18 de marzo de 2021. El secretario de Industria, Economía del Conocimiento y Gestión Comercial Externa, Ariel Schale, participa de la inauguración de una nueva planta industrial de la empresa Der Will S.A. de la familia Imizcoz, que acaba de invertir 5,0 millones de dólares para expandir su capacidad de producir medias. “Hace dos años ningún proyecto industrial tenía viabilidad económica. Hoy ponemos a la Argentina de pie de la mano de la industria nacional”, aseguro Schale.
18 de marzo de 2021. Un productor agrícola argentino –no importa el nombre– vende soja y recibe a cambio 30.350 pesos por tonelada con entrega en terminales portuarias del Gran Rosario. “Si no existiese la retención cambiaria, debería estar recibiendo 45.500 pesos por la soja”, declara el productor. “Hace dos años nos pagaban el precio lleno, pero hoy nos roban más de la mitad de nuestro esfuerzo”, añade compungido.
La “retención cambiaria”, producto del “cepo cambiario” instrumentado por el gobierno de Mauricio Macri a comienzos de septiembre de 2019 por medio de la comunicación “A” 6770 del Banco Central (BCRA) y reforzado por la actual gestión de Alberto Fernández, constituye un mecanismo de perversión económica tan eficaz como silencioso, pues son pocos los que pueden advertirlo.
Si se estableciese un impuesto directo sobre la mitad de los ingresos de los exportadores para luego redistribuirlo entre los importadores bendecidos por el gobierno de turno, habría quejas de todo tipo y color. Pero si eso mismo se hace por medio de un “cepo cambiario”, justificado como “ancla para contener la inflación”, entonces pasa desapercibido.
La realidad es que se trata de una excusa barata. A pesar de lo derechos de exportación directos y de las “retenciones cambiarias”, la inflación en la Argentina sigue creciendo, junto con la ausencia de oportunidades, para producir cada vez más pobres.
Pero el selecto grupo que accede a comprar dólares a 97,5 pesos para montar una fábrica, por ejemplo de medias, en lugar de abonar los correspondientes 142,1 pesos (dólar MEP), es cada vez más rico.
La “retención cambiaria”, además de ser injusta, es completamente arbitraria, porque el soberano, en este caso un grupo de funcionarios que tienen la “manija” de la canilla de dólares a precios ultrasubsidiados, decide a quién le “regala” las divisas y a quién no.
Se trata además de un instrumento que hace de la Argentina un país completamente unitario, pues un gobierno central decide qué provincias deben acceder a las divisas subsidiadas para prosperar, mientras que aquellas que no resultan bendecidas por el favor oficial deben permanecer con la “ñata contra el vidrio”. El reciente caso de biocombustibles es un ejemplo claro al respecto.
El colmo de las “retenciones cambiarias” es que incluso pueden emplearse para importar a precios subsidiados alimentos que se producen de manera abundante en la Argentina, lo que representa un claro caso de competencia desleal. Bienvenido sea el comercio global. Y si algún argentino quiere tomarse una cervecita alemana, está perfecto, pero que pague el precio correspondiente.
Las “retenciones cambiarias” además generan enormes desincentivos para los encargados de producir divisas, que son los únicos que pueden “aumentarle el salario” a la Argentina como país, lo que implica, en los hechos, un obstáculo enorme para la posibilidad de un desarrollo genuino y sostenible.
Gracias a la soja podemos aumentarnos el sueldo como país ¿Lo estamos haciendo?