En Bichos de Campo solemos hurtar buenas crónicas periodísticas que luego compartimos con nuestros lectores, por supuesto que citando al autor y la fuente. En este caso reproducimos una nota del periodista Mauricio Manini, del diario Los Andes de Mendoza, que da cuenta de otro caso de inseguridad en las zonas rurales de esa provincia, donde los ladrones se convierten en improvisados cosecheros para robar de las fincas nueces y cerezas. “Con un mayor valor por kilo y menos fiscalización que la uva, los productores de frutos secos y cerezas deben invertir para frenar las pérdidas de sus frutos y evitar mayores perjuicios”, relata esta crónica.
“Dentro de lo que es la inseguridad rural, un delito menos conocido pero con grandes perjuicios es el robo de cosechas. Eso se da en productos con mayor valor por kilo que la uva, como frutos secos y cerezas y, por lo general, implican tanto una pérdida de ingresos para el productor como un daño a los cultivos.
¿Por qué se roban este tipo de cultivos? Principalmente, por dos razones. La primera, es el alto valor que tienen por kilo, de modo que con llevarse poco volumen en una mochila o en bolsas es redituable. La segunda, es la falta de fiscalización y de control del producto en comparación con la vitivinicultura, con una mayor trazabilidad y mecanismos aceitados.
Esto último se nota más en los frutos secos, donde todavía no es obligatorio contar con el Documento de Traslado Vegetal (DTV) y existen varios partideros clandestinos que trabajan con la nuez y luego la destinan a mercado interno. La ausencia de este documento también complica la labor policial para determinar la procedencia de una mercadería.
Para el comisario general Sergio Quiroz, jefe distrital V, que abarca Maipú, Luján y el corredor internacional, es importante definir los puntos de origen y destino: “Necesitamos saber de dónde viene y a dónde va la mercadería, así no se pierde en el camino. Es aceitar el mecanismo de tránsito y traslado, desde el lugar de origen hasta donde lo acopie el comerciante que lo va a revender”.
Este comisario señala que es común ver desde camionetas hasta autos transportando nueces y a veces es difícil determinar si la mercadería que llevan tiene origen legal o ilegal. También debe haber responsabilidad de parte de los compradores de nueces partidas, para comprar en partideros que adquieran la nuez con cáscara de manera legal.
Francisco Arturo Soriano, presidente de la Asociación de Frutos Secos de Mendoza, comenta que en la cosecha de este año (especialmente, en abril) tuvieron “bastantes casos” y la policía investigó por la procedencia de la mercadería. “En dos oportunidades me llamaron a ver si podía ubicar una mercadería, y una de ellas era mía”, ilustra. Si bien no hay datos específicos, se estima que Ugarteche fue una de las zonas más complicadas.
Ahora, cuenta Soriano, desde el sector trabajan en un mapa para el Ministerio de Seguridad: “Relevamos los caminos más importantes donde circula la mercadería y caminos secundarios que los ladrones usan para evitar la policía. El ministerio ha quedado en que para la próxima temporada nos va a acompañar con más presencia”.
Ya entregaron parte del mapa y ahora actualizan zonas de Ugarteche y Maipú, y esperan reunirse con el ministerio entre octubre y noviembre. Además, trabajan con el municipio de San Carlos en una ordenanza que puede ayudar a combatir la venta ilegal.
Johana Vaccari, productora chica de nueces de Tupungato, explica que durante la época de cosecha deben trabajar rápido “porque te las roban”. La práctica común es que los ladrones “apaleen” las plantas, es decir sacuden las ramas con un palo y tiran las nueces para llevárselas.
“Ellos de noche aprovechan a robar. Nosotros lo que hacemos es juntar rápido las nueces, estar hasta tarde. Al otro día seguimos temprano”, explica Vaccari. Los productores medianos y chicos deben evitar dejar las bolsas de nueces en las fincas y llevarlas adentro de las propias casas o un galpón con buena cerradura.
Un punto que aclara Vaccari es que, además de lo que es la pérdida de cosechas, es común el robo de insumos como bolsas de abono, que ella misma ha sufrido. “A principios de año a un señor conocido de la zona le robaron una camioneta. Lo asaltaron, le ataron las manos y se llevaron la camioneta. No recuperó nunca más su vehículo”, comenta esta productora.
Desde la Cámara de Cereza de Mendoza, su presidente, Diego Aguilar, comenta que los robos de cosecha suelen darse tanto en el Oasis Norte como en el Valle de Uco (aunque en menor medida en este último). “En nuestra finca de Agrelo sufrimos constantes robos hormiga, inclusive llegan a desgarrar ramas con fruta de los árbol y se las llevan”, describe.
Más allá del robo, para Aguilar también es preocupante el daño que hacen al cultivo: “Hay que tener en cuenta que te cortan una rama y se la llevan. Te roban la producción y te rompen el árbol. Ahí si se genera un costo importante. Nos han sacado ramas enteras y después en campos vecinos se ponen a cosecharla”. Si se considera que una planta da cerca de 8 kilos de cereza, para robar 40 kilos habría que dañar alrededor de 5 plantas.
Eso implica que, en épocas de cosecha, se tenga que aumentar el personal de seguridad y se deban mejorar los cercos perimetrales con alambres de púas y cámaras de seguridad. Vale aclarar que también afrontan robos, durante el año, de cables y tableros eléctricos.
En el caso de Ángel Pilutti, productor chico de Maipú, vive en una zona rodeada de barrios y denuncia “gravísimos problemas” de robo. “En la época de la cosecha no los detenés (a los ladrones) con nada. Mi finca da a la calle, se mete cualquiera. Otros productores han hecho cierres terribles para poder controlar a los muchachos”, describe.
Este productor aclara que no se trata de una persona que busque algunas frutas, sino de grupos de hasta 30 personas que se llevan entre 100 y 200 kilos. Son cerezas que después se destinan al mercado interno, desde verdulerías hasta la venta callejera en bolsas de plástico.
Lamentablemente han sido tan maltratados los peones en un pasado cercano, que encontraron otra forma,y es una pena, por que se perdió el don de la palabra,