¿Puede ser la Argentina una gran proveedora de semillas para la agricultura de otros países? Ya lo es. Ya se exportan grandes cantidades de semillas en contraestación al Hemisferio Norte, sobre todo de soja y maíz. Pero según Alfredo Paseyro, director ejecutivo de la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA), hay muchas posibilidades de crecer más y que de los campos argentinos salgan las simientes que se siembren en otras latitudes.
“No hay en el Cono Sur países con tanta historia y trayectoria en mejoramiento genético y con articulación público privada”, destacó Paseyro a Bichos de Campo. “La Argentina tiene un potencial y una realidad concreta, y es que hay que utilizar el conocimiento que tenemos de lo público y de lo privado, aplicado al mejoramiento genético y a la producción con calidad, porque ya por estar ubicados en el Hemisferio Sur, somos un proveedor de semillas en contraestación a todo el Hemisferio Norte”, ratificó.
Mirá la entrevista completa a Alfredo Paseyro:
El directivo de ASA explicó que el país no solo cuenta con tierra y clima para producir las semillas, sino que también cuenta con conocimiento. “Producimos, a nivel comercial, semillas de maíz y soja en contra estación, y además, participamos como centro de investigación para acelerar los ciclos. Por ejemplo, la manera de poder sembrar tanto en el norte como en el sur, le permite a un mejorador (un investigador que mejora las variedades) tener dos ciclos en un solo año. Nosotros somos parte de esos programas de aceleramiento. Todo eso existe con mucha trayectoria”, manifestó.
Todo el conocimiento y el cumplimiento de requisitos de calidad de parte de los clientes demandantes de este tipo de semillas, según Paseyro, llevó a que incluso aparecieran empresas aquí “que se han desarrollado de la mano de la contraestación, y no sólo se convirtieron en enormes proveedores de ese mercado de contraestación sino que también son enormes proveedores de multiplicación local”.
Paseyro explicó que hay dos componentes para desarrollar esta veta: uno climático y otro que tiene que ver con ser parte de la agenda global de lanzamientos en semillas.
“En lo climático, cuando en 2012 ocurrió la seca norteamericana, la Argentina capitalizó eso, haciendo todo bajo riego, y fue una carrera contrarreloj porque después hay que llegar con el tiempo justo para distribuirla y que el productor pueda sembrar. Bueno, ese año estuvimos cerca de los 350 millones de dólares en exportaciones. Un récord”.
“Luego están los lanzamientos de nuevas variedades o eventos que se hagan en el Hemisferio Norte, los cuales Argentina acompaña, estando cerca de los 100 o 150 millones de dólares” de exportaciones habituales, describió.
El presidente de ASA declaró que, por ejemplo, Chile es un gran proveedor de semillas en contraestación, pero en cultivos hortícolas, especialmente para Europa. “Ahí, en Europa es donde tenemos algo que resolver con la provisión de semillas de maíz, en donde no se siembra ningún cultivo de maíz con evento biotecnológico y te piden traza cero”, dijo Paseyro sobre ese mercado.
Añadió que la Argentina también podría crecer en ese segmento del mercado. “San Juan es una provincia que tiene un aislamiento natural y bien podría ser un polo de semillas sin biotecnología. Lo hemos conversado con el gobernador de San Juan. Marcelo Alós, el secretario de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo es de allí. O sea, estas iniciativas están pero hay que darles forma y generar las condiciones, porque no se puede montar toda una estructura para un negocio de un año”, agregó Paseyro.
-¿Cómo está compuesto el sector semillero en Argentina?
-Acá hay empresas con nombre propio de 90 años, como es el caso de Basso, que no es una multinacional ni nada que se le parezca. Es una empresa gerenciada por dos hermanas tercera generación, y son relevantes a nivel mundial en este negocio. La industria semillera es esto, la gestión del conocimiento aplicado al mejoramiento genético, y es conocimiento público y privado.
Para Paseyro, más allá de la competencia entre empresas locales con multinacionales, “hay una convivencia natural, que está dada porque el vehículo de la semilla es unívoco. Tenés el germoplasma, la transgénesis, la edición génica, pero no hay forma de separar los componentes. La oportunidad se da, en la contraestación o como proveedores” de variedades.
Allí fue que remarcó que en el capítulo de las semillas forrajeras también el país aparece como proveedor en los mercados internacionales. “Ese también es un negocio importante. Y en todos los casos estás exportando conocimiento”, resaltó.
-¿Y se puede desarrollar el sector sin la renovación de una ley de Semillas? La vigente quedó anclada en los años ´70 y el mundo se modificó…
-Hay que ver cómo se resolverá todo lo referido a edición génica, y esto hay que articularlo con los tratados internacionales, la propiedad intelectual respecto de la UPOV (Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales) y los sistemas regulatorios en los mercados. La Argentina es un lugar natural donde tanto empresas nacionales como extranjeras pueden desarrollar interesantes actividades económicas que dan territorialidad y un trabajo calificado. La actividad semillera es muy diversa y tiene una cantidad de especialidades. Por eso, la ley no es para la industria, sino para la Argentina.
-¿Entonces insistirán con la ley?
-Hay que encontrar la solución política de que esto le de la oportunidad a la Argentina, y no a la industria. Entonces tendremos posibilidades para todo, para los cultivos extensivos, para las economías regionales, para las especialidades, para lo orgánico, y si querés hasta para la agroecología. Dividamos y que la conversación sea ordenada.