Para Alejando Pannunzzio, presidente de la Asociación de Productores de Arándanos de la Mesopotamia Argentina (APAMA) y productor en la zona de Colonia Ayuí, cerca de Concordia, en Entre Ríos, a la Argentina frutícola no le falta potencial productivo sino que son las propias políticas las que actúan como un freno para este tipo de actividades. Así de duro es su diagnóstico.
Pannunzio mencionó como ejemplos de esta situación la dificultosa devolución del IVA a los exportadores o la mala implementación del mínimo no imponible de aportes patronales para las economías regionales, que fue anunciado con bombos y platillos por el gobierno de Macri pero casi no tuvo impacto en las actividades zafreras como la suya. Obviamente también habló de esa rareza argentina que son las retenciones o derechos de exportación como uno de los grandes lastres de las economías regionales.
“No entiendo cómo a alguien se le puede haber ocurrido ponerle retenciones a las economías regionales”, afirmó Pannunzió a Bichos de Campo durante una jornada de actualización técnica organizada días atrás por APAMA.
Mirá la entrevista completa con Alejandro Pannunzio:
Sobre la problemática para que las actividades exportadoras recuperen en tiempo y forma sus créditos de IVA, Pannuzio describe la trampa de esta forma: “Nos retienen el IVA cuando compramos los insumos y termina siendo un impuesto al consumo interno. Un impuesto que nos termina quitando solvencia porque lo devuelven al año y medio, luego de cerrada la exportación y para todo el trámite tenés el costo de gestión del contador”, describe.
Una propuesta que APAMA hizo concretamente a las autoridades es que, para evitar estas demoras tan onerosas, “debería existir una cuenta única tributaria en la cual los saldos a favor que tengamos del IVA los podamos usar para pagar otras cosas, como las cargas sociales”, explicó el empresario.
Las producciones intensivas como el arándano requieren 10 personas trabajando por hectárea en plena cosecha. En la zona de Concordia hay cerca de 1.000 hectáreas, lo que representa unas 10 mil personas en plena temporada, un número más que considerable. Por eso el sector se ilusionó fugazmente con el anuncio de que se habían subido los mínimos no imponibles para el pago de aportes patronales, aliviando el costo laboral.
Pero fue una ilusión que duró muy poco, ya que según relató Pannunzio “el mínimo no imponible que tanto anunciaron en su momento, esos 17.500 pesos, no entran para las empresas externas que hacen por ejemplo los servicios de cosecha. Y el 90 % acá trabaja con estos contratistas. Ahora ya estamos en plena cosecha sin el beneficio”, describió.
“Tenemos que entender que nuestra fruta va para un mercado que es el que pone el precio y que encima vale cada vez menos, por mayor demanda pero también mayor oferta. El arándano ha llegado a sectores que no pagan mucho por lo que consumen. Así que debemos luchar cada día para ser un centavo de dólar más baratos porque si no quedamos fuera del mapa”, explicó el productor.
Luego Pannunzio se lamentó de que “los políticos no entienden que no podemos trasladar nuestros costos a precio. Es el mundo el que pone el precio. Y es una gran pena, porque los productores se terminan achicando o dejando la actividad. Y eso es menos mano de obra de calidad”.