La Tercera Guerra Mundial empezó en 2022 con la invasión de Ucrania por parte de Rusia –dirán seguramente los historiadores del futuro–, pero para los sudamericanos recién se inició tres años después.
EE.UU. tiene superávit comercial con Brasil. Siguiendo el razonamiento de la retórica trumpista, entonces debería estar exento de la política de “arancelazos” instrumentada por el presidente de EE.UU.
Sin embargo, acaba de recibir la amenaza de un arancel general del 50% con una excusa tan infantil como insólita: la necesidad de defender al ex presidente Jair Bolsonaro. Podrían haber enarbolado cualquier otro justificativo porque el verdadero objetivo es dañar a uno de los miembros fundacionales más débiles de los BRICS.
El pasado 6 y 7 de julio se realizó en la ciudad de Rio de Janeiro una cumbre de los BRICS –foro creado en 2010 por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica al que posteriormente se sumó Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Irán e Indonesia como miembros plenos– en la cual uno de los temas tratados fue la creación de un sistema de pagos interconectado que permita comerciar a los integrantes del bloque en sus propias monedas sin necesidad de recurrir al dólar estadounidense. Así lo indica el punto Nº 50 de la declaración final de la Cumbre de Rio de Janeiro.
Si bien se trata de algo complejo que tardará años en implementarse, el hecho de estar en la agenda de los BRICS representa una amenaza existencial contra la hegemonía de EE.UU., cuya base se sustenta en el hecho de contar con una moneda que opera como reserva de valor en todos los confines del orbe.
Sin esa herramienta formidable, EE.UU. tendría que salirse a ganar el pan todos los días –como cualquier otro “laburante”– y probablemente no tardaría en descubrir que, si bien es muy competitivo en varios rubros, en otros es un completo desastre, además de tener que sincerar que gran parte de las supuestas “eficiencias” se sostienen en base a cuantiosos subsidios.
El “misil” que acaba de lanzar Trump contra Brasil podría ser incluido en la cuestionable táctica del “ataque preventivo”, ya que el propósito del mismo no tiene nada que ver con Bolsonaro ni con la “guerra comercial”, sino que busca desactivar el surgimiento de un sistema que pueda llegar en un futuro a desafiar al dólar, es decir, a la propia existencia de EE.UU. como potencia dominante.
Así como al finalizar la Segunda Guerra Mundial el vencedor instauró su propia moneda como patrón monetario global, lo mismo sucederá cuando finalice la Tercera Guerra Mundial, la cual, si bien tiene instancias bélicas, se libra mayormente en el terreno geopolítico y financiero.
La clave, más allá de cual sea el desenlace final, es que los países cuiden la base de sustento que quedará en pie cuando se produzca el próximo “reseteo monetario”, la cual está conformada por productos agroindustriales (fuente de alimentos, fibras y energía), minerales, hidrocarburos, tecnología y capital humano.
Por supuesto, nada de eso es factible sin consolidar la soberanía territorial, para lo cual resulta indispensable preservar a las empresas agropecuarias como actores permanentes –al producir bienes regenerables– que proveen los servicios de arraigo y ocupación.
La buena noticia para los empresarios agropecuarios es que, más allá de lo que depare el futuro, tienen en sus manos la capacidad de generar bienes estratégicos para el nuevo orden por venir (promoción no válida para la Argentina mientras sea ocupada por administradores que apliquen derechos de exportación y manipulen el tipo de cambio).
Geopolítica de los alimentos: Crece la influencia de los BRICs en el mercado global de maíz