En las principales naciones del mundo los biocombustibles son aliados de la industria petrolera porque, con la misma infraestructura, contribuyen a incrementar la oferta disponible de combustibles.
Gracias a los biocombustibles, EE.UU. pudo aprovechar los yacimientos fósiles no convencionales para transformarse a partir de 2020 en un exportador neto de petróleo, un factor clave para consolidar al dólar estadounidense como patrón monetario global ante la avanzada del yuan chino.
Gracias a los biocombustibles, Brasil pudo ahorrar cientos de miles de millones de dólares –como explicó Plinio Nastari en el Congreso Internacional del maíz realizado esta semana– y asegurar las reservas internacionales para fortalecer su propio moneda.
Néstor Kirchner entendió en su momento la importancia de ese recurso estratégico y promovió así en 2006 la sanción Ley Nº 26.093, por medio de la cual se incentivó el desarrollo de los biocombustibles.
Los problemas para el sector –y para el país en su conjunto– comenzaron en 2012 con la expropiación de YPF a la española Repsol, la cual, a modo de represalia, promovió la aplicación de derechos antidumping para bloquear el ingreso de biodiésel argentino la Unión Europea.
Cuando el kirchnerismo comprendió que YPF estaba muy lejos de ser una “vaca” de recursos gigantesca para financiar la “caja” política, comenzó a usar a usar a la industria de los biocombustibles como variable de ajuste de sus propias ineficiencias intrínsecas como extrínsecas.
Ese “manoseo” constante finalmente se plasmó en una nueva legislación (Ley Nº 27.640/2021) que se propuso descapitalizar al sector elaborador de biocombustibles con el doble propósito de intentar mejorar la situación de YPF y aumentar los ingresos por derechos de exportación de aceite de soja (insumo base del biodiésel).
Los que diseñaron tales políticas evidentemente no sabían que la producción mundial de petróleo de mayor calidad, necesario para elaborar gasoil, llegó a su máximo en la primera década de este siglo y muchos de los nuevos hidrocarburos líquidos que se vienen introduciendo en los últimos años –como el presente en los yacimientos patagónicos de Vaca Muerta– sirven para producir nafta, pero no gasoil.
Ese analfabetismo intelectual le costó al país quedarse sin disponibilidad gasoil en pleno período de cosecha de granos gruesos en 2022 y es el mismo –aunque el daño no sea tan visible– que requirió usar 949 millones de dólares para importar gasoil y nafta en los primeros siete meses de este año (¡cuando el Banco Central de la Argentina tiene reservas internacionales negativas!).
Esta semana ingresó al Congreso un proyecto de ley de biocombustibles diseñado por las provincias integrantes de la “Liga Bioenergética” (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Tucumán, Salta y Jujuy) que propone retomar la senda de crecimiento descontinuada en 2012.
BiocombustiblesLa iniciativa elimina los cupos de abastecimiento otorgados por el Estado a las empresas productoras y desregula el sistema oficial de fijación de precios de venta de biocombustibles destinados al corte obligatorio, de manera tal de promover la competencia entre privados mediante licitaciones. Además, se fija un tope a dichos valores, los cuales nunca pueden superar los precios de paridad de importación.
Tal como sucede en Brasil, el proyecto crea las bases para implementar un mercado de libre comercialización –por encima de las mezclas obligatorias– y autoriza los motores flex fuel y los kits de conversión para un mayor aprovechamiento de la materia prima nacional.
El proyecto inicia un camino de convergencia con el Mercosur, en donde la mezcla con bioetanol es en promedio del 24% versus un 12% en la Argentina. En el caso del biodiésel, el promedio de mezcla en el Mercosur es del 10% (20% en Brasil) versus un teórico del 7,5% en la Argentina que en los hechos no se cumple (se estima que el corte actual es del orden de 6,6%).
Argentina volvió al “mapa” del mundo occidental ante la necesidad de contar con proveedores alternativos de combustibles luego de que EE.UU. decidiera “cortar” los vínculos energéticos entre Rusia y la Unión Europea. En ese contexto geopolítico y económico, el desarrollo de los biocombustibles argentinos debe ir de la mano de las inversiones realizadas en los yacimientos no convencionales de hidrocarburos.
Lo que no pudo lograr Argentina por iniciativa propia, ahora puede ser reflotado por el impulso proveniente de las directrices del mundo. Ojalá no vuelva arruinarlo.
Producen Biodiesel a bajo costo en el campo y PYMES>>
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Exportada a 20 paises desde el año 2003, produce biodiesel de calidad a partir de cualquier aceite vegetal: crudo (sin desgomar) directo del prensado de semillas, o usado de coccion(UCO recogido en ciudades), con hasta 6% FFA’s.
Los innovadores modulos BD2 y BD4, en acero inoxidable, son maquinas accesibles que producen a muy bajo costo, de 200 a 6000 L/dia en mezclas sucesivas, con decantacion natural o forzada (opcion).
La reaccion es en temperatura alta y obtiene conversion 98-99% en un solo paso (la norma CEN14214 exige un contenido +96,5% de metilesteres).
– No se utiliza electronica alguna.
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– Llevan minimo mantenimiento y NO es obligatorio el “lavado” de este metilester.
** La empresa tambien ofrece el procesador BD2-G, que transforma el glicerol crudo en 100% alimento para ganado, y el modulo BD4-MGW para fabricar un 33% (v/v)de reusable biometanol y propilenglicol.
El biodiesel es ampliamente utilizado en motores diesel, por lo que Scania, Deutz, Valtra, MAN, New Holland, garantizan el uso de B100.
El metilester tambien se emplea como coadyuvante ecologico (MSO) para disminuir dosis en la aplicacion de agroquimicos toxicos y ademas es un herbicida biodegradable aprobado. Tambien se emplea para bioremediacion en derrames de petroleo.
Me parece exelente las nuevas medidas para potenciar los biocombustibles. Sin duda, hay que liberar todavia, varias cosas en Argentina.