“Y dale, arranquemos, total las máquinas las tenemos”.
Era marzo de 2020 y Carlos Pilaftsidis consideró que era el momento justo porque coincidían tres factores determinantes: pandemia, tiempo libre y topadoras y tractores ociosos. Así fue que comenzó esta producción de kiwi en un campo ubicado en el sudeste bonaerense, cuenca productiva de esta fruta que el año pasado obtuvo la Indicación Geográfica (IG), un sello que se otorga a productos que tienen un origen concreto y que poseen cualidades diferenciadoras de calidad que se deben, justamente, a ese origen.
“Desde siempre en la familia nos hemos dedicado a los balnearios y complejos turísticos. así que contamos con toda la maquinaria que se necesitaba. Por eso en plena pandemia con el negocio del turismo totalmente detenido y ya habiendo armado algo del proyecto kiwi, empezamos a forestar y a organizar los bloques productivos”, describe Carlos.
“Un agrónomo nos hizo la planimetría del lote, realizamos análisis de tierra, de agua y de las pendientes del campo y plantamos 8.000 casuarinas, que son de crecimiento rápido, para usar como cortina de viento ya que es un factor que estresa mucho al kiwi”.
Esto fue hace apenas 3 años, pero la historia de la familia Pilaftsidis (compuesta por 4 hermanos y 13 nietos) con esta fruta comienza en la década del ochenta. En 1989 Carlos “padre” lee en el diario local que un experto va a dar una capacitación sobre kiwi; por algún motivo el tema le interesa y asiste a la charla. Luego de ese evento puntual no vuelve a pensar demasiado en esto y continúa con los parques acuáticos… Pero el kiwi le queda flotando en la mente.
En 2018 compran este campo de 250 hectáreas y un par de años más tarde empiezan a materializar lo que hasta ese momento era una idea que se colaba en las charlas familiares. Empiezan implantando bloques de tres hectáreas porque, según los estudios realizados, era lo más conveniente por la cantidad de personas que se necesitan para el trabajo y para ir aprendiendo en el camino ya que para ellos es todo nuevo.
Actualmente tienen 30 hectáreas dedicadas al kiwi (con 10 en plena producción) y el resto del campo está arrendado.
Los Pilaftsidis están entusiasmados con este emprendimiento al que se han sumado Andy y Costy, hijos de Carlos (y nietos del “fundador” de la idea), aunque no niegan que hay cuestionen que dificultan la producción, como conseguir mano de obra y tener insumos de calidad, entre otras cosas.
“Los insumos son caros y difíciles de conseguir, como plantas madre de alta calidad”, describe Carlos. “En cuanto al viento, rompe y estresa la planta por eso también hemos puesto una cortina artificial y no puede faltar la malla antigranizo. Otro gasto fuerte tiene que ver con el alambrado para armar el parral, que es el sistema más utilizado en Argentina y en el mundo para kiwi porque tiene la ventaja de que permite mejores rindes y resulta más fácil para mecanizar el laboreo, aunque la desventaja es que el trabajo manual es exigente porque hay que atar cada rama y estar pendiente de su desarrollo. En cuanto a los postes estamos usando troncos de palmera que son más baratos que el eucalipto, y el riego es por goteo y por aspersión”.
El kiwi se cosecha recién alrededor del cuarto año de plantado así que recién en 2024 será la primera cosecha donde esperan tener un rinde promedio de 20.000 kilos por hectárea (un promedio de la zona), que esperan aumentar con los años y el uso de la tecnología. Carlos pertenece a la Cámara del Kiwi y junto a otros productores aspira a que cada vez se sumen más campos a la producción y poder seguir difundiendo las bondades de esta fruta e incrementar el consumo.
“Nuestro objetivo es llegar al millón de kilos. Lo tomamos como una inversión a largo plazo porque siempre nos gustó el campo y queríamos tener un emprendimiento productivo y aprender algo nuevo; también dedicamos 6 hectáreas al zapallo y nos va muy bien”, cuenta Carlos. “Muchos conocidos se sorprenden de que hayamos incursionado en esto pero la verdad es que nos entusiasma y la pandemia fue un empujón para arrancar porque fue la primera vez que teníamos tiempo para dedicarle”.
“Junto con la Cámara queremos armar una capacitación para que haya gente calificada y creemos que esto podría, en parte, resolver el tema del empleo local, ya que hay mucha demanda de mano de obra en kiwi entre abril a noviembre, meses que se complementan perfecto con la temporada de turismo que en esta zona es fuerte y demanda muchos trabajadores”, reflexiona Carlos. “Pero bueno, veremos qué pasa porque la capacitación la podemos dar pero el interés y el compromiso si no están, no los podemos despertar”.
Que gratificante es leer este tipo de notas.
Gente con muchas ganas de hacer y de emprender.
Y que pais tenemos, donde casi cualquier cosa crece y le compite a los mejores lugares del mundo.
Pienso un poco ams adelante, y creo que en un futuro va a ser un destino turistico tambien.