A pesar de que el mercado de fertilizantes ha crecido con fuerza en los últimos años, hoy la Argentina necesita teóricamente duplicar su consumo de fertilizantes para mantener y asegurar la productividad agrícola ante la pérdida de nutrientes en los suelos. Si esto ya parecía una misión muy difícil en tiempos normales, ahora suena imposible frente a la escalada de precios que vienen registrando estos insumos.
Esta semana, la Fundación FADA precisó que en los últimos 15 meses el precio de la UREA se incrementó 170% y los del PDA 155% en dólares. En 2020, Argentina importó el 61% de la oferta doméstica de fertilizantes nitrogenados y el 79% de los fosfatados. Los fuertes aumentos se deben a una serie de factores, pero han recrudecido ante el temor a la falta de abastecimiento mundial como producto del conflicto entre Rusia y Ucrania.
En este escenario, la pregunta es obvia: ¿Tienen alternativas los productores para reducir el impacto de la factura de los fertilizantes?
Según un informe elaborado por la Bolsa de Comercio de Rosario, Argentina consumió 5.3 millones de toneladas de fertilizantes en 2020, siendo los principales los nitrogenados (urea, nitrato de amonio calcáreo), seguidos por los fosforados (fosfato monoamónico y el fosfato diamónico, más conocidos como MAP y DAP).
En febrero de este año, según datos oficiales, se importaron 56 toneladas de urea a un precio FOB de 1.113 dólares por tonelada, y 1968 toneladas de fosfato monoamónico (MAP) con un precio FOB promedio de 952 dólares por tonelada. De acuerdo a la zona y al volumen adquirido, algunos productores alertaron haber pagado entre 1.000 y 1.500 dólares la tonelada de este insumo.
“Hoy lo que hay que recomendarle al productor es mejorar los diagnósticos, saber con punto y coma cuántos nutrientes requiere lo que va a hacer. No hay margen para poner porque sí, por los precios y por la disponibilidad. Este año, el diagnostico cobra una importancia superlativa”, dijo a Bichos de Campo Fernanda González Sanjuan, directora ejecutiva de la asociación civil Fertilizar, que agrupa a las empresas distribuidoras y al INTA.
A continuación detalló: “Los nutrientes no se fabrican, están en algún lugar en el ambiente. Lo que buscamos con fertilizantes, con bacterias, con residuos orgánicos, es acercarlos a la planta. Nosotros hablamos siempre de los fertilizantes minerales porque la cantidad de nutrientes que necesita el sistema productivo para generar alimentos es mucha. Vos podes tener algún residuo orgánico para reciclar, como el guano de pollo, el residuo de un tambo o los barros de cloacas, pero vos no fabricas desechos. Eso es finito”.
-¿Desde tu visión, entonces, no se podrían reemplazar esos insumos por otros?– le preguntamos a González.
-Claro. En Argentina no existen suelos a los que le sobren los nutrientes, con lo cual vos podes poner una bacteria que te arrime algo que esté por ahí dando vueltas, pero necesitas el nutriente, que lo tenés que poner con un fertilizante, ya sea orgánico o mineral, el que se consiga. También se deberá revisar la rotación de los cultivos para controlar el manejo, por ejemplo en vez de trigo hacer arvejas que no necesita tanto nitrógeno, pensar en cultivos de servicio y hacer agricultura por ambientes, para aplicar insumos sólo a donde se necesita.
Desde el sector de los bioinsumos, en cambio, sí se considera que se puede llegar a reemplazar a los fertilizantes comerciales, a través del uso de bio-regeneradores que ayuden a reconvertir la producción.
“El mal manejo que se viene haciendo durante tantos años ha hecho que se altere la microflora de ese suelo, y que ahora tengamos que bio-regenerarla para que ese suelo sea sustentable y sostenible en el tiempo. Con la aplicación de los insumos que ahora están en desarrollo se podrían reemplazar a lo largo del tiempo a los fertilizantes químicos”, indicó Roberto Rapela, presidente de la Cámara Argentina de Bioinsumos (CABIO), a Bichos de Campo.
¿Y cuáles serían esos insumos biológicos alternativos? Para Rapela una opción para reemplazar la urea sería la aplicación de productos con formación de aminoácidos de origen vegetal o levógiros. Eso combinado con compuestos nitrogenados podría mejorar incluso la acidez en el suelo.
“El nitrato de amonio, por ejemplo, produce una acidez muy importante que actúa sobre la microbiota del suelo y mata a los microorganismos que están alrededor. Para estabilizar esa acidez, los microorganismos y las plantas tienen que trabajar y gastar mucha energía para llevarla a su nivel de nuevo, por lo tanto tenemos la posibilidad reemplazarlo con microorganismos fijadores de nitrógeno. Eso junto con aminoácidos de origen vegetal permitirían reemplazar la urea que nosotros ponemos”, afirmó el presidente.
-¿Qué costo relativo tienen esos productos por sobre los fertilizantes tradicionales?- le preguntamos a Rapela.
-Los costos son iguales o menores que los productos químicos. Hoy es tan importante el desarrollo de los bioinsumos en Argentina, y en el mundo, que todo eso ha favorecido costos realmente accesibles. Lo que ocurre es que en todo sistema biológico, la recuperación del suelo tiene una transición, por eso lo ideal es en un principio utilizar los productos químicos en un menor porcentaje, agregarle los productos biológicos y lentamente ir transformando ese suelo, que lleva tiempo.
Si bien esto significa una buena noticia para los productores, lo cierto es que cualquier intento de transición llevará tiempo y estas alternativas no se verán en funcionamiento de forma extensiva en las próximas campañas.
En este sentido Juan Pablo Britcha, presidente de AgroAdvance Technology y miembro del directorio de CABIO, explicó a Bichos de Campo que es fundamental pensar en la complementariedad de tecnologías.
“Acá no se trata de quién es mejor o peor. Yo creo que van a surgir diversos productos próximamente que puedan complementarse, y se podrá empezar a trabajar en la fertilización mixta, es decir una parte biológica y una parte química. Eso es factible y está cada vez más cerca. Hay una tendencia global que son los requerimientos que está exigiendo Europa para los próximos años: producir al 50% del uso de fertilizantes y agroquímicos. Por ende indiscutiblemente las tecnologías van a ir mejorando y siendo complementarias”, aseguró Britcha.
“Las soluciones existen y uno podría buscar alternativas biológicas que complementen esta situación. Y cuando mires los números, podrás ver una diferencia interesante en lo que son los costos. Hoy se habla de que los biológicos son muy caros, eso depende de con que ojo lo mires. Probablemente haya insumos que no lo sean tanto en relación al beneficio que te traen”, agregó el especialista.