Fue una tarde de 1959. Probablemente entre invierno y primavera, en la matiné del cine Mitre, del barrio de Villa Crespo.
-No me diga que fue a ver la película de Francella, esa nueva de “Granizo”
-No, fui a ver “El Mar que nos rodea”, sobre el libro de Rachel Carson, la gran bióloga marina, a quien se considera la madre del ambientalismo científico. Ella describía cómo funcionaba el mar y ya los problemas que estaba viendo por la sobrepesca, por la contaminación. Era una película hecha por estudios Walt Disney, y a mí me quedó. Mostraba cómo se estaba derritiendo (con el tiempo yo aprendí que el mecanismo era otro) el Ártico y que iba a subir el nivel del mar.
-Repito la fecha: 1959
-El libro es de 1958 o antes. Entonces fui y le pregunte a papá: ¿Papá, se va inundar todo acá? ¿No quedaremos bajo el agua? De ahí me despertó la curiosidad por estas cuestiones ambientales. Encontré el otro libro de Rachel Carlson, que es “La primavera silenciosa”, en la que ella hacía la crítica del uso de plaguicidas.
-¿Recién empezaba la revolución verde?
-La revolución verde ya estaba. Empieza en el 47 o 48. En esos años lo que está pasando es que la revolución verde se estaba convirtiendo en agricultura industrial. Y yo te digo que ahí hay una diferencia muy grande para hacer. Al doctor Norman Borlaug, el padre de la revolución verde, lo mandó en el marco del Plan Marshall, creo que era la Fundación Ford, a ver si podía resolver el problema de alimentación que se estaba planteando en los países en desarrollo. Él era de Minnesota y era patólogo. Y lo mandaron en el 47 a México, que tenía el problema de que se estaba viniendo abajo la producción por una cuestión de que la Revolución Mexicana había parcelado de tal manera los grandes ranchos de la época de Porfirio Díaz. Eran todos pequeños productores que no tenían tecnología, tenían la mejor buena voluntad del mundo, pero no tenían maquinaria, no tenían nada. Justamente lo que hizo Borlaug fue a armar una agricultura para pequeños productores.
-Así que ese fue el inicio de la industrialización.
-¿Qué ocurre poco después? Como esto tiene tanto éxito, lo toman las grandes empresas y pasamos de la revolución verde a una agricultura industrial, que no es exactamente lo mismo.
-Después de la película que vio, ¿su padre qué le dijo?
-Que me quedara tranquilo, que estábamos a 25 metros de altura. Yo tenía la pesadilla de que se iba a inundar Villa Crespo, que era donde yo vivía.
-Y profesionalmente, ¿qué recorrido hizo para llegar a hablar de estos asuntos climáticos de los que habla ahora?
Ante esta pregunta, Sierra confiesa que hizo “un recorrido erróneo y feliz”, porque sus inquietudes lo llevaron primero a estudiar Geografía en la UBA, pero allí los grandes docentes que tuvo le aconsejaron cambiar de carrera ante su interés de no limitar su mirada a los accidentes geográficos sino adentrarse en los procesos económicos, productivos y sociales que allí suceden. Hasta que uno de sus profesores le recomendó: “Usted tendría que ir a Agronomía”.
Ya en la carrera correcta, Sierra se formó junto al profesor Burgos, que tuvo un despliegue profesional mucho más allá de la facultad e incluso fue asesor del Plan Marshall en Europa. “Inclusive lo mandaron a los países que después quedaron bajo la Cortina de Hierro. En Yugoslavia conoció a los grandes agrónomos rusos, luego trabajó con Betancourt en la reconstrucción nacional de Venezuela”, recuerda.
-¿Es decir que lo que los cautivó a usted fue la posibilidad de trabajar por una agricultura articulada con planes de desarrollo y con el conflicto que implica siempre el ambiente?
-¿Sabes que en agronomía, porque es la Facultad de Agronomía, no enseña Agronomía? Enseña agricultura. La agronomía es un concepto un poco más amplio. Nuestro país suele hacer un reduccionismo de las cosas, porque escuchás hablar al ministro de Economía y habla de ajuste contable y finanzas. La única persona que yo escuché que hablara de Economía y que tenía un plan fue el doctor Frondizi. El discurso inaugural de Frondizi es un plan de desarrollo económico. Después, lamentablemente, le impusieron de ministro Alsogaray, que era un contador público, sin desmerecer a los contadores públicos. Son muy útiles, pero no pueden gobernar.
-Los contadores están para hacer cuentas, no para hacer economía, está claro. ¿Y a usted cuando se recibió de agrónomo pudo ejercer como agrónomo?
-Si yo ejercí como agrónomo. Otros no ejercen como agrónomos. Fíjate… La agricultura en el pensamiento del general Roca era para los técnicos agrónomos, que son los que van y ejecutan. Agronomía es una carrera que lleva siete años y lo que aprende allí es mucho más de lo que debería saber un chico que hace una agro-técnica. ¿Para qué tenés que mandarlo a la universidad? En todo caso, la universidad sería el bachillerato para que esté en la parte productiva. Pero el que estudia la carrera de Agronomía tiene que ser como un filósofo de la cuestión. Un estudioso del uso del recurso, porque no es solo la producción.
-¿Se refiere a una agricultura sustentable?
-No, al uso del recurso. Lo primero es plantearse cuál es el papel que queremos en el mundo, qué es lo que vamos a hacer. Porque si vos te plantas solo en la producción. ¿La Argentina, internamente y externamente, qué se tiene que plantear con el recurso agro? Agro significa en latín “todo lo que está fuera de la ciudad”, incluyendo la General Paz. El agrónomo, en una ciudad griega, era Sócrates, que era responsable de la muralla y todo lo que estaba fuera de la muralla. Entonces la tarea del agrónomo es preguntarse qué hacemos con ese recurso? Bueno, hay dos misiones grandes: abastecer a la ciudad y ver qué hacemos con el excedente.
Sierra menciona un caso exitoso de lo que el define una buena aplicación de la ciencia agronómica: Hacia 1200, Eduardo III Rey de Inglaterra, se da cuenta que están produciendo muy buen lino, mucho más de lo que era la necesidad interna. En ese momento los ingleses vendían los excedentes a los flamencos que lo hilaban y luego revendían sus telas a Inglaterra. Entonces “mi tocayo Eduardo III” decidió traer algunos hilanderos y los instaló en la ciudad de Manchester,m que se convertiría luego en la gran ciudad industrial del reino. “Eso es agronomía”, enfatizó.
-¿Entonces un agrónomo debe pensar para qué queremos los recursos?
-Exacto, para qué queremos y que nos conviene de algunos recursos. Hay una continuidad de pensamiento en agronomía. El agrónomo tiene que ser el estadista.
-Ahí yo siento que usted tiene una cuenta pendiente con la agricultura tal y como lo estamos haciendo en la Argentina. Aquí es muy productivista, es muy eficiente para producir…
-Pero no tiene objetivos nuestra agricultura. Por eso nosotros, es notable, no hablamos ni siquiera de ingreso, ni siquiera de margen, hablamos de volumen. A mí cuando me dicen qué vamos a tener 200 millones de toneladas de producción, pregunto… ¿Es para bajar el precio? ¿Para que los chinos te digan bueno, gracias? Hablando de soja, qte dicen ‘yo te voy a comprar 30 mil millones de dólares de soja y vos me vas a comprar 60 mil millones de dólares de chucherías’. Yo creo que nadie mira la balanza comercial de Argentina.
Sierra afirma que entonces, en su caso, no considera que tenga una “cuenta pendiente” con la profesión de agrónomo que eligió. “Justamente todo el mundo dice que yo sirvo para plantearse modelos estratégicos”, retruca.
-¿Entonces cuándo fue que empezó a meterse con las proyecciones climáticas y a ser el Sierra que hoy conocemos y que conocen todos los productores y que esperan escuchar?
-Toda la escuela que venía de antes del ingeniero Burgos era de planificación estratégica. En el corto plazo no había mucha forma de trabajar, porque tenía mal pronóstico meteorológico útil. Pero eso del pronóstico es resorte de los meteorólogos. Para ver cómo estará el cima de mañana, qué temperatura hará, están ellos. Ese no era mi objetivo.
Sierra dice que la meteorología mejoró mucho con la llegada de internet y la información circulando rápidamente, casi en tiempo real. Antes era muy difícil. Recordó por ejemplo, que junto a otro experto, el doctor José Luis Aiello, en los ochenta trabajaban asesorando a una empresa y, por la demora en que les llegaban los datos, no pudieron predecir un fenomeno La Niña que provocó una fuerte sequía que fue finalmente la que provocó el colapso económico en el gobierno de Raúl Alfonsín, en 1988/89. El boletín internacional que anunciaba el fenómeno llegó mucho tiempo después. Ya era tarde. “Naturalmente la empresa se fundió y nos echaron”, dice risueño.
“Ahora, en cambio, la Internet nos dio la posibilidad de trabajar en ese rango de tiempo que es coyuntural, pero no es estratégico. Es lamentablemente el que tiene más demanda”, lamenta.
-En un país que vive de la coyuntura.
-¿No tiene nada de malo, verdad? A mí me dio de comer, me hizo conocido. Lo que pasa es que falta la agronomía, porque eso no es agronomía, eso es agricultura. ¿Cómo nos manejamos en la coyuntura? Magnífico. Pero yo cuando doy una charla también hablo de un escenario para una planificación estratégica. Después cuento la coyuntura. Se puede hacer las dos cosas.
-¿Entonces usted debe ponerse furioso con los que le piden solamente un pronóstico de corto plazo?
-No tanto porque justamente el hecho de tener una formación básica en humanidad te hace entender que el mundo es como es.
Sierra insiste que no es un pronosticador ni nada parecido, explica que lo que él trata de hacer frente a las consultas de los productores es aportarle elementos de análisis para que puedan aceptar cómo son las cosas y actuar en consecuencia, para que el tránsito sea lo menos traumático posible y hasta favorable. Pone el ejemplo de que todos nos vamos a morir algún día y que por lo tanto cada día que pasa -sabiendo eso- hay que sacar el mejor provecho.
“Entonces ya esa disminución de la incertidumbre a la gente le ayuda mucho. Es como un buen médico, que te saca el cagazo grande pero a la vez te marca las cosas a las que deberían prestarle atención. Cuando el médico te tiene que decir ‘mire, usted tiene un año de vida’, te está diciendo cómo organizarte”. –
-¿Y ha llegado a ser lo que quería ser al principio de esta historia?
-Yo creo que si.
-¿Ha sentido que tenía una vida útil?
-Si, efectivamente. Por ahí la gente me lo reconoce más de lo que es la realidad. Es muy lindo ahora encontrarme con alumnos que me saludan y reconocen ‘lo que usted me enseñó’. ‘Eras un hijo de puta, pero esto me sirve’. Yo nunca busque el cariño de nadie. Justamente busque ser útil. Busqué amar, no ser amado. Lo estoy charlando con gente que estamos llegando en masa no solo a la jubilación sino al retiro forzoso que impone la edad. Muchos están tristes y yo les digo que no, que no nos sacamos 10 pero sí un 4 y no nos aplazaron.
-Está bueno sentir que en todo caso ustedes hicieron todo el intento.
-Bueno ahí te repito lo de los tiempos que yo estoy contando.
-Le cambio la pregunta… ¿Tiene chance de que alguna vez mejore la Argentina y que hagamos agronomía, que sea un país con proyecto de largo plazo?
-En Argentina, lo que Inglaterra le llevó 800 años, nosotors vamos por 200 nosotros. Yo creo que en 200 años más vamos a estar en ese punto de plenitud, pero faltan como 200 años más. Mi contribución es el hecho de empezar a hacer diagnósticos de la realidad. Creo que contribuye el peor problema que tiene la Argentina, que es la barbarie, que no es lo mismo que la falta de instrucción. Cuando Sarmiento habla del bárbaro no dice que no esté instruido. Dice que el bárbaro no reconoce sus límites. El bárbaro está tan convencido de lo que él piensa que da los dos discursos hegemónicos que hay en nuestro país, verdad? El discurso de los gorilas que están convencidos que la culpa es de los planes Trabajar y el discurso de los otros, de los demagogos o populistas. Yo lo que veo, si hablo nada más que hace 60 años, cuando yo era un niño, es que todo discurso existía, pero estaba mucho más endurecido. Si yo me sitúo en 1961, cuando entré en la secundaria, entre esos gorilas reaccionarios y los demagogos no había posibilidad alguna de reconciliación y estaba totalmente polarizado.
-¿Y nota algún avance?
-Hoy en día, yo te diría hay un 33% de reaccionarios, un 33% de demagogos y otro 33% que está en el medio.
-¿Modificar esos porcentajes es lo que nos va a llevar otros 200 años?
-Pero no te hagas ninguna ilusión. Ahora yo pregunto, ¿te gustaría estar en la plenitud o te gustaría estar ahora que es la Argentina combatiente?
-Es un lindo momento para para ser parte del 30% que está en el medio.
-Es mucho más lindo lo que me tocó a mí, que es pasar de la Argentina de Lavalle contra Facundo Quiroga a esta otra en que Mauricio y Alberto por po menos pueden hablar entre ellos.