Entre Ríos se llama así porque es el territorio que divide aguas entre los ríos Paraná y Uruguay. Las pequeñas lomadas, entonces, son un accidente geográfico necesario y característico de la provincia. Y una de ellas es la que le da nombre a una zona rural llamada Cuchilla Redonda, ubicada cerca de la ciudad de Gualeguay. La habitan varios productores descendientes de inmigrantes italianos que encontraron en estas tierras una oportunidad de salir adelante.
Los Galizzi es una de esas familias que echaron raíces en estos lares, y sus actividades han ido evolucionando junto con el entorno: las primeros generaciones en asentarse en esta zona fueron carboneros, pues abundaba la leña. Luego fueron multiplicadores de semillas de trigo, colza o lino. Después pasaron a la ganadería bovina y cuando las extensiones de los campos que se dividían no daban para mucho más, las generaciones contemporáneas están incursionado en la cabaña ovina.
“El abuelo fue el que vino a esta zona. Los Galizzi son de Italia de la región de Véneto. Yo no tengo mucho conocimiento del origen de ellos allá en Italia, pero sí sé que eran todos de esa parte, como todos los del vecindario, eran todos de Véneto”, contó a Bichos de Campo el productor agropecuario Alberto Galizzi, de la tercera generación en la Argentina.
En los recuerdos de Galizzi, que ha construido un poco por lo que vivió y parte de lo que le contaron sus antepasados, la mayoría de los campos de Cuchilla Redonda se dividían e mitad del siglo pasado entre semilleros de trigo y grandes plantaciones de lino, que cubrían la superficie de “color celeste”.
Mirá la entrevista completa a Alberto Galizzi.
“Este no era un lugar de agricultura intensiva como se está haciendo hoy, que tenés soja y maíz. Era muy poco lo que se veía de eso en la zona. Acá era trigo y después lino. En el campo nuestro había semillero de trigo (trabajaban para Klein). Mi viejo estaba al frente de la parte agrícola y bueno se limpiaba la semilla y se vendía. En aquella época el gobierno compraba la producción del semillero y se la vendía subsidiada a los colonos. La semilla incluso se mandaba a la provincia de Buenos Aires, se cargaba acá el ferrocarril”, recordó Galizzi.
El veterano productor -que se ríe contando que está “medio jubilado” por sus hijos- dijo que más adelante su padre y dos de sus tíos comenzaron a inclinarse por la ganadería e invertir en genética para mejorar su hacienda.
“La actividad ganadera viene de mi padre. Él y mis tíos empezaron primero con el Hereford, después el Polled Hereford, qué se trajeron de Sierra La Ventana. Un buen origen tenía esa hacienda, nacían pequeños y se criaban grandes. A mi papá la parte ganadera no le interesaba tanto, no se metía mucho. Las selecciones y las compras de algún reproductor las hacían mis tíos”, detalló.
En estos campos mixtos, estos antecedentes justifican la preferencia de Alberto por la ganadería, mientras que su hermano, ya fallecido, se dedicó más a la parte agrícola. Esa generación de los Galizzi había entendido muy bien que en la zona hay que hacer de todo un poquito para sobrevivir. Mas cuando en la familia, conocieron lo que es perderlo casi todo y empezar de cero.
“En esta zona es como todo hay momentos buenos y momentos malos. Hubo momentos donde la producción redituaba bien, y también los hubo donde la cosa se apretó. Recuerdo que por un problema de salud de mi padre hubo que operarlo y el tratamiento nos llevó mucho animales. El doctor te decía hay una posibilidad en 100 y hubo que elegir meterle. Después se volvió a arrancar con las vacas y actualmente lo están manejando mis hijos. Yo ya estoy medio retirado”, dijo Alberto.
Con los hijos pasa más o menos lo mismo: los hay agrónomos y los hay veterinarios, como también de otros oficios. Ninguno de los seis Galizzi que lo suceden dejó de estudiar y formarse. Y ese es uno de los grandes orgullos de Alberto y Rosa Ester Yedro, su esposa y compañera de vida. Ella explica a Bichos de Campo que la idea era que todos tuvieran una profesión para que no dependieran únicamente de la actividad agropecuaria. Es que a medida que pasan las generaciones el campo se achica, pero se crece en conocimiento.
“Nosotros con mi señora tenemos seis hijos. O sea, si vos le dividís en partes el campo le queda un puchito a cada uno y no les alcanzaría para vivir. Entonces con un estudio más o menos se podían conseguir un laburo o trabajar en otra cosa, inclusive trabajar el campo de otra manera”, explicó Galizzi, con visible orgullo por aquella decisión compartida.
Alberto Galizzi creció en ese mismo campo donde ahora intenta descansar un poco más que antes, aunque no siempre pueda. Resume que el campo es “su vida”. Si viaja y pasa unos días afuera por algún motivo, se desespera para volver.
“Lo que me queda es seguir viviendo acá hasta que Dios diga. Imagínate si me da placer y satisfacción estar acá que cuando voy a pasear a algún lado no alcanzo a llegar y me quiero volver. De acá extraño todo. Esto es la vida”, resumió el veterano productor entrerriano.