Perseguir un sueño sin dudas requiere de una gran cuota de valentía, más aún si aquel aparece de imprevisto. Para el transportista Carlos Quintanilla, el suyo implicó “aprender a vivir de nuevo”.
Habiendo tenido la suerte de recorrer muchas partes del país con su profesión, el camionero oriundo de Santa Fe sintió algo distinto cuando descubrió, durante sus vacaciones en 2018, el camino que pasa por la pequeña localidad catamarqueña de Puerta de Corral Quemado, a seis kilómetros de la ruta nacional 40.
“Fue toda una aventura subir en una camioneta por esta ruta. Era una hermosura, parecía una travesía”, dijo Quintanilla a Bichos de Campo. Y el sentimiento no hizo más que acrecentarse cuando comenzó a recorrerlo diariamente, con los carretones con los que trasladaba maquinaria a la zona minera.
“Es un mundo distinto ver estos paisajes. Catamarca cambia kilómetro a kilómetro. Siempre llena la vista, y el clima también me sorprendió. Creía que en el verano te derretías pero me doy cuenta de que el clima es mucho más agradable”, señaló el transportista, que sin darle mucha vuelta terminó comprando dos hectáreas de campo en la zona, y comenzó a armar su propio oasis en la puna.
“Una cosa llevó a la otra y sin pensarlo me encontré comprando una finca con un viñedo. ‘Habrá que aprender a hacer vino’, dijimos, así que este año vamos a hacer la primera prueba. Dentro de toda la locura que traemos nosotros desde el sur, esto es como algo más pasional. Aprender a elaborar cosas es un cable a tierra. Siempre somos más activos, tenemos menos tiempo libre, pero venir acá te desenchufa. Es hermoso”, afirmó Quintanilla.
La segunda parte del sueño llegó con la producción. Luego de colocar unas 100 plantas de frutales, el transportista sumó unas 900 plantas de nogales de la variedad Chandler, recomendadas por los técnicos del INTA local.
“Por las altura y las horas de frío, les parecía que esta variedad era la que mejor se adaptaba, y es la que mejor va para exportación. Igual, por gusto, sumé plantitas de otras variedades para ver qué sale. Será una experiencia con un margen de error quizás grande, pero bueno, vamos probando con distintas cosas”, sostuvo.
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En cuanto al viñedo, si bien la zona suele caracterizarse por la producción de uva cereza y torrontés, dada su resistencia al estrés hídrico, el santafecino asegura que avanzará con la colocación de malbec franc.
“Podría ser una hermosura, pero nunca se probó con un riego constante por goteo así que veremos cómo se adapta la planta. Lo hermoso es que acá no tenés que fumigar nada ni usar fertilizantes. Es todo orgánico y natural”, destacó.
La tercera parte del sueño llegaría con la producción de un vino con marca propia.
“Con dos hectáreas produciendo tenemos que hablar de unas 40 toneladas de uva, que no son pocas. Mi sueño sería tener una bodega boutique. Ya me veo en un sofá degustando un buen vino, como debe ser”, reconoció el productor.
-¿Soñás también con que más gente venga a descubrir este paisaje que te maravilló?
-Me sorprende la poca difusión que tiene esto. Con mi profesión he andado por todo el país, y he visto lugares turísticos que no tienen ni el 20% de la hermosura que tiene esto.
-Y lo hermoso de la gente.
-Sí. Una vez, cuando estacioné acá, un hombre se acercó. Yo pensé que estaba molestando pero venía a invitarme al cumpleaños, porque yo era el vecino nuevo. Te abren las puertas de cualquier casa, te dan lo que tienen. Es aprender a vivir de nuevo, es extraordinario.