Argentina va camino a enfrentar un desafío mayúsculo en 2023 porque no solamente perdió buena parte de su cosecha a causa de una desastre climático, sino que además pasó a tener términos de intercambio desfavorables.
En los últimos dos años, si bien el sector agropecuario venía trabajando a “media máquina”, ese fenómeno era compensado con creces por los elevados precios internacionales de los productos agroindustriales.
Pero este año, además de tener mucho menos granos para exportar, los productos embarcados mayormente por la Argentina valen cada vez menos respecto de los bienes que importa el país.
En el primer bimestre de 2023 el saldo de la balanza comercial argentina fue deficitario en 261 millones de dólares a pesar del “doble cepo” –cambiario y comercial– aplicado a los importadores, lo que en muchas situaciones está generando desabastecimiento de insumos críticos para muchas industrias y rubros económicos.
La cuestión es que –según cálculos del Indec– si en el primer bimestre de este año hubiesen prevalecido los precios de igual período de 2022, el saldo comercial habría experimentado un déficit de 37 millones de dólares. Bajo ese supuesto y ante el incremento del índice de precios de las importaciones (1,9%) y el descenso del Índice de precios de las exportaciones (-0,3%), el país registró una pérdida en los términos del intercambio de 219 millones de dólares
En otra palabras: se acabó la “ayuda” del mercado internacional que contribuyó durante prácticamente dos años a sostener un elevado ingresos de divisas (que se evaporaron a causa de una política económica y cambiaria desacertada por parte del gobierno argentino).
Ese fenómeno, lamentablemente, se presenta en simultáneo con un desastre productivo inédito y un contexto político y macroeconómico que inhabilita a la Argentina a recibir tanto inversiones como asistencia crediticia internacional genuina.