Cristina Espíndola es, a primera vista, una persona que va de frente con lo que dice y siente. Nació en Belén de Escobar y viene de familia arraigada al campo, en donde aprendió a manejar el ganado y a domar caballos. “Yo empecé a domar a los 7 u 8 años unos petisos que me regaló mi abuelo en su campo en Matheu, a 10 kilómetros de Escobar. Él se dedicaba a la ganadería y aparte tenía caballos criollos porque le gustaba participar de jineteadas. Ahí aprendí el oficio”, contó Cristina a Bichos de Campo.
“Hasta el invierno del año pasado me dedicaba a alambrar y domar potros, y encerraba a las vacas. Sé hacer de todo en el campo. El dueño de ese campo de 300 hectáreas en las afueras de Escobar me quiere y hasta me dejaba tener mis caballos allí, pero hace un mes vendí mi último animal porque quise venirme a la ciudad”, relató.
Claramente las cosas no fueron fáciles para Cristina cuando a sus 21 años decidió que quería ser Cristina. “Yo siempre me sentí una mujer y siempre actué como tal. Un día me puse un vestido con unos zapatos en casa de una amiga y me sentí yo misma. Pero eso me valió la indiferencia de mis viejos, sobre todo mi papá, una persona muy machista. Ambos me dieron poco afecto, pero también entiendo que es porque tuvieron una vida difícil”, declaró.
Cristina confesó que ama los ritmos del campo pero al mismo tiempo algo la repele. “Quizás sea más difícil para mi, pero sigo percibiendo mucho machismo, y cualquiera que vaya al campo lo puede notar. En muchos casos se trata con gente quedada en el tiempo. Yo amo la vida del campo y me crié allí. Elegí domar caballos en lugar de trabajar en una esquina de Buenos Aires”, afirmó.
-¿Qué recordás de tu familia y de tu infancia en el campo?
-Nací arraigada al campo y estuve viviendo allí hasta los 14 años. Vengo de padres y abuelos gauchos. Mi abuelo alquilaba un campo pero el cuatrerismo lo agotó. También hacía producción porcina. Mis padres están separados hace 14 años. Con mi mamá me hablo, pero con mi papá no. Mi papá además es plomero, un tipo super machista, y tengo una hermana menor que yo con la que dentro de todo me llevo bien. Al principio le costó entender mis decisiones. Y tengo una sobrina de 4 años que amo con locura. Pero a la persona que más quise fue a mi abuela materna, Ramona. Ella era un amor, y de hecho viví con ella mientras trabajé en el campo, pero falleció de covid hace dos meses.
-¿Eso te llevó a la ciudad?
-En parte sí, pero también porque quería buscar algo que me diera más ingresos que el trabajo en el campo. Hasta hace un tiempo trabajé en un bar en Capital Federal, pero ahora me siento de vuelta rara. Siento la discriminación en la ciudad y en el campo y al mismo tiempo percibo las diferencia entre campo y ciudad. La gente del campo suele criticar a la gente de ciudad en la forma de vida que llevan y por no saber cómo se trabaja y produce en el campo. Pero ya sea en el campo o en la ciudad, yo quisiera que me valoraran por mis aptitudes, sin tanto prejuicio.
-¿Y qué te gusta del campo?
-Me encanta ir a desfiles patrios, y antes participaba de jineteadas pero hoy no las apoyo tan abiertamente. Amo los caballos y el aire que se respira en el campo, pero la caga el entorno que lleva a la discriminación. Ojo, tengo muchos gauchos amigos, por eso no meto a todos en la misma bolsa.
-¿Qué sentís cuando domás un caballo?
-He domado de todo, criollos, para polo y salto también. Me apasiona esta actividad porque te das cuenta cómo el animal va aprendiendo y eso te da satisfacción al tiempo que creas un vínculo único con el animal. Yo elijo hacerlo siempre desde el amor y sin violencia, y te puedo asegurar que el animal evoluciona porque vos le enseñaste bien. ¿Quién aprende con golpes físicos?
-¿Cómo era un día de tu vida en el campo?
-Laburé en varios campos de la zona. Por lo general me levantaba a las 5 y las 6 ya estaba en el campo. Me tomaba unos mates y recorría el campo a caballo. Hacía un conteo de las vacas, chequeaba aguadas y comida, luego me ponía a alambrar, ya que estábamos haciendo el alambrado a nuevo, y más tarde encerraba potros para hacer la doma. La tarea de la doma lleva mínimo una hora por día y luego es mejor largarlo al animal, sino se cansa. Todo eso lo aprendí de mi abuelo materno, Facundo.
-¿Estudiaste algo Cristina?
-Terminé la secundaria, pero luego no encontré una carrera que sintiera que quería seguir. Pero no creo que haya sido eso un impedimento para trabajar, sino que al principio te subestiman, pero yo he elegido hasta trabajar un día gratis para probar mi valor y capacidad. Y así conseguía oportunidades.
-¿Cuál es el caballo que mas amaste?
-Llegué a tener 4 criollos, y los vendí a todos. El que más amaba se llamaba Tito y era un cuarto de milla. Lo tuve desde chica y lo amaba, hasta que se lo robaron del campo de mi abuelo. Ese fue el caballo que más ame.
-¿Qué pensás de la política agropecuaria?
-No me gusta hablar de la política, pero pienso que se están haciendo las cosas mal. Milité un tiempo para La Cámpora en 2010 y vi cosas que no me gustaron. Mejor dicho, ahí entendí cómo era la política, donde se compra a la gente por interés.
-Necesito preguntarte esto, porque de algún modo llegaste a la fama por irrumpir en un desfile conocido. ¿Cómo fue la historia?
-El desfile era de la marca Ginebra, de Micaela Tinelli, en 2019. Mi otra faceta es que amo el mundo de la moda y siento que más de una vez me cerraron las puertas. Tengo amigos productores de moda que ese año me consiguieron un permiso VIP para sentarme en primera fila. Cuando arrancó el desfile dejé pasar 10 modelos y entonces me subí a la pasarela y mostré un cartel que llevaba escondido y que decía: “Yo también soy modelo”. Cuando quise volver a mi asiento me sacaron los de seguridad y ahí al toque se me vinieron encima los periodistas.
-¿Y cuál era tu objetivo?
-Uno solo y bien claro: llamar a la reflexión acerca de la poca inclusión que ofrece el mundo de la moda. Yo no quería escrachar a nadie, sólo quería ser visibilizada. Luego vinieron las notas y un par de apariciones en programas, pero lo importante era decirles que por lo general buscan una mujer real en una chica trans, y eso no existe. Por eso es que vivimos así. Se nos impone que para ser mujeres debemos parecernos a una mujer biológica pero no es así. Yo pienso que debemos cuidar y amar nuestro cuerpo tal cual somos. Debemos aceptarnos y querernos mucho, y que se nos respete por lo que elijamos ser.
-¿Cómo es Cristina?
-Cristina es el nombre que elegí porque al nacer mi mamá me puso Cristian. Seguro le causó algo ese nombre y no quise cambiar eso. Gisele es mi segundo nombre por la modelo Gisele Bündchen, a quien aprecio mucho. De ella aprendí a modelar y es el perfil de mujer que me gusta. En 2012 hice el trámite para obtener mi DNI femenino y de hecho fui la primera en la ciudad de Escobar en lograrlo.
-¿Y cómo te ves dentro de unos años?
-Me veo envejeciendo en el campo pero me gustaría sentir una mayor aceptación de la que tengo. Si diéramos más oportunidades en la vida y juzgáramos menos seríamos una mejor sociedad tanto en la ciudad como en el campo.