Hay una incipiente nueva forma de entender la agricultura. Quienes la llevan adelante, la catalogan como la nueva agricultura, que vino para quedarse. Además, promete cambiar la matiz cultural de la producción agrícola.
La irrupción de nuevos cultivos capaces de convertirse en biocombustibles para la aviación, están generando más dudas que certezas en una amplia gama de productores y asesores que deben tomar la decisión de sembrar cada año.
Entre estos cultivos están la camelina y la carinata, que se unieron para rescatar del olvido a una prima conocida, que es la colza. En conjunto, estos tres cultivos tienen la cancha lista para desenvolverse y sumar hectáreas y conocimiento. Entre ellas, se podría abastecer una buena parte de la demanda de combustibles, reemplazando los de origen fósil.
En Argentina hay un buen contexto para que estos cultivos se expandan, las condiciones están dadas para eso. En el caso de la camelina, se puede sembrar en invierno, resiste heladas, no retrasa ni complica la campaña de verano, y puede aportar beneficios agronómicos al suelo que aprovecharán los siguientes. También hay buenas condiciones comerciales por ahora, que hacen aún más atractiva su siembra. Es un cultivo de servicio que otorga renta.
Sin embargo, la gran mayoría de los productores no se decide por implantarlo en sus campos, dejando el mismo libre o en barbecho, el principal competidor en área de la camelina. Por concepciones culturales, de manejo, o no querer arriesgarse, la adopción por ahora es muy baja.
En muchos casos la incertidumbre respecto a los márgenes y números que el sector agropecuario maneja no dejan mucho lugar a la innovación, y lo más habitual es encontrar planteos defensivos, es decir, sin arriesgar mucho para poder recuperar la inversión de la siembra.
Aun así, hay quienes están impulsando este cultivo para que se termine de meter definitivamente en el escenario productivo, y sea una opción como cualquier otra.
Si vamos a los números, la camelina ocupó cerca de 30 mil hectáreas esta campaña de invierno, con resultados dispares. Quienes la impulsan, dicen que se podrían aprovechar las casi 15 millones de hectáreas que en invierno quedan en barbecho. Ese es el rival de la camelina.
Es por esto que Yuri Herreras, fundador de una compañía en 2010 para desarrollar el cultivo, cree que para la camelina el camino no será fácil, pero tampoco imposible. “Hay un tema cultural. Es un cultivo nuevo, eso es evidente. Y todo lo nuevo tiene que demostrar que puede entregar lo que promete, y ese es un punto clave”.
En ese sendero, Herreras explica a Bichos de Campo los elementos restantes para lograr un crecimiento en Sudamérica: “Desde el punto de vista de las semillas no le vemos ningún tipo de problema. Venimos escalando en producción de semillas y ahí no le vemos ningún freno. Desde un punto de vista del crash, en concreto Argentina tiene mucha capacidad de crash que no está bien empleada, con lo cual, con una modificación e inversiones modestas en las plantas que ya existen se puede producir y se puede hacer crash de camelina sin ningún tipo de problema. Luego viene la tercera pata que es el cliente final y garantizar que realmente haya una demanda lo suficientemente potente como para tirar de todas estas millones de hectáreas”.
Mirá la entrevista completa con Yuri Herreras:
Herreras está al mando de Camelina Company, un emprendimiento que comenzó en Europa, y hoy busca que el mejoramiento y las condiciones de siembra para los productores de ambos continentes sean óptimas.
Según explica, la empresa se creó porque “en 2008 salió una nueva legislación en Europa que empezaba a promover energías renovables y, en concreto, de manera muy potente, biocombustibles, lo que en aquel momento eran los biocombustibles de primera generación”.
El directivo explica también: “Ya se empezaba a hablar de sustentabilidad. Lo que vimos es que con las proyecciones de la cantidad de biocombustible que se iba a requerir, junto con las normas de sustentabilidad que venían, no iba a haber suficiente materia prima con los cultivos alimentarios que se estaban empleando de primera generación, que son fundamentalmente soja, canola y girasol, y palma. Hicimos un estudio, probamos en diferentes regiones diferentes tipos de cultivos, desde algunos que eran arbustos, otros que eran herbáceos, cultivos anuales, y nos encajó mucho las características a las bondades que tiene una camelina”.
Es así como comienza el camino de la camelina como cultivo pensado para su industrialización. Según dice Yuri, la idea no era reemplazar un cultivo que ya existiese en la rotación del productor, sino que fuese adicional. Y rentable.
Para Argentina, Herreras augura un buen potencial de crecimiento. “En Argentina tienes cultivo de renta de verano y tienes muchísimos millones de hectáreas: 25 millones de hectáreas de soja y maíz. Pero no tienes 25 millones de hectáreas de cultivos de invierno. Entonces justamente el foco era que nosotros no vamos a desplazar ni el cultivo de verano, que es el cultivo principal. No queremos desplazar los cultivos que se estén haciendo en invierno, queremos ir a complementarlos. Y en Argentina, por ejemplo, vemos entre 10 y 15 millones de hectáreas fácilmente de cultivos de barbecho en invierno”.