“Sobre las altas barrancas cuerpos desnudos al sol/ los hacheros van volteando el monte con su dolor/ Tal vez serán en cachapé, tal vez en una jangada/ el viejo árbol va yendo para volver hecho guitarra”.
Eso canta con sabiduría Ramón Ayala en su canción Canto al Río Uruguay. Es que no hay forma de que un músico popular entienda la influencia de la naturaleza y el clima en la cultura de un pueblo si no se enreda con ella. Esa es la filosofía también que ha decidido seguir Hugo Cámara, un cantor popular y profesor de folklore que además trabaja en la conservación de la fauna misionera a través de la Institución Aves Argentinas.
Esa organización ambiental, que tiene unos cien años de historia, en junio de 2022 abrió al público las puertas de El Puente Verde, su primera área protegida de aves silvestres. Está ubicada en una zona llamada La Península, cerca de Andresito, Misiones, y donde se busca y promueve una integración entre la conservación y la actividad productiva. ¿Será posible?
La reserva privada Puente Verde es parte del llamado Bosque Atlántico y forma parte de un proyecto iniciado en 2019, en alianza con distintos organismos de los países vecinos Brasil y Paraguay cuyo objetivo es la protección del ecosistema regional. Como su nombre lo indica, este corredor de 180 hectáreas funciona como “un puente”, una pieza clave para conectar áreas consideradas núcleos de la zona, como los Parques Nacionales Do Iguazú (Brasil) e Iguazú (Argentina).
Entre sus funciones principales se encuentran la reserva de aves silvestres en peligro de extinción y la restauración del monte nativo. Un proyecto a largo plazo, sin duda, pero que funciona mediante la concientización y promoción del “Cultivo Amigable con las Aves” entre los productores yerbateros, como parte de una estrategia de conservación y desarrollo local. En Bichos de Campo ya hemos hablando sobre eso.
Hugo Cámara, nuestro folclorista, trabaja también como uno de los responsables de ese lugar. “Un proyecto bastante novedoso es la introducción de especies de aves amenazadas o raras en nuestro ambiente como la yacutinga o ‘pava de monte’, un ave emblemática del lugar, y dos especies de loros, como el loro vinosos y el maracaná afeitado, cada ves mas raros de encontrar”, describe.
Sobre el segundo componente del plan de Aves Argentinas en ese lugar, Cámara cuenta que “se trabaja en la introducción de la yerba mate al área (en medio del monte nativo, como era originalmente) para comenzar a promocionar el cultivo amigable con las aves. La idea es que sea una reserva modelo donde podamos aprender y enseñar cómo pequeños lotes como éste, bien gestionados, pueden ser muy importantes como articuladores de los territorios”.
Mira la entrevista completa acá:
-¿Cómo hicieron para comprar estas 180 hectáreas? ¿Cómo se diseñan estos proyectos?
-¡Vendimos Pastelitos! (risas). No, en general cuando tenés un proyecto creíble, una larga trayectoria y sos responsable, hay -a nivel internacional- personas y organizaciones que disponen de fondos para apoyar a la conservación a nivel global. También tuvimos una colaboración importante de los dueños anteriores del lote que nos han vendido la tierra a un precio muy accesible.
-A partir de los años ´80 los colonos distribuyeron los terrenos con un perfil bastante productivo y cultivaron mucha yerba mate ¿En qué consiste esta integración entre la conservación y la actividad productiva que ustedes proponen?
-Este protocolo esta pensado para aplicarlo a los yerbales orgánicos. Por lo general el productor orgánico hoy está inserto en una cadena de valor, y ya hay más de un paquete de yerba orgánica con una marca en una góndola. Lo que buscamos con este sello de “Cultivo Amigable con las Aves” es acompañar a ese producto para, con esa certificación, promover el consumo del mismo, aportando de esta manera a conservar el bosque. Por otro lado darle reconocimiento al productor que incorpora bosque a la conservación. En el caso del cultivo de yerba orgánica convencional, para poder obtener el certificado, la condición es que por cada hectárea de yerba mate debería incorporar dos hectáreas de bosque para la conservación.
-¿Esa es la condición? Algo así como “duplica tu área de conservación por cada área de yerba que implantes”…
-Sí. En el caso de que sea yerba mate bajo sombra, o sea con monte, es una hectárea. Es importante tener en cuenta que nosotros tenemos una mirada integral. No solo estamos pensando en el terreno, sino también en todas las estrategias de comercialización y sobre todo lo que son estudios de costos y ver cuál es el potencial del producto con el protocolo en góndola, como para sentarte a hablar con la gente que hace negocios con algún tipo de número. Eso es muy importante porque está claro que con la buena voluntad no alcanza, sino que hay que buscarle la vuelta comercial.
-¿Están seguros que una buena certificación que diga “Este paquete de yerba es amigable con su entorno” se va a vender mejor?
-Claro, porque sabemos que hay un crecimiento de esto y otras experiencias parecidas que funcionan. Hay café amigable con las aves, hay cacao, productos para mercados bien específicos. El que ya está dentro del sistema orgánico y tiene la posibilidad de darle un valor más a su producto se interesa. De hecho hay algunas empresas que ya están interesadas y estamos trabajando en eso. Estamos en el proceso de hablar con la gente que ya tiene los paquetes de yerba en las góndolas y a sus proveedores. El tema es que (estos últimos) dispongan de tierras como para responder a las necesidades del protocolo.