Ana Boracchia es una productora de Capilla del Señor que decidió volver a la ganadería ovina incentivada por la Ley Nacional que promueve dicha actividad y financia la compra de animales y otros insumos. Descendiente directa del irlandés Diego Gaynor, que en 1850 pobló con ovejas los campos del pueblito que hoy lleva su nombre, Ana quería recuperar una cultura que se estaba extinguiendo en la pampa húmeda, relegada por la agricultura y la producción bovina.
Ver: En busca de una cultura perdida, el ovino trata de volver a Buenos Aires
Ana tiene sangre ovejera. Su tatarabuelo Gaynor llegó junto a muchos otros inmigrantes que se instalaron en esa zona (Exaltación de la Cruz, Giles, Mercedes, etcétera). Fue la oveja la primera producción agropecuaria del país y de esa zona. Pese a tanta tradición, Ana nunca llegó a ver grandes majadas en su campo, apenas algún rebaño pequeño para autoconsumo.
Aquí la nota completa con la productora ovina de Exaltación de la Cruz:
Fue hace 6 años que esta veterinaria decidió volver a las ovejas y junto a otros productores formó un grupo ovino de Cambio Rural, llamado Ovinos de la Cruz, en el que se reúnen todos los meses. “En todos estos años no vendí las hembras y así me fui haciendo una majada importante, más allá de una pequeña cabaña de Hampshire (raza carnicera) que funciona de abasto de reproductores para la zona”, contó Bichos de Campo. Hoy tiene cerca de 1.500 cabezas, un montón para esta zona.
Boracchia decidió relegar un poco la agricultura porque el exceso de soja había deteriorado los diversos lotes de su establecimiento. Estaba notando la erosión de suelo en aquellos lotes más quebrados.
Ver: El ovino no debe competir sino ser “complemento” de otras actividades productivas
En Buenos Aires, el objetivo de la Ley Ovina, además de volver a poblar los campos pampeanos con ovejas es lograr la producción de un cordero más pesado que el que habitualmente se ve. A grandes rasgos, hay que meterle al animal 10 kilos más en dos meses. Se busca, explicó Ana, salir del mercado de la venta del corderito entero para las fiestas de fin de año para poder colocar a partir de febrero un animal de mayor pesos, con unos 28 kilos vivo o 14 kilos de carcaza. “Pero deben pagarlos a esos kilos de más, y hoy los frigoríficos no lo hacen”, se lamentó Ana.
Modificar el perfil del negocio implicaría poder aprovechar los meses estivales, que son de buena conversión de pasto a carne, apostando a un cordero que pueda venderse trozado, como cualquier corte bovino, en carnicerías y supermercados. Es la apuesta.