Se podría decir que la Cooperativa Frutos de Río conecta a los pescadores con su gente. Es que a diez metros del Paraná, en la ciudad entrerriana de Victoria, hay un lugar donde el pescado llega fresco del río, se limpia a mano, se congela con cuidado y se vende directo al público. Sin intermediarios, sin vueltas, sin disfraces.
Es la cooperativa Frutos de Río, y aunque parezca un rincón más sobre la costa, es en realidad un pequeño motor de dignidad para los pescadores artesanales de la zona.
Allí, en esas costas del este entrerriano, los pescadores artesanales atraviesan condiciones de vida demasiado duras para los años que estamos viviendo. Saliendo a pescar bajo su propio riesgo, sin marco regulatorio de ningún tipo, sin ART ni nada parecido, deben tirarse al río los lunes y volver a la costa vitoriense entre jueves o viernes.
La escasez de pescado, los problemas que trae el dragado del canal principal del Paraná para que circulen por allí barcazas graneleras, hacen que cada excusión de pesca requiera de varias de viaje en canoa. Y eso es mucho combustible. También la pesca requiere de mucho hielo, para mantener las capturas en buen estado. También equipos de pesca como espineles o redes.
Esos son los insumos básicos de los pescadores, que luego de varios días lejos de sus familias y en la inmensidad de la isla, deben volver a puerto para entregar su mercadería a acopios y frigoríficos. En todos los casos, llegan sin saber lo que se les va a pagar, y si semejante esfuerzo valió la pena para salvar aunque sea los costos y que quede algo de ganancia, para llevar a las casas en la cuidad.
“Esta pescadería se dedica a comprarle el pescado al pescador, a sostenerlo, a abastecer a la gente de Victoria”, explica Hugo Centeno a Bichos de Campo, uno de los trabajadores de la cooperativa Frutos de Rïo, en el puerto de Victoria, que ofrece una alternativa nueva para los pescadores. Y una forma de esquivar los precios injustos. Y con esa frase lo dice todo: sostener al pescador y abastecer a la gente. Dos verbos que hoy valen más que nunca.
En tiempos donde el río ya no da lo que solía dar, donde el trabajo escasea y los precios muchas veces no cierran, Frutos de Río se transformó en una tabla de salvación para quienes todavía se ganan el mango mojándose los pies.
Esta historia se puede encontrar la última edición de Bichos de Campo TV, nuestra emisión audiovisual dedicada exclusivamente a conocer la realidad de la pesca artesanal, sus pobladores, sus protagonistas y sus deudas. El capítulo completo, que llamamos Bichos de Río, puede verse en la web.
Mirá la entrevista completa con Hugo Daniel Centeno, empleado de la cooperativa de pescadores Frutos de Río:
La lógica es sencilla y revolucionaria al mismo tiempo: los pescadores traen el pescado directamente desde la costa, lo entregan en la planta ubicada en zona puerto, y allí comienza un proceso cuidado que lo deja listo para el consumo. “Se pesa, se lava, pasa a la sala de fileteros donde se lo limpia, se le saca la espina, se vuelve a lavar, se le da un golpe de frío… y después se vende al público”, detalla Hugo con la tranquilidad de quien conoce cada paso del oficio.
Pero lo que hace especial a esta cooperativa no es solo el fileteo artesanal o el punto justo del congelado. Lo que hace especial a Frutos de Río es su manera de entender el comercio: pagarle mejor al que produce y cobrarle menos al que compra. “El frigorífico por ahí te exige muchas cosas y no paga bien. Acá se le paga bien al pescador. Además, se le brinda hielo, herramientas, muchas cosas que lo ayudan”, dice Hugo, y no hace falta agregar demasiado.
El resultado de este esquema solidario y directo es simple: el pescado es más barato para el público, más rentable para el pescador, y más fresco para todos. Sin rodeos. “La gente viene, compra el pescado y lo cocina en sus casas. Les gusta que los atendamos bien, que sepan de dónde viene la mercadería”, dice Hugo, mientras señala las bandejas limpias, ordenadas, listas para llevar.
La cooperativa tiene un local de venta al público donde se pueden conseguir sábalos, surubíes, dorados, algún patí, o un manduví, en postas o entero, bien fresco. Pescado por quienes lo venden.
En un país donde a veces el río parece más un límite que una posibilidad, la historia de esta cooperativa muestra lo contrario: que todavía hay formas de construir comunidad, de quedarse en el lugar propio y hacer las cosas bien.
Frutos de Río no es solo una pescadería sobre la costa. Es un puente. Entre el pescador y su gente. Entre el trabajo digno y el alimento real. Entre el Paraná y la mesa.