Ya no es secreto para casi nadie que la agenda de la dirigencia política europea planea reducir a la mínima expresión la ganadería. Pero la mayor parte de la gente se niega a dejar de consumir carne vacuna y lácteos. ¿Entonces? Eric Lambin, asesor científico en jefe de la Comisión Europea, tiene un gran propuesta para resolver ese problema.
“Según nuestras propuestas, los grandes consumidores de carne roja tendrían que ver un aumento en su factura total de alimentos a través de los impuestos”, indicó
“La esperanza es que estos consumidores ajusten sus decisiones, porque la evidencia científica muestra que las personas responden más a los incentivos financieros que a la información únicamente”, añadió en un artículo publicado por un sitio oficial del Parlamento Europeo.
Lambin, cuya formación de base es la geógrafo, aseguró que la aplicación de impuestos adicionales a los productos cárnicos vacunos es indispensable para orientar el consumo hacia “productos más saludables y sostenibles”.
“Recomendamos que los nuevos impuestos a los alimentos vayan acompañados de campañas de comunicación realizadas antes y durante su implementación para educar a los consumidores sobre la justificación de dichos impuestos y también sobre dietas alternativas”, afirmó conociendo, probablemente, que tales políticas no van a ser bien recibidas por un sector considerable de la población.
Pero aclaró que semejante política no debería aplicarse de manera abrupta, sino que tendría que aplicarse progresivamente para evitar el rechazo social.
“En general, las dietas en Europa son demasiado ricas en carne y productos lácteos, por lo que recomendaría centrarse en una dieta basada principalmente en plantas.
Para la mayoría de los europeos, esto significa consumir más legumbres, frutas, verduras, frutos secos y semillas”, aseguró, para luego indicar que las proteínas animales deberían provenir fundamentalmente de pescados y mariscos.
El científico trató de estúpidos a la mayor parte de los consumidores al considerar que “las personas en realidad no tienen pleno control de sus decisiones de consumo diarias porque están influenciadas por la publicidad, la disponibilidad y comercialización de los productos, el embalaje, las costumbres culturales, los hábitos individuales y todo tipo de información que forma el entorno alimentario” (sic).
“Aquí es donde entran las políticas públicas, para orientar este entorno alimentario hacia una dirección más compatible con la sostenibilidad y la salud pública. Este entorno debería configurarse de manera que nos veamos menos empujados a tomar direcciones que no sean buenas para nuestra salud o para el planeta”, afirmó.
También indicó que tales medidas deben ir acompañadas de un adecuado adoctrinamiento para que sean aceptadas culturalmente. “Existen grandes variaciones en los sistemas educativos entre y dentro de los países de la UE-27.
Sin duda, la conciencia sobre el cambio climático ha aumentado en todos los países, pero aún así, se podría hacer mucho más en materia de alfabetización alimentaria, especialmente para los niños”, sostuvo.
“Se podrían ampliar algunas iniciativas prometedoras, como ofrecer más platos vegetarianos en los comedores o proporcionar información medioambiental sobre los platos que se sirven”, concluyó.