Matías Ruíz y Julián Giuliani son dos jóvenes de menos de 30 años que hace unos cuantos se apasionaron con la producción de hongos, cuando descubrieron los beneficios nutricionales que tienen estos productos, además de su impacto positivo en la salud.
“Nuestra elección tiene que ver con las ganas de hacer crecer esta industria, que nos fascina también como consumidores. Con ella llegamos al circuito comercial, donde se producen a gran escala trufas o gírgolas, por dar ejemplo, e incluso a muchos veterinarios que los usan porque contienen ciertos nutrientes anti tumorales”, dijo Ruiz en una charla con Bichos de Campo.
Ese interés los llevó a meterse de lleno en la investigación del reino fungi, y luego a la organización de un laboratorio dedicado a la producción de la genética de hongos, es decir, al primer eslabón que da origen a la cadena, donde se encuentra el hongo iniciador –algo así como el esqueje de las plantas- que permite luego la multiplicación de diferentes variedades.
Julián Giulani, explicó: “Somos un laboratorio genético y planta elaboradora de sustratos para el cultivo de hongos que se llama Spawn Labs S.A.S. Nos dedicamos a la generación de la genética para productores de pequeña y gran escala, brindando además el asesoramiento necesario. También producimos el sustrato necesario para su desarrollo”.
Ruiz es traductor de inglés y estudia derecho, y Giuliani es técnico micólogo. En la Argentina no hay carrera ni especialización dedicada al estudio de estos productos, que tienen múltiples usos y beneficios. Por eso armaron un equipo de trabajo multidisciplinario que cuenta con ingenieros, biotecnólogos, arquitectos y otros profesionales que hacen su aporte a la empresa.
“Producimos hongos haciendo su genética, multiplicación y aportando a la alimentación de las personas y también a la mejora de su salud”, dijo Guiliani.
En tal sentido, Ruiz ejemplificó: “Cultivamos una variedad cuyo consumo es subsidiado por una obra social en China, ya que es un poderoso antioxidante y anticancerígeno, tiene esteroides naturales y se incorporó recientemente al código alimentario de nuestro país. Muchos hongos comestibles no están aún en ese código, pero por otra parte hay que destacar que recientemente se incorporaron 80 tipos que ahora pueden ser manufacturados y vendidos en una góndola”.
Giuliani afirmó que su producción puede ser chica y casera, destinada a quienes tengan interés en tener su propia huerta, pero que también se puede hacer a gran escala. “Podes producir para productores, para producción propia tipo doméstica o comercial, podes producir para el consumidor final o tener tu propia huerta en casa de gírgolas por ejemplo”.
Por su parte, Ruiz destacó que desde la pandemia la gente se comenzó a interesar más por lo que consume y por descubrir nuevas alternativas que tengan más que ver con el consumo de productos saludables y menos industrializados.
“Hay fermentos como el kéfir y la kombucha que tuvieron mucho auge. Son probióticos que ayudan a mejorar las defensas del organismo y el funcionamiento intestinal”, señaló el traductor.
En este marco, el consumo de hongos también creció, aunque todavía sigue siendo bajo y tiene terreno por ganar: “Hay una tendencia clara al aumento del consumo de alimentos y productos que ayuden a la curación de problemas de salud que sean de origen natural. Ese proceso de cambio llevó a que el consumo de hongos pasara de 100 gramos al año por persona a 200 gramos”, contó Ruiz
“No buscamos tapar baches en la salud sino llegar a la sanación”, sostuvo Giuliani, quien agregó que para difundir lo que hacen cuenta con su propio medio de comunicación llamado “Honeytek”, donde desde Instagram dan a conocer diferentes experiencias y estudios que van desarrollando investigadores como los de INTA y Conicet.