En julio pasado el nivel promedio de sólidos útiles (grasa butirosa + proteína) de la leche argentina a nivel nacional fue de 7,20%, la cifra más elevada de la última década. En julio de 2020, según datos de Siglea difundidos por el Observatorio de la Cadena Láctea (Ocla), había sido de 7,14%.
La provincia que se destaca, por lejos, en ese sentido es La Pampa con un 7,52% de sólidos útiles el mes pasado, seguida por Buenos Aires con un 7,27% y por Santa Fe con un 7,23%, aunque en este último caso con un nivel promedio de condiciones de sanidad de la leche inferior al óptimo.
Las razones de ese fenómeno residen fundamentalmente en dos factores. El primero es que el volumen de leche elaborado en La Pampa es muy limitado, con lo cual unos pocos grandes tambos pueden explicar el promedio. El segundo es que, al tener condiciones menos propicias para diseñar sistemas de base pastoril, las empresas lecheras presentes en La Pampa suelen contar con planteos intensivos.
En términos ponderados, si se considera el enorme volumen de leche aportado, la provincia de Buenos Aires es la que cuenta con los mejores indicadores sanitarios y de calidad de leche argentina.
A partir del ingreso a la primavera, la productividad de los tambos de las diferentes cuencas lecheras comienza a incrementarse junto con un descenso relativo de los sólidos útiles, que recién se incrementan a partir del otoño.
La normativa vigente (resolución 189/2014) establece que la liquidación de la leche cruda deberá conformarse de forma tal que, como mínimo, el 80% resulte de la ponderación de atributos de calidad composicional e higiénico-sanitarios y, como máximo, el 20% por otras bonificaciones o bonificaciones comerciales.
La valorización que corresponda a los contenidos de sólidos (grasa y proteína) y calidad higiénico-sanitaria, deberá respetar la siguiente proporción: 65% como mínimo para grasa y proteína y 35% como máximo para la calidad higiénico-sanitario.