El gobierno de Alberto Fernández recibió una “paliza” electoral en las PASO a pesar de la enorme ayuda recibida por el sector agroindustrial, que en lo que va del año generó un ingreso de divisas récord histórico.
La causa de la derrota, increíblemente, fue anticipada por el propio Fernández en abril del año pasado, en pleno inicio del encerramiento obligatorio que provocó un desastre económico que se extiende hasta la actualidad.
– ¿Teme que en un futuro, cuando el temor al coronavirus decrezca, cuando se empiece a controlar la situación sanitaria pero se sientan los dolores que va a producir la crisis económica que deja esta pandemia, la aprobación que usted hoy cosecha pueda convertirse en lo opuesto y lo responsabilicen por un enfriamiento de la economía mayor? –preguntó por entonces Jorge Fontevecchia.
– No, no temo –respondió Fernández–. Si es lo que me toca afrontar, es lo que afrontaré. Es la consecuencia que estoy esperando. Yo no espero hacer todo esto y que crezca la economía, no. Yo sé que estoy haciendo todo esto y estoy estancando la economía. Eso lo tengo claro. Pero estoy evitando que el estancamiento no lleve a la quiebra a nadie.
Curiosa lógica la del presidente, quien, luego de promover cierres de empresas, colapsos de rubros económicos enteros y bancarrotas familiares, creía que eso podría solucionarse distribuyendo un volumen masivo de pesos argentinos, algo que, si bien puede hacerse hasta el infinito, no va a generar mágicamente la creación de riqueza si no se presentan las condiciones adecuadas para que tal fenómeno ocurra. Por supuesto: además no es para nada recomendable imprimir dinero si uno ya se encuentra inmerso en un proceso inflacionario sistémico.
Ahora bien, más allá del desastre generado por el encerramiento obligatorio y la emisión descontrolada, ¿cómo se explica la crisis en un período excepcional de ingresos de divisas?
Las naciones periféricas, es decir, que no tienen una moneda aceptada a nivel global y, por lo tanto, deben vivir de los ingresos generados por los bienes y servicios que exportan, pueden aumentarse el sueldo produciendo más o recibiendo más divisas por medio de un incremento de los precios de aquello que ofrecen. O ambas situaciones a la vez, que es lo que sucedió este año con la Argentina.
Pero, a pesar del enorme incremento del salario que recibió el país en 2021, la mayor parte de la población vive ajena a esa situación e incluso –insólitamente– faltan divisas para importar bienes esenciales.
La razón detrás de esa tremenda incongruencia es que el modelo económico de sustitución de importaciones expiró (no ahora, hace décadas), pero la Argentina lo sigue implementando como si se tratase de la última moda en materia de desarrollo.
Para tapar los gigantescos agujeros que presenta el modelo de sustitución de importaciones, se recurre el megaendeudamiento, favoreciendo negocios financieros en desmedro de los productivos y, cuando se corta ese “chorro” de dinero, entonces se emite papel higiénico a más no poder para luego implementar megacepos, cepos y cepitos a todos los órdenes económicos.
Así, asfixiando a los sectores productivos de todas las maneras posibles, que son los que generan riqueza y empleo genuino, no existe ninguna cantidad de divisas suficiente para sacar adelante al país, a menos que se promueva la integración económica y comercial del mismo con las principales naciones del mundo, tal como quiere hacer el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou.
Por ese motivo, la pregunta clave no es porqué Alberto Fernández perdió las elecciones, sino qué opciones tienen las argentinos para no seguir perdiendo de manera sistemática.