Esta nota, hurtada por su valor periodístico, fue escrita por Rubén Figueroa para la agencia española EFEAgro. Se basa en una entrevista a Laia Ribas, quien desde hace tres años estudia de qué se alimentarían los hombres que, eventualmente, serían los primeros en hacer una colonia terráquea en Marte.
Esta es la crónica:
Cuando el ser humano colonice Marte basará su alimentación en vegetales, en verduras de huerto pero también en microalgas, y reservará para los días festivos la ingesta de pescados y aves criados en granjas, proteínas animales que supondrán aproximadamente el 4 % de la dieta marciana.
Es el supuesto que maneja Laia Ribas, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar del Centro Superior de Investigaciones Científicas (ICM-CSIC), experta en acuicultura sostenible y quien desde hace tres años estudia la posibilidad de desarrollar la cría de peces en Marte.
En una entrevista con Efeagro, Ribas aborda cómo se podría alimentar el ser humano en Marte y destaca la importancia que tendría la acuicultura frente a la cría de animales terrestres, aunque en volumen la base la proporcionarían los vegetales.
“Me invitaron a diseñar una ciudad en Marte para un millón de habitantes y a pensar cómo podríamos abastecer de alimentos a estas personas. Yo sugerí hacer acuicultura marciana y estuvimos estudiando la cantidad de agua y los peces que necesitábamos, y sí que es cierto que los peces tienen muchas ventajas en detrimento de otras especies de cultivo terrestre”, relata.
El sistema alimenticio proyectado por Ribas para dar de comer a esta ciudad -bautizada como Nüwa– se apoya fundamentalmente en los vegetales, un 50% proveniente de los huertos y un 20% de microalgas, que “crecen muy rápido y son muy nutritivas, también para los peces”, explica la científica.
Los animales criados en Marte, como peces y gallinas, constituyen un 4% de este sistema, mientras que un 10% son insectos, un 1% otros organismos vivos y un 15% proteína animal de carne cultivada en laboratorio, continúa Ribas, que indica que esta modalidad sería muy factible de llevar a cabo allí.
La base de todo es el agua que hay en Marte, que se encuentra en los polos, congelada, y también en capas inferiores a la superficie, y que habría que usar de forma circular, para poder reutilizarla, cualquiera que sea la manera que se ingenie para extraerla, puesto que se trata de un recurso limitado, señala la experta.
Aquí radica una de las ventajas de la acuicultura marciana, puesto que el agua de los peces es “relativamente fácil de filtrar” y favorece esa circularidad, dado que luego va a servir para regar las plantas, y de estas plantas se alimentarán de nuevo los peces, etc, comenta la integrante del CSIC.
Otro puntal para apostar por la cría de peces es que son especies que viven en el agua, que es un medio que ya de por sí simula la microgravedad que hay en Marte, que es aproximadamente un 30% de la que hay en la Tierra, abunda.
El agua también protege a los peces de la radiación solar, “que en Marte es muy alta”, continúa la investigadora, frente a lo que ocurriría con otros animales terrestres.
Destaca también el mayor valor nutritivo de los peces y el hecho de que para generar carne de pescado se necesite “entre 5 y 20 veces menos de energía” que si se trata de mamíferos.
Ribas realiza su investigación con peces cebra, un “pez modelo” muy usado para experimentación en la ciencia, y estudia cómo le afecta la gravedad.
En un asentamiento en el planeta rojo, habría que criar las especies de pez que tengan mayor tolerancia a la salinidad, “porque por lo que se sabe el agua en Marte tiene concentraciones de sal altas”, detalla la científica, aunque resalta que tampoco se sabe aún mucho más de cómo es la composición del agua que hay allí.
La investigadora pudo avanzar en este planteamiento durante su participación este año en la misión Hypatia I, que simuló en el desierto de Utah (Estados Unidos) las condiciones de vida de Marte y en la que tomaron parte varias científicas de diferentes disciplinas con el objetivo de dar visibilidad a la mujer en la ciencia.
No obstante, enfatiza que los estudios sobre “acuicultura espacial” se encuentra aún “en fase muy embrionaria”, pues aunque las primeras aproximaciones comenzaron en los 70, en la actualidad apenas ella y un investigador de Francia que indaga la acuicultura en la Luna están trabajando en esta temática.
“Queda muchísimo por hacer aún (…) Y por eso a mí me ha llamado la atención y he pensado que mi investigación podría aportar algo a este fascinante mundo del espacio“, afirma.
Además, subraya que estos estudios ayudan “a pensar y a diseñar sistemas eficientes y eficaces” con menos recursos, que servirán para “avanzar en una acuicultura más sostenible en la Tierra“.