Los últimos datos publicados por la Secretaría de Agricultura confirman lo que ya todo el mundo sabe: por culpa de la fortísima sequía la cosecha de soja de este año se redujo de 45 millones de toneladas a solo 25 millones (aunque los privados dicen que la caída fue peor todavía). Estos granos que nos faltan repercuten sobre toda la economía, más allá del desmanejo de los políticos. Aunque no la comamos, la soja nos da de comer a todos los argentinos. La malaria actual y los problemas con el dólar son la mejor evidencia.
¿Por qué fue tan fuerte la merma productiva? Una buena explicación se escuchó este miércoles en la jornada de actualización técnica (JAT2023) organizada en Pilar por GDM (Grupo Don Mario), el principal proveedor de semillas de soja del país y uno de los grandes jugadores globales en ese cultivo. El joven gerente de Desarrollo de GDM, Jerónimo Constanzi, mostró un cuadro que define claramente por qué el ser humano (en este caso, productores, agrónomos y compañías agrícolas) no pudieron evitar esta debacle de los rendimientos de la soja durante la campaña 2022/23. Dice que de la productividad promedio de la soja, el 65% es determinada por las condiciones ambientales (como la calidad del suelo y precisamente la escasez de lluvias) y solo 35% responde a cosas que se pueden decidir técnicamente.
Es decir que contra una sequía de la magnitud que tuvimos, muy poco era lo que se podía hacer.
En una campaña para el olvido, que ya está dando paso a un nuevo ciclo (que promete tener un nivel adecuado de lluvias), la cosecha de soja cayó tan violentamente porque -sobre una superficie sembrada pareja de 16 millones de hectáreas- los rendimientos promedios nacionales retrocedieron de 29 quintales a unos 15 quintales, el equivalente a 1.500 kilos por hectárea. Eso son los promedios nacionales. En un año llovedor, en buenos campos y con la última tecnología, los techos están mucho más altos, por sobre los 6.000 kilos.
Es allí, en ese 35%, donde entonces pueden incidir empresas como Don Mario o las otras semilleras. Es lo que vienen haciendo año tras año (aunque en la Argentina a menor velocidad que en otros países productores de soja del mundo, por nuestros propios retardos históricos como la falta de una Ley de Semillas), ofertando al mercado local nuevas variedades que van seleccionando en base a determinados atributos. Don Mario tiene ensayos en 300 localidades de Argentina y Brasil, donde va seleccionando las mejores plantas, descartando de a miles para dejar solo unas pocas de ellas.
A esta oferta de variedades, esta y otras empresas desde hace 25 años les van sumando tecnologías (básicamente transgénicos). La combinación entre germoplasma y biotecnología deberían hacer que los rendimientos -en años normales- sean cada vez mayores. Es lo que ha venido sucediendo. Pero siempre sobre ese 35% que puede manejar el hombre.
GDM ya es un grupo internacional, una multinacional de origen argentino con presencia en Estados Unidos y Brasil, las dos grandes potencias sojeras. Pero no descuida su esencia ni desconoce sus raíces en Chacabuco, en la década de los 80. Por eso en esta reunión presentó algunas nuevas variedades de soja para que los productores argentinos puedan tener su revancha en la campaña 2023/24, cuya siembra se inicia en pocas semanas. Sería en balde detenernos en cada una de los semillas nuevas que introducirán en el mercado: Nos enredaríamos con los complicados códigos que utilizan para identificar esas nuevas semillas y aburriríamos a nuestros lectores, que perfectamente pueden acudir a los catálogos.
Lo importante es lo que esos lanzamientos simbolizan: Por un lado, son la muestra viva de una comunidad agrícola que pide revancha. Pero por el otro, permiten hurgar las tendencias que guían el trabajo cotidiano en una empresa semillera global de la talla de GDM. ¿Cómo hacen para mejorar la productividad de la soja en el 35% que les toca? Sobre todo porque su objetivo central, la genética que se obtiene en semillas de calidad, no es el único factor que incide para lograr más kilos.
Al mostrar el siguiente cuadro, el propio Jerónimo marcó que esa incidencia (la del germoplasma) es bastante más limitada de lo que uno se cree y que los rindes se potencian con múltiples factores.
Como se ve, hay múltiples factores y prácticas agronómicas que impactan en la formación de los rendimientos de un cultivo de soja, que pueden ser decididos por el hombre. La fecha de siembra es determinante y también lo son el control de malezas, la genética y una buena fertilización. Todo puede en una microregión agrícola impactar en unos kilos de más o menos al momento de la cosecha.
Aquí llega lo que, a criterio de este cronista bastante modesto en conocimientos agronómicos, está marcando el sendero del trabajo de GDM, y que está muy a tono con lo que sucede en otras grandes compañías agrícolas globales: la violenta irrupción de la agricultura de datos o digital, y que permite a un productor contar con tanta información sobre cada parcela sembrada de modo tal de poder actuar con precisión de cirujano sobre cada una de estas variables que definen el rinde. Al menos en el 35% que le toca a los humanos.
Para la nueva campaña, Don Mario seleccionó una paleta de nuevas semillas, muy competitivas en rendimiento y adaptadas a los diferentes ciclos y regiones. Ahí va el germoplasma. Cinco de estas nuevas variedades tenían dos genes o eventos fruto de la biotecnología, como son la soja Enlist (aprobada en 2021) y la soja Conkesta (aprobada en 2022), que le confieren tolerancia a una serie de herbicidas pero también, en el segundo caso, un amplio abanico de control de plagas. ¿Pero será suficiente con eso para levantar los rendimientos?
Se nota que no.
“Como empresa de germoplasma siempre tuvimos el objetivo en maximizar el rendimiento. Y siempre hablábamos de recomendaciones, por fecha de siembra, densidad en macro y microregiones. Pero hoy sin duda dejamos de hablar de lotes y empezamos a referirnos a sitios específicos, de un manejo intra-lote. Queremos quee toda la información que estamos recopilando esté disponibilizada (sic) para nuestros clientes”, dijo otro de los técnicos de GDM cuando le preguntaron sobre el lanzamiento de alguna plataforma propia para la agricultura digital.
Ahí llegó el turno de Constanzi, que reconoció que con lo hecho hasta ahora “sin duda que los rendimientos de la soja han ido evolucionando pero todavía se presentan grandes desafíos. Para 2050 habrá 9700 millones de habitantes. El 12% de la soja se produce en la Argentina, donde estamos sembrando 16 millones de hectáreas. Es evidente que necesitamos aumentar los rindes por unidad de superficie”, contextualizó.
Jerónimo confirmó que en los últimos años la estrategia, además de sostener una oferta diferencial de germoplasma que además incluya la última biotecnología), fue comenzar a manejar el concepto de “sitio específico”, para poder entender la enorme variabilidad productiva (de rindes) que existen en un mismo predio agrícola. “Ahí hay muchas variables que puede manejar el hombre, como la densidad, el distanciamiento, las fechas de siembra, la calidad de siembra”, enumeró.
Contó que desde hace varias campañas GDM viene relevando 40 variables climáticas, químicas y físicas para tratar de determinar cómo impactan -mediante modelos analíticos complejos- en cada una de las regiones. Por ejemplo, en el oeste arenoso ya saben que la presencia de la napa (a entre 1 y 2 metros de la superficie) es determinante para tener un buen rendimiento, pues puede sumar hasta 800 kilos por hectárea ya que la napa actúa como “estabilizadora” de los rindes cuando faltan lluvias en verano.
Así Constanzi fue sumando ejemplos: En el sur bonaerense para que la soja rinda es clave que haya lluvias en noviembre y diciembre. El efecto compactación del suelo puede sumar de 200 a 550 kilos. El efecto Fósforo (una adecuada disponibilidad de ese nutriente) más de 330 kilos. El efecto Boro unos 250 kilos. Se ganan unos 200 kilos con cobertura previa de los lotes. Y así hasta el infinito. Hay recomendaciones a seguir en las diferentes macro zonas agrícolas.
Pero ahora con la agricultura digital uno puede hacer recomendaciones para el interior de un lote, donde puede encontrar una diferencia de rendimientos de entre 200 y 600 kilos con mucha facilidad. En este caso, la red de ensayos de Don Mario se llama Envirotest y cuenta con 63 ensayos durante 6 campañas en 49 localidades. Allí el objetivo principal es ver “la intención entre genotipo y ambiente”.
Y así, al interior de cada tranquera, aparecen nuevas cosas por ajustar. Con la tecnología de la densidad variable de siembra, “ya tenemos información suficiente como para decir que -a partir de 200 kilos de variabilidad intra-lote- se pueden obtener 85 kilos de ganancia en soja”, dijo Jerónimo. También citó la “combinación de variedades”, es decir la utilización de dos semillas diferentes (pero parecidas, para que puedan ser cosechadas en la misma pasada), que permitirían ganancias de hasta 100 kilos por hectárea.
Luego de mostrar ensayos realizados en las diferentes zonas, el técnico redondeó en que haciendo este tipo de manejos sofisticados, pero no tan difíciles con la tecnología y la gran cantidad de información disponible, se pueden mejorar los rendimientos de una hectárea de soja en 9% promedio.
La pregunta que no había contestado antes su compañero la contestó Constanzi: toda esta información la están volcando en un “recomendador” para que cada productor introduzca sus lotes, identifique las variabilidades que tiene allí y elija los mejores manejos, utilizando la densidad variable y hasta la genética variable. En la presentación, GDM la llamó “la agricultura del futuro”. En todo caso, es su salto de ser una empresa de germoplasma tradicional a una firma que también se subirá a la agricultura digital, con prescripciones cada vez más exactas a favor de los productores.
Para que puedan incidir cada vez más en el 35% que a ellos les toca en aquellos años en que la Naturaleza no se muestra impiadosa