“El 2024, para esta actividad, no escapa a la realidad del agro”, dijo a Bichos de Campos Carlos Almiroty, presidente de la Cámara Algodonera Argentina. Para el exportador y representante sectorial, se trató de “un año bastante complicado” para la producción de algodón desde el mismo inicio hasta el final de la campaña.
Por un lado la inestabilidad del clima marcaron el primer tramo del año. Particularmente las lluvias y las altas temperaturas en el norte atentaron contra la calidad de la fibra y los rendimientos productivos.
“Producto de como fue el clima durante el 2024 -con un verano con mucho estrés hídrico y unos fogonazos de temperaturas muy altas durante el mes de febrero-, el cultivo se vio afectado de muy mala manera. Después vino un mes de abril nublado y lloviznas. ¿Qué pasó? que en líneas generales se obtuvo muy bajo rinde, por parte de los productores en el campo y una mala calidad del algodón”, precisó Almiroty.
Por otra parte, la caída de los precios tanto en el mercado internacional como en el local -golpeado por los fuertes ajustes que se vivieron en la Argentina durante el primer semestres- afectaron severamente la exportación y comercialización de la fibra.
Aunque todavía no se ha realizado un balance concreto, Carlos Almiroty anticipó que la actividad cerró el año con una cifra cercana a los 300 millones de dólares recaudados. Pero con la particularidad de que en esta campaña se comercializó mucha fibra remanente del 2023, principalmente durante los primeros meses del año pasado.
“Sobre el final del 2023, el productor empezó a retener mercadería ante la realidad de un cambio de gobierno y la posibilidad de un cambio de política económica. Esperando una modificación en aquel esquema de brecha cambiaría. Entonces se exportó bastante algodón de la campaña anterior, más el algodón que se produjo en esta campaña”, rememoró Almiroty.
Y agregó: “Por eso en los números aparece como un aumento en la exportación. Creo que hay que explicarlo, porque es el algodón de la campaña anterior”, enfatizó.
Aun en este escenario, la producción en general, fue bastante similar a los años precedentes y se lograron unas 280 mil toneladas de fibra, que como ya es costumbre, se distribuyeron casi a partes iguales entre el mercado interno y la exportación.
Sin embargo, Almiroty remarcó que en la comercialización de la producción real del 2024, el mercado interno fue bastante influyente. “Por lo menos de las 280.000 toneladas de fibras producidas, la mitad se consumió localmente por la industria textil, y la otra mitad se exportó”.
“En principio se abastece el mercado local, porque generalmente paga un pequeño plus. Allá por el comienzo de la campaña, el mercado interno mantuvo para las calidades buenas de fibra cierta estabilidad en los precios y se sostuvo a lo largo del año. El valor del algodón se movió entre los 1.500 y 1.600 dólares la tonelada”, precisó Carlos.
Además dijo que históricamente la industria textil nacional ha consumido casi el 50% de la producción total de algodón. “En años que hay mayor consumo interno, por ahí es de 160 mil toneladas de fibra. Y en años un poco más complicados acá en la economía interna, ya sea por recesión u otras variables puede bajar de los 140, pero generalmente ronda ese número”.
“También es que hay muchos productores medianos y chicos que no exportan y venden localmente. La exportación en general es para las empresas de medianas a grandes, que tienen cierto esquema ya establecido, cierta gimnasia y conocimiento del negocio y del comercio exterior”, agregó.
Cuando apenas comienza 2025, el clima se muestra favorable y se registra un aumentó de superficie sembrada con respecto a la campaña anterior, luego de que muchos productores hayan decido abandonar el maíz -por el miedo a la chicharrita- para implantar algodón. Esto sucede a pesar de no ser tan rentable como opción, y cuando el futuro de esta encomia regional sigue siendo incierto.
“Hay una mezcla de esperanza y a la vez de desilusión. No se están dando las medidas que se esperaban. Sigue habiendo cierta ilusión de que se tomen rápidamente. Pero el tema de retenciones se sigue dilatando, sin ninguna respuesta concreta, sino promesas sin fecha cierta. Digo retenciones, como todo tipo de impuestos que padece el sector y que hasta ahora no ha habido ni una medida concreta de baja sustancial, ni a nivel nacional, ni provincial, ni municipal. Esto afecta tanto al sector algodonero como al resto de las producciones agropecuarias argentinas”, lamentó.
Por otra parte Almiroty, se refirió a las inversiones en tecnología y dijo que durante el 2024, estuvieron marcadas por la improvisación y la inventiva del productor para optimizar la producción. “La variable de ajuste en el campo termina siendo la baja inflación. Por eso en este escenario, para invertir tecnología, dígase fertilización y todo lo que uno le agrega a la producción, la única manera que ha encontrado el productor es arriesgar lo menos posible”.
“Se ha ido pijoteando en todo lo que agronómicamente sería recomendable de utilizar para apostar a una alta producción”, resumió.
-Más allá del descontento y todo el desafío que tiene que enfrentar la actividad algodonera en particular ¿Qué esperan del 2025? ¿Cuál sería la prioridad a resolver dentro del sector?
-Que se empiece a trabajar y a tomar decisiones en la baja de la presión fiscal. O sea, que se terminen los anuncios y empiecen las medidas concretas.
“Después, una asignatura pendiente que tenemos en el sector es tratar de ver de qué manera podemos encontrar una salida para obtener mejor tecnología en semillas. Tenemos un atraso muy grande en lo que es variedad de semillas con nuevos eventos. En eso estamos muy atrasados, se está trabajando al respecto, pero hay mucha dificultad”, añadió el dirigente sectorial.
“Otro problema grande que tiene el sector es el uso de hormonales. Específicamente del 2,4D que se usa en soja. Como en la zona el algodón y la soja conviven se han autorizado variedades en soja, pero no el algodón. Entonces por un lado tenemos que se autoriza un producto y después los productores no respetan las fechas en que se lo puede usar y Senasa no ejerce el control que debería y las sanciones que debería y entonces está siendo un castigo, un flagelo muy amenazante y muy preocupante para la producción algodonera y el futuro de la misma”.