“Una huella de calzado, de neumático o la dirección en la que va la huella, todo sirve”.
Miro el camino de tierra. Veo varias marcas y huellas, y es difícil discernir entre una u otra; será que todo es igual para un ojo que no sabe mirar. Son las 4 de la tarde de un día de semana en la ciudad de Tres Lomas, bien al oeste de la provincia de Buenos Aires, cerquita de La Pampa.
Quien me habla es Gustavo Rivas, comisario inspector, jefe del comando rural de “prevención y disuasión del delito y faltas en general” de Tres Lomas. Y lo que describe es parte de la respuesta a mi pregunta de cómo se procede cuando alguien denuncia abigeato (o cualquier tipo de robo o delito).
“Vamos al lugar donde ocurrió el hecho, se llama a la (policía) Científica, y se buscan pistas, indicios que nos permitan encontrar a la persona que cometió el delito”, explica mientras recorremos parte de los 800 kilómetros de camino rural que tiene bajo su cargo y el de su equipo, que se compone de 22 efectivos del comando más dos personas en administración.
Claro que no es fácil cubrir tantos kilómetros donde en un recodo puede haber alguien que espera que pase la camioneta del comando para hacer de las suyas. Por eso el comisario me cuenta que la estrategia consiste en dividir esa superficie en cuadrículas y colocar un móvil en cada una de ellas (hay tres vehículos en total).
Bueno, en verdad esa es una pequeña parte de la estrategia, porque la base de todo es la disuasión y la prevención del delito, que tiene mucho que ver con “la confianza” (esta última palabra me queda rebotando en la mente).
“La clave de todo es la prevención. Por eso desde que estoy a cargo de este comando, hace ya doce años, me he dedicado a trabajar en este aspecto, que a su vez se basa en haberse ganado la confianza de las personas de la zona rural de Tres Lomas”, resume Rivas. “Todos los días tenemos entrevistas con los productores para generar un acercamiento, conocer sus inquietudes y que se sientan protegidos; el contacto personal y continuo es la única forma de que esto funcione”, enfatiza.
Justo en el momento en que Rivas dice esta frase pasa a nuestro lado un vecino en una camioneta y toca una bocina corta a modo de saludo. Rivas sonríe y responde. Observo ese pequeño gesto y pienso en lo distinta que es la relación que tenemos con la policía quienes vivimos en el conurbano: no solo no conocemos a ninguno de los efectivos –ni siquiera de la comisaría del barrio- sino que aún hoy nos sobrevuela cierto temor y desconfianza. Le digo esto a Rivas. Sabe de qué hablo. Asiente sin dejar de mirar el camino.
“Por eso insisto en que es tan importante el contacto diario personal y no solo telefónico o desde las redes. Cara a cara se dicen más cosas, cosas que a lo mejor no se dicen por wasap, y gracias a esta comunicación hemos logrado evitar delitos y problemas, porque los productores sienten que pueden llamarnos y avisarnos si ven algo que les parece raro. Y eso es clave, porque la superficie a vigilar es grande, no hay cámaras de seguridad y en muchos campos de noche no hay nadie, así que esto ayuda mucho a que nuestra tarea sea más eficiente”.
Vuelvo a hacer la comparación mental con el conurbano. Pienso que sería bueno tener un mayor contacto con el comisario local para disipar fantasmas y empezar a sentirnos más seguros. Incluso, para animarnos a hace la denuncia por algo aparentemente banal pero cotidiano (como el robo de una bicicleta) sin sentir que es en vano o que uno, como víctima, incluso está haciendo el ridículo al ir a la comisaría a contar lo que pasó. Miro a mi alrededor y, efectivamente, no se ve a nadie en los caminos ni en los campos; y eso que es un jueves por la tarde. Entonces me digo que quizás en una ciudad con cientos de miles de habitantes y una violencia que escala, no es tan fácil lograr esto que me gustaría. Pero no lo sé, me queda la duda.
La construcción de la confianza, cuenta Rivas, se fue dando paso a paso. Un ejemplo: durante el encierro que produjo la pandemia la policía rural fue la encargada de repartir las cajas de comida a los alumnos con domicilio en zona rural y que no podían ir a las escuelas a retirarlas. Y eso generó un vínculo con las familias que dura hasta el día de hoy, ya que actualmente el comando se encarga de llevar esas cajas a las escuelas y ya hay chicos que, como los conocen desde hace años, los saludan con familiaridad y afecto.
“La policía, además de trabajar en la prevención del delito, da un servicio general a la comunidad. Desde el comando rural colaboramos con la comisaría local en el control del tránsito y en situaciones de conflicto, por ejemplo a la salida de los boliches donde suele haber algunos inconvenientes”, explica Rivas, “porque todos somos policías aunque tengamos uniformes de distinto color”.
Además del abigeato, el comisario describe que las tareas más comunes del comando rural tienen que ver con delitos vinculados al robo de granos y también a la violencia de género, tema en el cual trabajan con la comisaría de la mujer, donde hay especialistas.
-¿Cómo es el procedimiento en estos casos?
-Cuando alguien nos llama describiendo una situación de violencia vamos al lugar y lo primero es separar a la pareja. Averiguamos qué pasa, se le informa al fiscal de Trenque Lauquen y según la gravedad del hecho o lo que la mujer decida, se la acompaña a realizar la denuncia.
-¿Qué pasa cuando la situación se repite más de una vez con la misma pareja?
-Es algo que ocurre con frecuencia, que la mujer vuelve a la casa donde hubo el conflicto y esto ocurre por muchos motivos que exceden nuestra tarea de prevención y cuidado. Desde nuestro lugar como comando rural, nosotros debemos acudir todas las veces que nos llamen y es en la comisaria de la mujer donde se realiza el asesoramiento legal o apoyo psicológico.
-Usted enfatiza la importancia de generar confianza en el productor y en los vecinos en general. ¿Cree que lo ha logrado?
-Antes había una mirada más negativa sobre la policía y creo que eso ha cambiado, al menos es en lo que trabajamos desde hace años y considero que hemos avanzado. Si queremos que nos respeten tenemos que respetar primero nosotros. Ese es mi lema y es tan básico que parece que no hace falta mencionarlo, pero eso es lo que hace años le digo a mi gente.
-¿Realmente la policía está “al servicio de la comunidad”?
-Nuestro trabajo es estar al servicio de la comunidad y no, no es una frase vacía. Estar al servicio es bien concreto y se puede verificar en el día a día.
-¿Por ejemplo?
-Va desde lo más básico como controlar los movimientos de granos, agroquímicos y ganado pidiendo la documentación correspondiente, hasta ayudar a alguien que se quedó sin combustible en el medio del camino. También es estar disponibles para los llamados de los productores cuando ven algo que les resulta sospechoso o asistir, como nos ocurrió hace un tiempo, a una mamá que llegó con su bebé que no podía respirar y un efectivo femenino del equipo le hizo RCP y gracias a eso llegó respirando al hospital. Hay muchas formas de estar al servicio.
-De todos modos, siempre va a haber alguien que tenga suspicacias…
-Puede ser. Sin embargo, al menos acá en nuestra comunidad yo siento que nos miran distinto. Mi esposa y mis hijas están orgullosas del trabajo del comando, y para mí eso es muchísimo.