“¿Le gusta, seño?”, pregunta el chico de unos 7 años mientras extiende una tiza tallada con un sacapuntas.
Así comienza la historia de Tomás Franzoi, escultor en madera que en 2017 reemplazó las gubias y el martillo por la motosierra, lo cual le permitió realizar obras de mayor envergadura en menos tiempo, y descansar los brazos y los hombros. Hoy es un reconocido artista que ha recibido numerosos premios y que viaja por el mundo dando capacitaciones y participando de encuentros de arte. Y todo con el apoyo de su esposa Magdalena y sus tres hijos.
Oriundo de Avellaneda, en el norte de Santa Fe, a los 10 años ya empezó a tallar “más seriamente” (¡10 años!) al tomar clases en un centro cultural del barrio y luego de que su padre le enseñara a dibujar. Sus profes en seguida le dijeron que tenía talento (ganó un concurso y rápidamente empezó a vender sus piezas a familiares y conocidos), pero por las dudas, al terminar el secundario, hizo el profesorado de educación física con la idea de tener un trabajo seguro.
“Ejercí muy poco tiempo porque ya en ese entonces me llegaban muchos pedidos de escultura y tenía que elegir; además había muchos profes que buscaban trabajo y yo sentía que tenía que dejar ese espacio libre porque podía dar más en el arte”, recuerda. “No soy fanático del deporte pero me gusta la vida al aire libre y la recreación. Hago gimnasia en casa y siempre estoy en movimiento porque el cuerpo es mi herramienta principal y como lo que hago es pesado, tengo que mantenerme en buen estado. La motosierra me ha alivianado el trabajo y genera menos impacto en hombros y codo”.
Durante 30 años Tomás trabajó con la técnica tradicional de escultura con las herramientas antes mencionadas, pero el problema es que las obras le llevaban demasiadas horas, lo cual encarecía el precio y por lo tanto complicaba la venta, “todo un tema en el mundo del arte”. Además, cuenta que se sentía un poco estancado haciendo siempre lo mismo y que tenía ganas de innovar. Y sí, desde que asumió Milei le hacen los inevitables chistes con “la moto” aunque no le simpatiza la analogía.
-¿Cómo arrancó con la motosierra?
-Yo veía que la usaban escultores en los campeonatos de Alemania e Italia y tenía ganas de probar. En Avellaneda cada dos años se realiza una bienal de arte escultorio internacional y en la edición de octubre de 2016 me animé a probar la motosierra y me resultó muy amigable, sentía que solo estaba cambiando de herramienta. Justo me vio una persona que organizaba eventos en Chile y me invitó, lo cual me permitió llevar mi arte más allá de lo local. Y de pronto ahí estaba yo, unos meses más tarde, en febrero de 2017 en un encuentro con los escultores que yo veía por las redes.
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-El apoyo de Stihl, ¿cómo llegó?
-Fui al concesionario de mi ciudad a hablar. La familia Rivero creyó en mí, decidió apoyarme y me dan todo lo que necesite. Fue una decisión local y familiar.
-¿En qué se inspira para sus obras?
-Entiendo mi trabajo como una forma de pintar un paisaje y de contar una historia, tal como lo hacen Luis Landriscina o el cantautor Mario Bofil. Me interesa que la obra no sea solo un recurso estético sino que sirva para explicar un momento o vivencia, por eso las esculturas como “Maestra del interior” (donde se ve a una mujer haciendo dedo) e “Hijo de pescador”, entre otras.
-También hay una serie de obras suyas vinculadas a la religión…
-Así es. Tiene que ver con mi identidad, ya que en los noventa pertenecí a varios grupos católicos de jóvenes… y también tiene que ver con lo terco que fui.
-¿En qué sentido?
-Porque hace muchos años que en la escultura se usa lo abstracto y no lo figurativo, es decir, no lo que representa la realidad. Me decían que lo mío eran adornos, apenas artesanías, como algo despectivo. Por eso soy uno de los pocos escultores figurativos de Argentina que puede reflejar el sentimiento religioso y que, a la vez, la figura esté anatómicamente bien hecha. No he realizado estudios formales o académico de arte, pero estudio mucho. Tampoco me defino como autodidacta porque creo que uno no aprende solo, sino mirando a otros y junto a otros. De chico me iba al cementerio a ver cómo estaban hechos los cristos y los ángeles; hoy me inspira el Renacimiento pero aprendo de los escultores vivos.
-¿Lo critican por usar árboles para sus esculturas?
-Siempre hay alguno. Lo que pasa es que la gente no sabe que los troncos que usamos son de árboles que ya “no son”. Me refiero a que son árboles que se secaron o que se quitaron porque en las veredas son un peligro. También pasa que a veces se acercan familias que tienen que quitar un árbol que plantó un tatarabuelo y me lo ofrecen para una escultura y así rescatar la memoria de ese familiar. Trabajo con lapacho, timbó y otras maderas nativas por una cuestión de identidad, porque tienen el ADN de nuestro territorio.
-¿Hoy vive de la escultura?
-Es mi principal trabajo, pero también doy clases de tallado en madera en el mismo centro cultural donde yo aprendí de chico. Y desde 2019 soy presidente del concejo municipal de Avellaneda.
-Qué sorpresa. ¿Y se llevan bien el arte y la política?
-No son tan distintas, ambas pueden ser herramientas transformadoras. En mi caso, conozco a toda la gente de mi equipo, sé quién es y cómo es cada uno; no hubiera sido concejal de otro lugar porque la política de lo partidario y el lobby no me interesan. Lo que me interesa es tener la oportunidad de acompañar el crecimiento de una ciudad que me dio un marco donde un pibe con todo en contra como era yo, pudo salir adelante. Me dio la oportunidad de generar algo y luego me dio el marco para crecer.
-Es como devolver algo…
-Es el orgullo de decir: “yo formé parte de la gestión de mi ciudad y no miré para otro lado”. Porque de afuera es muy fácil criticar y desde adentro todo es más complejo y se aprende muchísimo; yo no voy a ser el mismo cuando termine el mandato en 2027. Pero quiero volver a dedicarme más al taller porque tengo trabajos atrasados. Por ejemplo, ahora tengo encargado una escultura del cura Brochero, que trabajaremos con un artista que hará la policromía. En mayo iré a Italia a hacer una residencia artística donde tengo empezada una obra muy grande y voy a dar un curso de motosierra. Luego me toca ir a Paraguay, a los Países Bajos y a Alemania, donde estamos trabajando en una obra que recrea La última cena, de Leonardo, pero en tamaño real; la mesa tiene 9 metros y medio…
-Como creyente, ¿considera que Dios guía su trabajo artístico?
-Él está en todo lo que hago, no solo en la escultura. El concepto con el que organizo mi vida tiene que ver con lo que Él espera de mí y yo de Él. Cuando uno hace algo por los otros (ya sea un voluntariado o un trabajo remunerado) y solo lo hace por los otros sin encontrar algo para sí mismo, le está errando. Y a la vez, cuando uno hace algo para uno mismo y nadie más se beneficia, también le está errando.
-¿Por qué?
-Porque no es necesario dividir entre uno y los demás. Porque en esencia, todos somos uno.
Excelente nota… Gracias
Raro que este medio publique una entrevista donde el entrevistado ( lo escribo asi para que entiendan todos, jaja) no se queja de “70 años de peronismo”