Claudia “La Pipi” Díaz, con 45 años de edad, es de escuchar El Necio, de Silvio Rodríguez. Todo lo piensa de modo social y comunitario, en “nosotros”, como mi amigo Carlos Barrios Silvia, que me la presentó.
Claudia nació en Pipinas, un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, en el extremo norte de la Bahía de Samborombón. Su padre fue trabajador rural en la estancia de Corcemar, empresa que dio vida a ese pueblo dedicando 2000 hectáreas a la ganadería y 500 a la extracción de conchillas, materia prima para producir el cemento Portland, llegando a tener el horno cementero más grande de América del Sur. Junto a la llegada del ferrocarril, y la construcción de un gran hotel en 1940, provocó un gran movimiento de gente, alcanzando a tener 3500 habitantes.
Esa región también se convirtió en una importante cuenca lechera. Claudia se acuerda que de niña repartía leche con sus dos hermanos, y de más grande, soda. En el año 1991 Corcemar fue comprada por Loma Negra, su principal competidora, pero en la crisis del 2001 quebró y fue desmantelada por ésta, llevándose hasta su cine. Hoy quedaron 900 pobladores.
Pipinas pertenecía al partido de Magdalena y La Pipi participó activamente en la gesta por la autonomía de los pueblos del sur, que en 1994 se concretó en la creación del municipio de Punta Indio, con el objeto de lograr una autonomía económica, sustentada en el turismo y la soberanía alimentaria, porque en esa región tienen como atractivo principal a la reserva de Biósfera “Parque Costero del Sur”.
Fue así como en 2004 Claudia participó de la creación de la Cooperativa de Trabajo “Pipinas Viva” para desarrollar un proyecto de turismo comunitario.
Los habitantes recuperaron y pusieron en valor el predio deportivo del club municipal y el viejo hotel del pueblo, para cuyo servicio gastronómico comenzaron a comprar pastas caseras, salamines, quesos, mermeladas, miel, pastelitos y cerveza artesanal de productores locales, quienes luego se pusieron a vender además en la feria municipal, sobre la ruta 36, al punto de que lograron vivir todo el año de sus producciones.
Por gracia del destino, la CONAE compró la vieja fábrica en el año 2014 para instalar allí un Polo Espacial con el lanzador de satélites “Tronador II” y necesitó alojar a sus ingenieros en el hotel, de modo que la Cooperativa pudo reinvertir en la colocación de calefactores y televisores en las habitaciones.
En 2013, durante el centenario de Pipinas, el muralista chileno Alejandro “Mono” González les había regalado un mural y propuesto la creación de un museo a cielo abierto, con murales, que concretó la museóloga Romina Peralta creando “El sendero de la chimenea”. En este sendero autoguiado se puede hoy recorrer, a través de 15 murales: los pueblos originarios que habitaban la región, la fauna y la flora de la Reserva de Biósfera, homenajes a personajes del pueblo, las producciones rurales y sobre todo la historia de la fábrica Corcemar.
Pero volvamos al año 1996, año en que Claudia estudiaba Comunicación Social y para solventar sus estudios trabajaba de camarera en el primer carrito de comidas del pueblo, sobre la ruta 36, cuyo dueño era Pedro Costa, pionero turístico de Pipinas.
Un día pasó a visitarlo su amigo, el arquitecto Jorge Guitelman, y le presentó a Claudia. Jorge resultó ser el fundador del diario El Pionero, director de Turismo de la Provincia de Buenos Aires y pregonero de una cultura de la hospitalidad como base del desarrollo social, por un turismo comunitario -en las antípodas del industrial- basado en el intercambio solidario y afectivo en el que los habitantes de los territorios sean los anfitriones y huéspedes.
La Pipi y Jorge empatizaron enseguida y éste la invitó a escribir en su diario. Al tiempo se integró a trabajar en turismo para el Estado provincial. Luego conoció a Teresa García, una secretaria que abrió el abanico del turismo provincial orientado a la costa atlántica para también dar vida a los pueblos olvidados desde el turismo comunitario.
Claudia fue haciendo carrera y su primera tarea en el Estado había sido relevar las pulperías y almacenes de ramos generales de toda la provincia. Hoy es Jefa del Departamento de Turismo Comunitario de la Provincia de Buenos Aires.
Ella ubicaba a Pipinas en el turismo “rural”, pero en el año 2006 conoció al antropólogo rural Hugo Ratier, quien hizo allí un trabajo de campo y le hizo ver que su pueblo tenía, sobre todo, un pasado industrial. También en el mismo año conoció una experiencia jujeña que desarrolló el turismo de base comunitaria en aquella provincia.
Luego, junto a Teresa, conoció dos experiencias de turismo, en Barker y en la Estación La Niña, que le inspiraron la necesidad de dialogar con el Estado sobre políticas públicas, a fin de buscar soluciones para esas pequeñas localidades que crecieron con el ferrocarril o con la gran fábrica, que un día cesaron en su actividad. Eso más el monocultivo de la soja que expulsó a muchos pequeños productores a las grandes ciudades, además de las crisis económicas que perjudicaron a los emprendedores. En ese contexto Claudia llegó a participar de la creación del Movimiento “Pueblos que laten”. En el año 2008 La Pipi escribió y logró que se ejecutara el Programa provincial “Pueblos Turísticos”. Hoy trabaja sobre 35 municipios.
La pandemia ha reconfigurado todo el territorio, que es como un caleidoscopio, dice Claudia. Sabe que tiene mucho por hacer pero en el camino descubrió que la gesta comunitaria, en la que todos los vecinos son protagonistas, es la que puede sostenerse en el tiempo a contrapelo de las sucesivas crisis.
Dice que “el turismo debe ser como la misma felicidad: debe construirse desde adentro hacia afuera”.
Le sonó el teléfono, la llamaba una emprendedora desconsolada, al borde de la quiebra, al no poder afrontar una deuda de cien mil pesos por el servicio de luz. Lo bueno de esto es que aquella mujer la llamó porque sabía que La Pipi haría lo imposible para salvarla, porque está llena de esperanza y, mientras sueña con un país más justo, no cesará de luchar por alcanzarlo.
La Pipi está agradecida de trabajar hoy en el Estado junto a Ana Shaposnick y de su hermano, “El Topo” José Díaz, que hace base en las políticas sociales, en Pipinas, mientras Claudia viaja por toda la provincia. Ella nos ha querido dejar la canción esperanzadora de Alfredo Zitarrosa, Crece desde el pie.