Uno de los argumentos preferidos de los defensores de los derechos de exportación es que, al reducir el valor interno de los granos, se estimula la competitividad de las industrias transformadoras de los mismos para generar mayor valor agregado en origen. El problema es que esa tesis, si bien puede resultar muy atractiva, no se cumple en la práctica.
Brasil es el tercer mayor productor de maíz y el segundo exportador del grano amarillo a nivel mundial. En las últimas veinte campañas la producción de maíz brasileño se triplicó y las exportaciones del cereal se multiplicaron por cinco.
Gracias a la estabilidad macroeconómica y a un sistema tributario que, lejos de castigar a quien produce, lo promueve con diferentes incentivos fiscales, Brasil logró emplear la creciente producción de maíz para potenciar el desarrollo del sector cárnico. Así fue como en las últimas dos décadas las exportaciones de carne bovina, porcina y aviar crecieron casi siete veces.
El equipo técnico de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) armó un gráfico muy didáctico en el cual puede apreciarse cómo Brasil pasó de exportar más carne que maíz en 1999 para despachar en la actualidad 5 toneladas de maíz por cada tonelada de carne exportada.
Esa política generó un valor agregado en origen descomunal. A modo de referencia, en el año 2020 el valor medio de la tonelada exportada de maíz brasileño fue de 170 u$s/tonelada, mientras que el precio promedio de las toneladas de carne exportadas fue de 2300 u$s/tonelada.
Argentina, que es el cuarto productor y tercer exportador de maíz en el mundo, ha transitado un camino muy diferente gracias a la elevada presión tributaria y las distorsiones comerciales y cambiarias implementadas en las últimas dos décadas por el Estado.
En los últimos 20 ciclos la producción de maíz argentino se triplicó y las exportaciones se multiplicaron 3,5 veces en volumen. A diferencia de Brasil, donde las exportaciones de carne crecieron en mayor proporción que las del grano sin procesar, en Argentina los despachos cárnicos se multiplicaron por tres en el período, es decir, muy por debajo del crecimiento de las exportaciones del grano.
Argentina no pudo aprovechar el insumo para potenciar las exportaciones de productos de mayor valor agregado, como la carne vacuna, porque las exportaciones estuvieron limitadas en gran parte del período por restricciones oficiales.
En 1997 Argentina exportaba una tonelada de carne por cada 36 de maíz. Esta diferencia logró reducirse en los primeros años del nuevo milenio, pero actualmente se ubica en torno a las 40 toneladas de maíz por tonelada de carne exportada.
Esta composición exportadora priva a la economía argentina de capturar el valor agregado que deriva de transformar la exportación de proteína vegetal en proteína animal. En 2020, el valor medio de la tonelada exportada de maíz argentino fue de 160 u$s/tonelada, mientras que el precio promedio de las toneladas de carne exportadas fue de 2780 u$s/tonelada.
¿Cómo hizo Brasil para “pasarle el trapo” a la Argentina en la producción de soja?