Más allá de la polémica que desató la sorpresiva aprobación por parte del Ministerio de Agricultura del trigo transgénico HB4, es un hecho que la variedad desarrollada por científicos argentinos para tener mayor tolerancia a la sequía ya se puede sembrar y cosechar. Y que esos granos pueden ser molidos para hacer harina. Y con esa harina hacer ciertos tipos de panificados.
El trigo transgénico argentino es un hecho, ha sido liberado: es el primer trigo modificado del mundo. Contiene un gen extraído del girasol que le otorga rusticidad y lo hace más aguantador ante la falta de lluvias. Contiene además trazas de resistencia al herbicida glufosinato de amonio.
Claudio Dunan es el director de Estrategia de Bioceres, la empresa rosarina que apoyó las investigaciones de la investigadora Raquel Chan y que luego de mucho batallar -no sin polémica, como decíamos- logró los avales para sembrar libremente este trigo transgénico. En el marco de A Todo Trigo, pese a las múltiples críticas de muchos actores de la cadena triguera que temen perder mercados para el trigo convencional, Dunan defendió este avance tecnológico. Y explicó a Bichos de Campo cuál será de aquí en adelante la estrategia de la compañía:
En principio, Dunan confirmó el adelanto de que Bioceres no saldrá a comercializar libremente las semillas de trigo HB4 a la generalidad de productores, sino que mantendrá en la nueva campaña triguera la estrategia de hacer acuerdos especiales con unos 250 empresarios agrícolas que ya reciben la semilla y deben entregar luego la producción a Bioceres, cumpliendo en todo momento un protocolo de bioseguridad para evitar fugas de granos transgénicos que pudieran contaminar trigos convencionales.
Con esa estrategia, Bioceres sembró ya dos años seguidos en la Argentina el trigo HB4, buscando multiplicar la semilla disponible. El primer año hizo unas 6.000 hectáreas, y al año siguiente (se cosechó este verano) elevó esa superficie a 52.500 hectáreas distribuidas en casi 300 lotes y más de una docena de provincias. De esa superficie se obtuvieron, según la certificación oficial que hizo INASE (el Instituto Nacional de Semillas), más de 140 mil toneladas.
Es decir que la compañía, que es socia del Conicet en el INDEAR de Rosario, ya tendría no solo semilla disponible para ampliar la producción, sino incluso para comenzar a elaborar harina y algún producto panificado.
Pero Dunan, en la entrevista, es claro: para evitar conflictos con la cadena de trigo convencional no van a liberar semillas al mercado (para que cualquiera pueda trabajar con ellas), sino que mantendrán el sistema de identidad preservada, con sus propios productores y también con sus propios molinos, que deberán dedicarse solo a eso o extremar las medidas para evitar una contaminación de la harina convencional, como sucede, por ejemplo, con los establecimientos que trabajan con harinas para celíacos.
Para Bioceres iría por más: ya hizo acuerdos con establecimientos industriales para que no solo elaboren la harina del trigo HB4, sino que hagan un producto terminado (¿un alfajor? ¿galletitas?) con esa harina. El anuncio se haría en las próximas semanas. Hay una empresa asociada al proyecto que prefieren no identificar todavía. El año pasado anunciaron un acuerdo semejante con la firma Havanna, que luego se habría frustrado por la repercusión que tuvo la noticia de que posiblemente se lanzaría el primer alfajór transgénico del mundo.
Insistidores, según explica Dunan en esta entrevista, los popes de la empresa argentina que cotiza en el mercado estadounidense Nasdaq creen que hay un público que, lejos de rechazar esa innovación en su comida, la aceptará de buena gana. Es que el argumento central de venta de la compañía será que el trigo HB4 colabora a reducir la huella de carbono de la producción del cereal, así como la utilización de agua. Pero para no centrar todo en el trigo transgénico, se ofrecerá un alimento certificado proveniente de una agricultura “sustentable”, que utiliza semillas más aptas, menos agroquímicos, más cultivos de cobertura, que tiene conciencia sobre el cuidado de los recursos, especialmente del suelo; que no deforesta, que es capaz de captar carbono y otros tantos etcéteras.
El que coma un pancito hecho a partir de trigo HB4 debería tener la sensación de estar combatiendo el cambio climático y otras miserias de la época. Al menos eso es lo que quieren lograr en Bioceres. Creen que hay un público joven que en vez de rehuir los alimentos transgénicos, los abrazará con ahínco.