Un grupo de argentinos socios de la consultora Agroeducación regresó recientemente de una gira técnica por los Estados Unidos, a donde fueron a conocer el mercado de Chicago (CME Group) y recorrer la zona productiva de Illinois y su universidad para enterarse de los proyectos de investigación en marcha.
Alejandro Ladaga, un agricultor de Bragado muy inquieto y comprometido con lo suyo, fue parte de la comitiva y al regreso contó su experiencia a Bichos de Campo. “Fueron 12 días de muchos conocimientos, contactos con productores investigadores y funcionarios, y gente del lobby agropecuario, fue muy enriquecedor”, resumió de entrada.
Lo que enseguida detalló es que el estado de los cultivos, contrariamente a lo que esperaban ver por la proliferación de notas por la sequía, es “bueno”, ya que se usa mucha tecnología en su cuidado
“Pensé que me iba a encontrar con lotes con stress hídrico o falta de desarrollo”, porque eso decían reportes sobre el tema, “pero quedé asombrado del estado que tienen, lotes de maíz con rindes de 12.000 kilos y de soja con rindes de 4.500”, continuó.
“La tecnología que le ponen el cultivo es importante, pero no muy distante de la que podríamos hacer aquí en cuanto a genética y proceso de insumos. Lo que sí es envidiable es la logística en cuanto a su provisión”, agregó.
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El productor argentino señaló que hay una relación muy cercana con los minoristas que les venden insumos. Muchas están armando una especie de asociación con los productores, lo que les hace fácil la provisión a campo. Por ejemplo, la semilla de soja la entregan en cajones de plástico de 1200/1300 kilos, ya tratadas en función de lo que se requiere para el lote. Para eso previamente un empleado de esa “insumera” revisó el lote y acordó con el agricultor qué sembrar y cómo tratar a esa variedad de soja o híbrido de maíz.
En cuanto a los fertilizantes, también se comercializan a granel “y se piden mezclas particulares en función del análisis del suelo que haya hecho previamente. Las agronomías son las encargadas de hacer las aplicaciones, eso es parte del servicio que brindan y el producto se entrega aplicado. Tienen todo bastante resuelto”, dijo con sana envidia.
En Argentina se popularizó la venta de bolsa blanca de semilla de soja y a pesar de las largas discusiones que se dieron durante años no se llegó nunca a un acuerdo respecto del pago de regalías por la genética.
“Allí las semillas protegidas por patentes no pueden resembrarlas, pero tampoco hay un abuso respecto del valor por parte de la empresa semillera. Hice una cuenta y si bien allá el valor es mayor, el peso en el costo es menor. Un agricultor paga 4 kilos de soja por 1 de semillas y acá pagamos 6 kilos, es decir, 50% más”.
El valor nominal de la semilla en Estados Unidos es mayor, pero como el ingreso del productor también lo es, su peso porcentual se reduce. La diferencia radica en que no tienen recortes en los ingresos por impuestos insólitos como los derechos a la exportación, y mucho menos desdoblamiento cambiario que reduce lo que se embolsa el chacarero argentino a la mitad.
“Acá se reniega de la ley de semillas, pero el problema está en el ingreso. Si percibiéramos lo que corresponde, la realidad sería otra y tendríamos otra industria semillera”, señaló Ladaga.
Respecto de la conformación de las empresas, dijo que “el 95% son gerenciadas por familias y operadas así por 2 y 3 generaciones. En su mayoría tienen el 50% del campo propio y la otra parte arredrada. Hay acceso al crédito para la compra de campos con tasas del 5% a 20 años”.
En Illinois visitaron el establecimiento de Dan Kelly, un hombre de más de 70 años que trabaja con sus hijos y nietos más de 1.000 hectáreas y que había comprado pocos días antes de la visita un lote de 40 hectáreas a 20 años con la tasa antes indicada, que es elevada para lo que está acostumbrados.
“Obtienen esos créditos porque pueden proyectar el futuro, porque el Estado te cobra impuestos pero no son abusivos, perciben el precio por lo que venden sin distorsiones y tienen seguridad jurídica a pesar de los cambios de gobiernos. Defender la producción primaria es política de estado y la protegen con leyes como la ‘Farm Bill’, que es una ley de leyes”, relató.
Otra diferencia entre un sistema y otro tiene que ver con la infraestructura. “Los caminos son asfaltados hasta la puerta de los campos”,contó. Y luego agregó que “te podría decir que un productor medio de Illinois trabaja entre 1.000 y 1.300 acres, unas 600 hectáreas, y de ahí para arriba”, señaló Ladaga quien puso énfasis en las políticas para con el sector. “Además los ferrocarriles funciona bien y tienen ríos navegables”.
Con respecto a la comercialización dijo que desde el casco en uno de los campos que visitaron”, se podía ver en el horizonte a por lo menos 16 industrias compradoras, a las que les pueden vender con precios por encima de los del mercado debido a la alta competencia” entre firmas dedicadas al consumo o transformación de los granos.
“Se veían fábricas de etanol, feedlots comerciales y además tienen al Río Mississippi a 400 kilómetros”, que es el canal que conduce a los puertos ubicados en el Golfo de Méjico.
“La inversión en conectividad (rutas caminos, trenes) y el acceso a internet se lo toman en serio y hay mucha inversión”, dijo el productor argentino, que sabe bien como es pelearla a diario en la región pampeana con caminos llenos de pozos o intransitables cuando llueve, y no poder siquiera tener acceso a la red móvil para mandar un mensaje por teléfono.
“No nos damos cuenta de lo caro que nos cuesta eso. Desde Bragado tengo que fletar un camioncito de 30 toneladas para salir con soja por los puertos de Rosario, nuestros problemas de números están en gran parte en la falta de logística, está todo por hacerse”, señaló.
En cuanto a la comercialización señaló que al momento de la cosecha los farmers negocian en forma spot o disponible con las industrias regionales, como las fábricas de etanol, biodiésel, feedlots, criadores de pollos o cerdos. También cuentan con capacidad propia de guarda del grano y el resto lo van vendiendo de forma pausada a la exportación durante el año, pero sin apelar mucho al mercado de futuros (CME Group).
“Venden muy atentos al mercado, venden más de manera local en el inicio de la cosecha y luego fuera de campaña, de a puchos por lo general, a la exportación. Los que usan el mercado de futuros y opciones son los compradores. Ahí hay mucha puja, en la bolsa de Chicago se negocias hasta 5 o 6 veces una cosecha norteamericana”.
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Otro aspecto para destacar tiene que ver con las políticas de seguros y subsidios. En Estados Unidos rige la Farm Bill creada tras la crisis de 1930 y que cada 4 años fija política de promoción de la producción agropecuaria y de su industria ligada.
Actualmente se debate la que regirá por los próximos 4 años y hay dos posturas al respecto. “Los republicanos quieren aumentar lo que sería acá una especia de precio mínimo, debido a la baja que hubo en los commodities agrícolas, mientras que los demócratas no quieren que se toque eso, sino que se mejore todo lo que son los premios por sustentabilidad, las mejoras en producción vinculadas al medio ambiente”, relató.
Esa es la discusión, cómo ayudar al productor. No se debate si hay que castigarlo o beneficiarlo. Los estadounidenses están convencidos desde hace casi 100 años de esa ley que fomenta el arraigo y la inversión en la actividad. La discusión está centrada en cuál es el mejor método para ayudar a los productores.
“Dentro de esa ley está lo que llaman los seguros agropecuarios de riesgo que no son solo climáticos sino también de márgenes y precios. La gran discusión es que ante la baja de precios y suba de insumos los márgenes se cayeron mucho y todo lo que son las gremiales del campo americano piden reajuste de precios de sustento. Hay mucho lobby bien entendido, es defensa de la producción. Las diferencias con nosotros son siderales”, relató el argentino.
Además de recorrer campos, este grupo de empresarios argentinos estuvo en la Universidad de Illinois donde les explicaron en qué programas de investigación se trabaja.
“Son parecidos a los que hay en Argentina. Están interesados en huella de carbono, en la modificación genética del maíz y en la edición génica. Un resultado que está teniendo es en la producción de maíces petizos, que tienen la espiga a los 60 centímetros del piso. En los últimos años tuvieron eventos con fuertes vientos que les pegaron duro. Con estos híbridos podrían entrar al lote varias veces para hacer fertilizaciones más puntuales, además de evitar pérdidas por el efecto del viento”, contó Ladaga.
La recorrida incluyó la visita al mercado de Chicago y al Farm Progress Shown. “Las cosas que vimos en el Farm Progress te rompen la cabeza. Mi recomendación es que quien pueda, vaya a visitarlo. Nos permite pensar la Argentina del futuro si en algún momento corregimos el rumbo”.