La “máquina generadora de divisas”, como le gusta decir al ministro de Economía Sergio Massa, se quedó sin combustible. Y nadie en el gobierno nacional parece demasiado preocupado al respecto.
En septiembre pasado las exportaciones argentinas de bienes generaron ingresos de divisas por 7407 millones de dólares, una cifra 2,2% menor a la registrada en el mismo mes de 2021, según datos oficiales publicados este jueves por el Indec.
Luego de tres meses consecutivos de déficit comercial, en septiembre finalmente Argentina volvió a tener superávit, pero eso se logró gracias al refuerzo del “doble cepo” –cambiario y comercial– aplicado a los importadores, lo que en muchas situaciones está generando desabastecimiento de insumos críticos para muchas industrias y rubros económicos.
Es decir: el superávit comercial logrado es completamente artificial y conseguido a costa de producir enormes perjuicios en un sector privado ya bastante golpeado por la inflación y un creciente nivel de conflictividad social.
Cuando se observa la “radiografía” de la balanza comercial del mes pasado, es evidente que el sector agroindustrial argentino está trabajando muy por debajo de su capacidad. Está, como se dice en la Argentina, “hecho pelota”, aunque los elevados precios internacionales de los granos permitan disfrazar esa realidad.
Por suerte, los términos de intercambio en septiembre resultaron favorables para la Argentina, porque, de lo contrario, el problema presente sería bastante más grande. Es decir: los precios de lo que exporta el país crecieron en promedio más de los precios de los bienes que importa.
Al ritmo actual el escaso superávit comercial logrado en lo que va del presente año va camino a licuarse a menos, claro, que el gobierno siga obstaculizando importaciones, lo que entonces seguirá atentando contra el nivel de actividad económica.
La mala noticia es que, con una cosecha fina que será bastante menor a la estimada inicialmente por el golpe de un desastre climático, el flujo de ingreso de divisas a fines del presente año no resultará tan abundante como el previsto meses atrás. Las siembras tempranas de granos gruesos también están comprometidas y con ellas también el aluvión de dólares “frescos” que deberían ingresar en el tercer trimestre de 2023.
Hoy casualmente salió otro informe del Indec en el cual se refleja el estado “real” de la “máquina” generadora de divisas de la Argentina. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del sector agropecuario en agosto pasado –último dato oficial disponible– creció apenas un 1,6% respecto del mismo mes de 2019 (pre-pandemia).
En ese mismo período el EMAE del conjunto de la economía argentina creció un 6,2%. ¿Y cuáles fueron los sectores que lideraron ese “crecimiento”? Pues el comercio con el 17,0% de alza del EMAE en el período, seguido por la industria manufacturera (+12,8%) y la administración pública (+4,0%). Buena parte de los dos primeros se sustentan en ganancias extraordinarias logradas gracias a distorsiones enormes provocadas por la inflación y las múltiples brechas cambiarias en un mercado –cada vez aislado del mundo– que funciona como un auténtico “coto de caza” de un puñado de familias que conforman la nueva oligarquía argentina. En cuanto al crecimiento del Estado, no hace falta explicar que se logra gracias al esfuerzo del sector privado y que el mismo no suele expresarse en mejoras competitivas ni servicios de calidad ofrecidos a la población.
Resumiendo. No existe en estos momentos un tema más importante que el estado de la “máquina” generadora de divisas, junto con el de la sequía, dado que ambos son sustanciales para garantizar un 2023 relativamente estable.