Las autoridades del Banco Central (BCRA) están desesperadas por recomponer las reservas de divisas porque, a este paso, Argentina va a terminar de bloquear las escasas importaciones que se están autorizando.
El viejo sueño del economista Aldo Ferrer, autor de la obra paleolítica “Vivir con lo nuestro”, está por cumplirse. Aunque, más que sueño, tiene grandes posibilidades de transformarse en una pesadilla.
El único ingrediente que hace falta para promover un mayor ingreso de divisas es la confianza. Pero el gobierno argentino se encargó de promover la desconfianza y, obviamente, generó el efecto inverso al deseado.
En el siguiente cuadro pueden ver graficada el valor de la desconfianza. La clave es la línea verde, que muestra –sin considerar las “retenciones cambiarias”– el porcentaje del precio de la Soja Rosario que queda en manos del productor (FAS) respecto del valor de exportación (FOB).
Durante el mes de mayo la relación FAS/FOB de la soja suele caer por factores estacionales, pues se trata del período de cosecha de la soja de primera y, por lo tanto, existe un gran volumen de oferta disponible del producto que supera las necesidades de la demanda.
A partir del junio la proporción del valor FAS comenzó a recomponerse en línea con la menor disponibilidad de mercadería presente en el mercado argentino. Pero a fines de julio se cayó de manera abrupta. ¿Qué pasó?
Por entonces el que era el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, estaba impulsando una “retención tecnológica”, la cual, si bien podía estar fundamentada en intenciones muy nobles, representaba una nueva extracción de recursos al sector agrícola.
El 26 de julio el BCRA lanzó un instrumento, por demás rebuscado, para intentar promover una mayor venta de soja por parte de los productores. Semejante engendro causó más indignación que entusiasmo en el sector. La mayor parte de las entidades bancarias ni siquiera se tomaron la molestia en implementarlo porque dieron por hecho el fracaso absoluto de la ridícula propuesta (y no se equivocaron).
El 28 de julio Sergio Massa toma el timón del gobierno y crecieron las expectativas por la posibilidad de que aparezca alguien que pueda introducir un poco de racionalidad y liderazgo a la conducción de la gestión pública. El valor FAS de la soja se recuperó.
Pero la ilusión duró poco. Massa, luego de anunciar que compañías exportadoras iban a adelantar divisas, comenzó a instrumentar un inédito anticipo del impuesto a las Ganancias y un ajuste de las tarifas energéticas, pero sin tocar un solo peso de la “caja” de la corporación política.
Semejante avance del Estado sobre el sector agroindustrial se presentó cuando aún se le debe una fortuna a las compañías del sector en concepto de reintegros de IVA y mientras se potenciaba la recaudación anticipada de derechos de exportación de trigo (que se cosechará en diciembre) y maíz 2022/23 (¡que recién se empezó a sembrar!).
Cuando quedó claro que el “Plan Massa” es seguir extrayendo más recursos del sodomizado sector privado en general y agroindustrial en particular, la proporción del valor FAS de la soja comenzó nuevamente a descender y, consecuentemente, también lo hizo el apetito de los productores por desprenderse del poroto.
El pedido de adelantamiento de divisas a los exportadores fracasa: el BCRA lanza la licitación del instrumento diseñado para “pasar la gorra” y luego no hace ninguna mención oficial sobre el resultado de la operación para evitar que quede al descubierto el revés experimentado.
Las demostraciones de desesperación y angurria tributaria realizadas por funcionarios del gobierno nacional, lejos de promover un mayor ingreso de divisas, provocaron lo contrario. Y lo único que tenían que hacer era una pequeña demostración de confianza.
Al 23/8, las reservas netas del BCRA se ubicaron en USD 2.671 millones: las reservas líquidas fueron negativas en USD 5.170 M, mientras que USD 3.465 M correspondieron a oro y 4.376 M a DEG. Las reservas totales se situaron en USD 37.024 M. GERES pic.twitter.com/9qUaHDiQ91
— Hernan Rozin (@HernanRozin) August 27, 2022
Con el anuncio de la rebaja de unos pocos puntos de los derechos de exportación de los productos del complejo sojero, más una “palmadita en la espalda” al sector agroindustrial, bastaba para incentivar la confianza.
Lejos de haber aprendido la lección, el equipo económico de Massa está elucubrando nuevas posibles medidas para intentar incentivar la venta de soja, pero con ideas que son tan disparatadas como cómicas.
Mientras tanto, siguen dañando el precio interno de la soja, lo que implica que continúan promoviendo desincentivos entre los principales “fabricantes” de divisas presentes en el país. Y eso sucede cuando miles de empresas están cerrando o interrumpiendo operaciones por no disponer de insumos o piezas importadas que no se elaboran en el mercado local. Decenas de miles de empleos están en riego. Toda la Argentina está caminando sobre un precipicio.
Y aquí estamos todos, esperando el próximo anuncio oficial, rezando para el mismo sea menos desatinado y absurdo que el anterior, al menos para intentar mantener, mientras sea posible, las apariencias.