La economía argentina no tiene dólares suficientes. Y entre los billetes que ingresan y los que salen de esta economía desahuciada, en el rubro frutícola hay una situación que convoca a la perplejidad: el país gasta más divisas en la importación de bananas que las que obtiene por sus principales productos de exportación, los que lo distinguen en el mundo, como los limones o las peras. En total se destinan casi 300 millones de dólares anuales en la importación de la fruta tropical.
La estadística del INDEC marca que entre enero y septiembre de este año, la Argentina lleva importadas 341 mil toneladas de bananas por la módica suma de 183 millones de dólares. Es decir, viene pagando cada kilo de bananas a poco más de medio dólar o más exactamente 0,53. Son divisas que el Banco Central canjea a valor del dólar oficial y que aprovechan entonces la enorme brecha que existe con el dólar libre.
Desde que la economía argentina ha empezado a convivir nuevamente con esta brecha cambiaria, tras la crisis de fines de 2018, las importaciones de bananas no han parado de crecer. En 2019 se importaron 434 mil toneladas por 196 millones de dólares, y al año siguiente los volúmenes importados se incrementaron a casi medio millón de toneladas: fueron 470 mil toneladas por 243 millones de dólares. Al ritmo que llevan las importaciones en 2021, en tanto, es posible que este año se superen los 250 millones de dólares gastados en importar bananas.
El dólar oficial Banco Nación, según el cual se fijan el tipo de cambio para importaciones y exportaciones, está cotizando prácticamente a 100 pesos por unidad. Esto implica que en los ocho primeros meses del año la Argentina estuvo importando banana a un promedio mayorista de 53 pesos por kilo valor CIF. En el Mercado Central el valor de esa fruta a nivel mayorista en octubre oscilaba entre 81 y 140 pesos según su tamaño y su país de origen. La que más cotizaba era la banana grande de Ecuador, principal país del cual se provee la Argentina.
En sus recomendaciones de precios acordados con las empresas del rubro, la Corporación Mercado Central recomendaba vender la banana a no más de 155 pesos por kilo a nivel mayorista y con un top de 190 pesos en las verdulerías. Pero en realidad, en los supermercados hoy la banana ecuatoriana cotizaba a entre 160 y 250 pesos por kilo. Salta a la vista que desde el momento de la importación los valores se multiplican tres o cuatro veces cuando llegan al consumidor.
Mientras el negocio de la venta de banana importada marcha sobre rieles, no sucede lo mismo con las economías frutícolas de la Argentina, que exportan también sujetas a un dólar oficial que muchas veces apenas les permite cubrir sus costos productivos. Así, resulta que complejos exportadores de los cuales solía ufanarse la Argentina, como el limón o la pera, andan de capa caída y no logran producir las divisas necesarias para por lo menos compensar las crecientes importaciones bananeras.
Según los datos del propio INDEC recopilados por el Ministerio de Agricultura, el poderoso complejo limonero con asiento en el NOA había podido exportar entre enero y agosto de este año unas 260 mil toneladas de ese cítrico insignia de la Argentina, por 170 millones de dólares. Como la temporada está llegando a su fin, sería raro que estos valores mejoren mucho más.
Desde el sur, las exportaciones de peras en el mismo tramo de 2021 sumaban 276 mil toneladas por valor de 196 millones de dólares. También en este caso la temporada está cerrada.
Quiere decir que, en definitiva, la Argentina utiliza más dólares en importar bananas de los que generará por las exportaciones de sus principales frutas.
¿Y cuál es el problema? Son varios, pero el más evidente es que debido a la existencia de un dólar oficial de 100 pesos, que cotiza a casi la mitad de lo que lo hace el dólar en el mercado libre, el Banco Central aparece casi subsidiando las importaciones de 0banana, mientras condena a un visible atraso cambiario a los principales rubros frutícolas de la Argentina.
El otro problema es que, debido a los bajos precios que percibían en el mercado, varios productores bananeros del norte de la Argentina -de dónde suele provenir el 15% de la oferta total al mercado- tuvieron que tirar su producción, pues no llegaban a compensar los costos productivos. Hace unas semanas, a modo de ejemplo, la Federación Agraria Argentina de Laguna Naineck, principal localidad bananera de Formosa, se solidarizó con el productor Calixto Fretes, a quien se le pudría la produccio´n por falta de mercado. “Tengo que vender 100 kilos de banana para comprar un kilo de kilo de carne”, sintetizó el bananero en una entrevista con Clarín Rural.
“Su producción de banana se echó a perder por falta de comercialización; una imagen que se repite en los bananales de cientos de familias de nuestra provincia”, advirtió un comunicado de la FAA que se repite casi todos los años y que reclamaba: “Los bananeros formoseños no podemos seguir soportando esta situación de desprecio y abandono”.
Por cierto, hacia fines de octubre la banana nacional en el Mercado Central cotizaba bastante más abajo que la banana importada, a unos 65 pesos por kilo, por lo menos 50% por debajo de la importada.
Otro flanco crítico de este escenario es que son muy escasas las campañas de promoción del consumo interno de frutas producidas en la Argentina, y que podrían equilibrar los consumos de ese tipo de alimentos nacionales con los de banana importada. Por lejos, con 12 kilos anuales por habitante, esa resulta ser la fruta más demandada por los argentinos.
En este escenario, en las últimas semanas se ha visto una fuerte presencia en el mercado local de bananas que llevan la marca Chiquita. una de las marcas más populares del mundo y que suele ser asociada -debido a la historia de sus empresa propietaria (Chiquita Brands International) con el derrotero de los llamados “países bananeros” caribeños.
La marca fue reintroducida al país a partir de 2016 por la mayor importadora local de bananas, la firma Tropical Argentina, que es una fuerte operadora en el Mercado Central. Pero recién desde el mes pasado se ha hecho visible su desembarco masivo y una apuesta publicitaria por instalar ese nombre.
“Sonreí, llegó Chiquita”, dicen los carteles luminosos que han podido llegar a verse a metros del Obelisco en el marco de una intensa campaña publicitaria para posicionar el producto importado. .