Se viene el Mundial de Fútbol Qatar 2022 y existe mucha expectativa sobre los posibles ganadores. Pero hace tiempo se viene jugando otro torneo clave, el “Mundial de la Hipocresía”, en el cual la Unión Europea y China se disputan el campeonato de manera indiscutida.
Esta semana se llevó a cabo en la ciudad de Buenos Aires la Conferencia Biodiésel Argentina 2022, organizada por Evonik Metilatos, en la cual algunas de las personas que más saben sobre el tema expusieron el estado actual del negocio agroenergético.
Siegfried Falk, analista agroindustrial de la consultora alemana OilWorld, mostró un dato curioso: mientras que las exportaciones argentinas de biodiésel están cuotificadas por parte de la Unión Europea (además de estar reguladas con precios máximos), en las últimas tres campañas las ventas chinas del biocombustible al mercado europeo se multiplicaron casi tres veces. De hecho, China ya dejó atrás a la Argentina como principal proveedor de biodiésel de la EU-27.
Si se tiene en cuenta, a priori, que la producción china de aceites vegetales –insumo base del biodiésel– se realiza fundamentalmente con granos importados, la verdad es que esa dinámica no parece muy razonable en términos económicos ni ambientales.
Pero eso se explica porque en 2018 la Unión Europea introdujo un cambio normativo orientado a incentivar el uso de biodiésel denominado “renovable”, el cual proviene, según el criterio de la EU-27, del aceite de cocina usado y el sebo bovino, mientras que la contrapartida de esa medida consistió en desincentivar el uso del biocombustible elaborado con aceites vegetales crudos. La cuestión es que la Comisión Europea no implementó ningún mecanismo orientado a garantizar la trazabilidad de que el denominado biodiésel “renovable” provenga de fuentes alternativas y no de las tradicionales.
Por suerte, James Fry, analista de mercados agroindustriales de la consultora británica LMC International, explicó sin “pelos en la lengua” cómo China llegó a transformarse (contra todo pronóstico) en el principal proveedor de biodiésel de Europa.
Fry comentó que resulta por demás llamativo que, a pesar de los encerramientos masivos instrumentados por el gobierno chino en su territorio, que generaron disrupciones enormes en el rubro gastronómico, las exportaciones chinas a la EU-27 tanto de aceite de cocina usado como de biodiésel elaborado con el mismo se incrementaron de manera gigantesca en los últimos años.
“¿Realmente pueden estar aumentando sus niveles de aceite usado de esa manera? Probablemente no”, disparó Fry, para luego resaltar que “hay una cuestión bastante siniestra ahí afuera”.
“Creo que el aceite usado de cocina (de China) es aceite de palma (importado) casi en forma pura”, dijo el analista británico. “No confío en los datos de producción informados por China de aceite usado”, remarcó por si quedaba alguna duda de su opinión.
Recolectar aceite usado en decenas de miles de negocios y hogares requiere un esfuerzo logístico enorme que luce oneroso y ridículo cuando se lo compara con la eficiencia de la grandes fábricas aceiteras sudamericanas.
Además, a diferencia de lo que sucede con el aceite de colza o girasol, el valor nutricional del aceite de soja es bajo y, por lo tanto, no existe incompatibilidad en cuanto a la seguridad alimentaria, a menos, claro, en lo que respecta a la elaboración industrial de “comida basura tapa arterias”, la cual, si se puede evitar, mejor.
El uso de aceite de soja proveniente de tierras libres de deforestación y gestionadas con buenas prácticas agrícolas es perfectamente sostenible para la fabricación de biodiésel. Si la Unión Europea no lo considera así, no es porque tenga un criterio técnico en el cual fundamentar esa postura, sino simplemente porque tiene el propósito de joder a los países del Mercosur para evitar que se transformen en una potencia agroindustrial. Así de simple.
Por su parte, Ernest Carter, analista de biocombustibles del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), mostró cómo el crecimiento proyectado de la producción y el consumo de biodiésel va a estar sustentando tanto en las fuentes tradicionales (aceite de palma, de soja y de colza) como en las alternativas (aceite usado de cocina y sebo bovino, entre otras). Y eso porque, además de la EU-27, algunos estados de la costa oeste de EE.UU., con California a la cabeza, están insistiendo también en la necesidad de restringir el uso de aceites vegetales crudos en la elaboración de biodiésel.
También expuso que la industria del transporte aéreo tiene una elevada huella de carbono y está en la mira de los reguladores de muchas naciones centrales, razón por la cual el sector está promoviendo múltiples iniciativas para comenzar a usar solamente “combustibles sostenibles” (Sustainable Aviation Fuel o por sus siglas SAF), los cuales son mayormente elaborados en base a aceites vegetales.
Existe una oportunidad de negocios enorme en ese rubro. No es casual que la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA por sus siglas en inglés), que agrupa a 290 compañías aéreas de todo el mundo, haya avalado un documento firmado por las principales entidades agroindustriales sudamericanas para solicitar a los gobiernos de la región que promuevan marcos normativos adecuados para la producción de biodiésel.
En ese sentido, la compañía brasileña BSBIOS, integrante de ECB Group, tiene un proyecto (Omega Green) para construir en Paraguay una mega fábrica de HVO (aceite vegetal hidro tratado) y SPK (queroseno parafino sintético, también conocido como sustainable aviation fuel) a partir de aceites vegetales y sebo bovino.
Erasmo Battistella, presidente de BSBIOS, comentó en el evento que los potenciales compradores europeos de HVO y SPK ya están solicitando que las fuentes de los mismos sean aceite usado y sebo bovino, cuando lo más eficiente, por lejos, es emplear los enormes volúmenes de aceite de soja presentes en la región.
El empresario brasileño dijo que la mejor manera de consolidar la autosuficiencia energética en Sudamérica es establecer una agenda de trabajo unificada en todos los países de la región. “Si tuviésemos una política regional común en biocombustibles en Sudamérica, tendríamos un mercado muy importante, especialmente porque somos súper competitivos cuando hablamos de costos de producción y huella de carbono”, expresó.
Evonik, la empresa organizadora del evento, cuenta con una planta productora de metilato de sodio en Puerto General San Martín, Santa Fe, la cual comenzó a operar en 2013. Se trata de un insumo clave para la elaboración de biodiésel.