Los integrantes de la “craneoteca” ideológica del gobierno comenzaron a instalar el concepto de que el tipo de cambio está muy “competitivo” para las exportaciones y que los precios internacionales de las materias primas están demasiado elevados para la estructura de costos de la economía argentina.
Uno de los indicadores que miden la competitividad relativa de las exportaciones argentinas es el denominado “tipo de cambio real multilateral”, el cual, para hacerla corta, cuánto más elevado está, más conveniente resulta para los exportadores porque reciben más pesos por cada dólar recibido del exterior.
Pero ese indicador sólo es viable cuando existe un solo tipo de cambio, dado que, al establecer “cepos cambiarios”, la ecuación se distorsiona y deja de tener sentido analizarla.
Veamos un ejemplo concreto. En teoría, la relación soja/departamento, considerando el valor promedio de un inmueble usado en el barrio porteño de Agronomía, se encuentra en un nivel tan favorable como el vigente en 2010, cuando aún regía el período de “auge de las materias primas”.
Pero si hacemos esa cuenta con dólares reales, que en definitiva es lo que va a querer recibir el propietario del departamento al venderlo, entonces la relación es equivalente a la presente dos años atrás. Es decir: aún con un precio internacional extraordinario de la soja, el poder de compra de “ladrillos” por parte del poroto quedó estancado.
La paridad de tipo de cambio de los granos sí rige en el caso de los fertilizantes y los principales fitosanitarios empleados en el agro, aunque para llegar a esa situación tuvo que ocurrir un hecho traumático.
A fines de mayo de 2020, con el refuerzo del “cepo cambiario” instrumentado por la comunicación “A 7030” del Banco Central (BCRA), se interrumpieron de manera inmediata las ventas de fertilizantes y agroquímicos en plena siembra de trigo y cebada. Dos semanas después, cuando finalmente los funcionarios del gobierno comprendieron que se estaban “pegando un tiro en el pie”, finalmente liberaron la entrega de dólares al tipo de cambio oficial a los importadores de esos insumos básicos para el agro.
Pero la eficiencia del agro requiere muchos componentes, dispositivos y tecnologías que, si bien no se producen en el territorio nacional, están experimentando serias dificultades para ingresar al país porque los importadores no logran acceder a dólares al tipo de cambio oficial, dado que no logran saltar la doble “barrera de obstáculos” presente en el Ministerio de Desarrollo Productivo (término a esta altura no exento de cierta ironía) y el BCRA.
La falta de neumáticos para maquinaria agrícola y camiones –denunciado desde la primera hora por Bichos de Campo– representa el caso más urgente, pero está lejos de ser el único, porque en muchos otros rubros se están emparchando cosas o buscando artículos usados de segunda mano, algo que, obviamente, se puede hacer durante algún tiempo, pero no eternamente.
Para suplir el déficit de divisas a precios subsidiados, es decir, al tipo de cambio oficial, algunos importadores estaban recurriendo al mercado del dólar Contado de Liquidación (CLL), el cual era más caro, pero accesible, hasta que el gobierno –¡sorpresa!– decidió también intervenir esa operatoria.
La paridad tampoco se cumple en el caso de la energía porque la Argentina, a pesar de contar con una empresa estatal dedicada a la producción y comercialización de combustibles, tiene actualmente el gasoil más caro que en Brasil, aunque –al menos hasta las próximas elecciones legislativas del mes de noviembre– la nafta sigue estando bastante más barata.
Todas estas cuestiones son importantes aclararlas porque en unos meses más comenzará a debatirse en el Congreso el proyecto oficial de Presupuesto 2022 de la Administración Pública Nacional y, seguramente, habrá mucha gente hablando de “tipo de cambio competitivo” y la necesidad de compensar ese “beneficio para los exportadores” con mayores impuestos. Con la dialéctica se va preparando el terreno mental para un nuevo “manotazo” tributario.
El concepto de paridad cambiaria ante la implementación de un cepo, sólo es viable si no se instrumenta ninguna traba para acceder a las divisas, porque, si ese es el caso, la discrecionalidad es la norma y, por más que te dejen tomar algo de agua de la canilla, siempre va a haber alguien que, por el motivo que sea, te pueda cerrar la canilla en cualquier momento.
Llegamos al final del artículo y no hablamos del componente más importante que tienen las empresas agrícolas, que es, por supuesto, la gente, los equipos de trabajo, los cuales, gracias al recorte de ingresos generado por el “cepo cambiario”, que representan una “retención” indirecta fenomenal, no pueden recibir el ingreso que les corresponde por la durísima tarea que deben llevar adelante, especialmente cuando llueve torrencialmente, hace un frío terrible o un calor insoportable.
La “retención cambiaria” ya se encuentra en el 42%: ¿A cuánto cotizaría la soja si no existiese?