Apenas dos complejos exportadores –el oleaginoso y el cerealero– explicaron en 2020 el 45% de las exportaciones argentinas totales de bienes,
Las ventas externas de poroto, harina y aceite de soja, aceite de girasol, maíz, trigo y cebada generaron el año pasado ingresos de divisas por 24.897 millones de dólares, según datos oficiales publicados por el Indec.
Semejante dependencia de unos pocos cultivos anuales, cuyo potencial de crecimiento está limitada por una elevada carga impositiva, constituye una de las principales limitaciones presentes en la economía argentina.
Si al complejo oleaginoso y cerealero se le suman los ingresos de divisas aportado por los restantes sectores agroindustriales, entonces la suma llega a 54.884 millones de dólares, la cual equivalente casi al 65% del total.
Los demás sectores –como el cárnico, lácteo o frutícola– también trabajan muy por debajo de su potencial por la elevada carga tributaria y déficits crónicos tanto de infraestructura como institucionales que ahuyentan inversiones.
Un ejemplo: en 2020 las exportaciones argentinas del complejo lácteo totalizaron 1002 millones de dólares, mientras que las ventas de tales productos realizadas por Uruguay –una nación con un territorio más pequeño que el de la provincia de Buenos Aires– colocó 648 millones de dólares el año pasado.
Otro ejemplo: en 2020 las ventas externas argentinas de frutas fueron de 2169 millones de dólares, mientras que las realizadas por Chile alcanzaron 5649 millones de dólares.
Las exportaciones del complejo automotriz alcanzaron los 4309 millones de dólares en 2020 y representa supuestamente el tercer complejo exportador, aunque en términos cambiarios netos se trata de una actividad deficitaria que consume más divisas de las que genera. Lo mismo –aunque con una menor magnitud– se aplica al sector petrolero.
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