En estos tiempos en que abundan las malas noticias, se torna urgente destacar el testimonio de algunas personas que van contra viento y marea mostrando que basta con buena voluntad para que una Argentina mejor sea posible. Aldo Valente, carnicero de oficio y cantor lírico, tenor de vocación, ha vuelto a llamar la atención pública porque acaba de irrumpir en la ciudad de Las Flores, al centro este de la provincia de Buenos Aires, con un acto de solidaridad social.
No es su primera vez. Pero en este caso agrupó a niñas y niños de su comunidad creando la “Orquesta Escuela Las Flores”, que es infanto-juvenil, bajo la figura de una ONG. Ya tienen 70 inscriptos y funciona el las instalaciones de la escuela primaria Número 21. “Es muy inclusiva porque hasta asisten chicos con autismo, asperger y demás”, aclara Aldo.
Valente ya había llamado la atención cuando durante la pandemia se preocupó por la gente que se quedaba sin trabajo. Inmediatamente le propuso a las iglesias católica y evangélica que lo contactaran con la población vulnerable y se arremangó para empezar a cocinar en su carnicería de Las Flores, donde preparaba viandas de comida. Es que entre sus mil facetas, también es chef y barista (una especialización en la atención de bares).
“Me angustió mucho pensar en esa gente que no iba a tener para comer, porque yo mismo pasé hambre y se lo que es”, asegura este hombre de 51 años, de buen corazón y una voluntad de hierro, y que enseguida saltó de 300 viandas a unas 1500. “Mucha gente me ayudó. Les cocinaba como para mí, platos bien elaborados y nutritivos. Lo pude hacer durante 8 meses”, recuerda el carnicero.
Aldo Valente nació en Lanús y lo criaron en Monte Grande. Pero cuenta que en el año 2000, tanto él como otro amigo llamado Roberto “Beto” Ruiz, sufrieron hechos traumáticos de inseguridad con sus familias. Por eso decidieron emigrar juntos a Las Flores en 2001. Allí pusieron una carnicería en sociedad, y luego pusieron otra y otra, hasta tener cinco locales. Con el tiempo, Beto le vendió todo a Aldo y se dedicó a los camiones, pero siguen siendo entrañables amigos.
“Empecé a trabajar en una carnicería a los 13 años -comienza Aldo, contando su vida-. Cuando tenía 15, falleció mi padre y tuve que seguir para ayudar a mi madre. Mi vieja comía salteado para que a mí no me faltara la comida. Recuerdo que habían quedado cuentas a pagar en todos los comercios del barrio, y cuando fuimos a preguntar cuánto se debía, ninguno nos quiso cobrar. Eso pasó porque mi viejo fue flor de tipo, un gran ejemplo para mí, y lo sigue siendo hoy aunque no esté”.
“Tuve gente que me ayudó mucho en mi vida. A mis 17, con poca plata, puse mi primera carnicería en Monte Grande, junto a mi primo huérfano, que se crió conmigo, Ariel Mihura. Y una persona nos ayudó mucho. Después abrimos dos carnicerías más en Ezeiza”, rememora.
Aldo cuenta que además desde chico le gustó la música y las artes en general, porque creció admirando a su padre, que fue cantor lírico, tenor. Su abuelo fue barítono, y tuvo un tío artista plástico. Por parte de su mamá tiene unos tíos chamameceros de gran calidad, que él logró presentar en la Fiesta de la Tradición de Monte Grande, “La Familia Mihura” de Sauce, Corrientes.
Todo este bagaje lo llevó a empezar, con 26 años, a tomar clases de canto lírico con profesores del Teatro Colón. Y a los 34, debutó como artista. Cuenta con orgullo que durante 22 años nunca faltó a una clase de canto. En esa época el gran Luigi Carniglia lo enamoró de las canciones italianas, sus raíces paternas, y sobre todo de las napolitanas. Hace 28 años que va los primeros sábados de cada mes a cantarles gratis a los abuelos de un geriátrico en el barrio porteño de Almagro.
Con su amigo Esteban Cipponeri, preparador de caballos, cocinero y cantor de oficio, pusieron un restorán, “Don Segundo”, en el centro de Las Flores durante dos años, que les dio grandes satisfacciones como anfitriones. Los hijos de Aldo querían ir a atender las mesas para ganarse las propinas.
Hoy vive con su esposa Karina en una quinta de 5 hectáreas, a pocos kilómetros del centro de Las Flores, donde hizo su huerta, su gallinero y hasta un pequeño viñedo. Este año hizo su primera poda de parrales de cabernet sauvignon. Tiene 3 hijos, 2 estudiando en Buenos Aires, Lucas y Fiamma, que saben despostar la media res, como también embutir, y hoy trabajan en turismo para costearse sus carreras.
Y Pablo, que se ocupa de elaborar chacinados y embutidos, artesanales y gourmet (como chorizos con tomates secos o vermouth, morcillas con chocolate y esencia de vainilla) para sus propias carnicerías.
“Además, repartimos carne a unos 25 clientes de la zona Sur de Buenos Aires, pero no damos abasto para producir chacinados para terceros”, aclara Aldo, quien todo lo que vende es bajo su marca de Carnes “Doble A”.
“Al principio compraba mal por no conocer de hacienda, pero hoy ya me hice baqueano y me ocupo de comprarle a mi amigo Sergio Dodaro y de llevarla a faenar a un frigorífico de Las Flores y a otro de Monte, además de manejar toda la distribución. Mi esposa, Karina -que es mi socia en todo- se ocupa con Pablo de coordinar toda la logística”.
“Tengo 7 carnicerías propias, con 3 empleados en cada una, 3 en el camión y uno en la oficina. Cuesta mucho formar al personal y conseguir gente. Por eso el más nuevo lleva 10 años conmigo. No me gusta estarles encima, sino que los trato como familia y nos hemos ido de vacaciones con algunos de ellos. Y así tiene que ser. Siempre les pregunto qué quieren desayunar con el mate y los proveo de facturas, sánguchitos de miga, tostadas con dulce de leche y manteca”.
Todo tiene una explicación: “Mi primer patrón de una carnicería fue Sampaio. Y jamás olvidaré que el primer día llegué pasado de hambre y él me preguntó si había desayunado. Cuando le dije que no, me puso de todo en una mesa. Es el día de hoy que yo le proveo de carne a Sampaio”, cuenta Aldo, emocionado.
El carnicero Valente, devenido ya en empresario, quiere aprovechar para pedir instrumentos para su orquesta escuela: “En realidad, yo nunca salí a pedir más que trabajo -aclara- pero ahora pido instrumentos para los chicos. Conseguí 39 y me faltan 40, de mínima, porque ya tenemos 67 alumnos, más 40 en lista de espera, por falta de instrumentos”.
En la orquesta infantil y juvenil “tengo 12 profesores a cargo que vienen de otras ciudades. Funciona como un conservatorio de música y es hermosa la energía que se genera entre profesores y alumnos. Quiero agradecer a Fabián Díaz, director de la Escuela de Estética de Las Flores, porque nos ayudó mucho. Este martes los chicos actuaron en el Teatro Español de Las Flores”.
Con todo lo que hace, Aldo hasta a veces se mete en política para ver si puede cambiar el mundo desde ahí. Pero se nota que la actual partidocracia no es lo suyo porque reniega mucho: “Este país podría salir adelante en un día –dice-, sólo hay que producir. Veo a mi pueblo muy pobre, con mucho pavimento y sin trabajo. Eso me enoja con los políticos”.
Porpone: “Hay que recuperar la cultura del trabajo. Podríamos poner un frigorífico para exportar carne desde Las Flores y así cerraríamos el ciclo acá. Generaría unos 100 a 150 millones de pesos por semana y 200 a 300 puestos de trabajo, bien pagos, y a los ganaderos de la zona les pagaríamos en dólares. Pero no se hace”, comenta con bronca y tristeza.
“Mi señora lleva 20 días trabajando de cajera, además de todo lo que hace, porque un cliente nos avisó que la chica que cobraba nos estaba robando. El sistema mismo nos mete en un mundo que nos vuelve esclavos –va culminando reflexivo Aldo-. Tuve que entrar en 2 moratorias para pagar ARBA y no logro ahorrar sino que vivo al día”.
“La gente piensa que me amplío por ambición y porque me va bien, pero en realidad lo hago para no tener que cerrar y porque me hace feliz generar trabajo. Lo siento como parte de mi trabajo social que hago desde mis 20 años”, cierra el carnicero, que el último jueves inauguró su octava carnicería sobre la calle Castex al 5900, en la ciudad de Canning.