Hace ya 7 años que la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) selló un acuerdo de cooperación con Aapresid para la conformación de una Red de Cultivos de Servicio. Su mayor promotor fue, y es, Gervasio Piñeiro, un agrónomo y doctor en ciencias agropecuarias que es, sin dudas, el principal predicador de estos cultivos desde el ámbito científico.
Con varias campañas en su haber, y una pila de datos acumulados, lo cierto es que el tiempo le ha dado la razón a Piñeiro, cuando advertía que no alcanzaba sólo con la siembra directa y que había que otorgar cobertura para recomponer el suelo. El famoso “siempre verde” que fue lema en los congresos de Aapresid es la síntesis perfecta de ese concepto.
Por eso es que hoy, asegura, que los cultivos de cobertura son una tecnología que “los productores de punta ya tienen bastante aceitada”, pero aclara que al ser de adopción escalonada, hay diferencias sustanciales entre quienes ya están en el piso de arriba y los que recién pisan los primeros peldaños. Lo bueno, dice Piñeiro, es que “el que le agarra la mano al cultivo de servicio no se baja más”.
Cualquiera que mire los números de las campañas pasadas podrá argumentar que el investigador es demasiado optimista. Pero el descenso abrupto de la superficie implantada con este tipo de cultivos (que no son de renta), en realidad, respondió a lo que fue una crisis hídrica de casi 3 años, en la que muchos se quemaron con leche y prefirieron preservarse. Sin agua suficiente para la soja o el maíz, era difícil pedirle a los chacareros que destinarán parte de su reserva hídrica a un cultivo intermedio que mejorase el suelo.
La razón obvia está en que los cultivos de servicio, al igual que los de renta, necesitan de agua. Si no se acumulan suficientes precipitaciones, y no se adopta un buen manejo, el riesgo es que la campaña siguiente sea un fracaso.
Sin embargo, Piñeiro también insiste en que no hay que ser tan maniqueo: No hay un barbecho que no consume agua de un lado y un cultivo de servicio que sí lo hace del otro, sino todo lo contrario. Y es en el manejo mismo, donde está la clave para tener buena cobertura sin correr riesgos.
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“Lo que nos muestra la red es que si dejás un barbecho largo de varios meses, se te escapan 400 milímetros de agua”, explicó el especialista.
Por eso es que, para finalmente “jubilar el barbecho”, como se habían propuesto los promotores de los cultivos de servicio, lo que se necesita es manejar muy bien los tiempos. “Mientras el cultivo de servicio crece, consume más agua que un barbecho, entre 40 y 50 milíimetros más. Pero, cuando se deja el barbechito, el cultivo de servicio recupera y termina más o menos igual”, agregó Piñeiro.
La clave, por ende, está en ese “barbechito” posterior al cultivo. En años de sequía, dependiendo del suelo y la zona, debería extenderse por poco más de un mes para recuperar la humedad necesaria.
No quedan dudas de que, tal como sostiene Piñeiro, “son cultivos que exigen más agronomía y más cabeza”, pero la contrapartida está en el ahorro que tienen de insumos, tanto de agroquímicos como de fertilizantes. Más que en el reemplazo total, la clave está en el complemento, y sobre los beneficios de hacerlo ha insistido mucho tanto Piñeiro como otros investigadores.
Lo bueno es que, en retrospectiva, celebran que esa adopción está “in crescendo” y que, volviendo a la metáfora de la escalera, el primer escalón ya no esté en discusión.
“Nos costó cambiar el chip y entender por qué es importante hacer cultivo de servicio, para darle de comer al suelo, aumentar la porosidad y mejorar la infiltración”, expresó Piñeiro.
Justamente, esa necesidad de darle “más cabeza” a los cultivos de servicio se observa en el abanico de posibilidades que tienen al alcance los productores de acuerdo a lo que necesiten.
En esa “paleta de colores o conjunto de rastis”, como la describe el investigador, hay leguminosas -como lupino, melilotus y tréboles- para incrementar el nitrógeno, herbáceas con mucha floración para los polinizadores o gramíneas -como raigrás, triticale y avena- para darle biomasa y raíces al suelo.
Aunque, como asegura el experto, la vicia y el centeno siguen siendo los cultivos de servicio por excelencia, hoy han aparecido muchas otras opciones de acuerdo a las necesidades y los diferentes climas. De hecho, en el sur bonaerense, que es una zona triguera por excelencia, ya están probando con algunos de verano, para aprovechar la ventaja que queda entre cada campaña invernal.
“La diversidad en la rotación es buena, y la implementamos más en los cultivos de servicio que en los de renta”, destacó Piñeiro.