Alberto Balbarrey es ingeniero agrónomo, socio de Aapresid, asesor de varias administraciones rurales y vive en Tandil, Buenos Aires. “Balbito”, como lo llaman sus amigos, tiene 62 años, se describe como “felizmente casado y con 4 hijos” y sostiene que el bien común es la clave para diluir grietas.
-¿La desconexión entre el urbano y el campo es la otra grieta?
-La desconexión existe pero a mí me parece -y esto es muy personal- que no es con todo lo urbano. Creo que es más que nada con una corriente que tiene mucha fuerza en grupos intelectuales y universitarios que tienen gran poder comunicacional.
–¿Por qué cree que se dio este alejamiento?
-Me parece que se potenció a partir del 2008. Al menos eso es lo que dicen los que entienden y escriben del tema.
–¿Cómo hacemos para acercar ambos mundos cuando hay un sector que ve con aprobación que se rompan silobolsas?
-A veces el “nosotros” nos da una pertenencia tan fuerte que nos genera muros difíciles de sortear. Me parece que esto nos va a llevar a un mejor lugar cuando estemos dispuestos a transformar nuestros pensamientos, hechos y sentimientos. Deberíamos sentir que somos parte de un nosotros que incluya a todos en la comunidad.
–¿Será que el discurso del campo suena soberbio para la gente de ciudad?
-El discurso del campo no es más ni menos soberbio que el de los demás cuando creen que la verdad les pertenece. Pero, como atenuante, creo que muchos se sienten acosados y me parece que es una forma de defenderse. Nunca la primera reacción es la reflexión. Somos humanos y falibles.
–¿Y por qué será que el urbanita no termina de comprender que todo lo que hay en su heladera viene del campo?
-No lo sé, lo único que se me ocurre es que cuando iba a la escuela primaria te hacían sentir orgulloso de este país agropecuario, del campo y sus cosas; los folkloristas eran del campo. Por lo que me han contado en muchos manuales escolares hoy no dicen lo mismo. Y eso empieza a ser parte del colectivo.
–La otra grieta parece ser agroquímicos versus agroecología. ¿Cómo se concilian ambas miradas?
-Hoy hay una corriente de pensamiento muy a favor del ambientalismo y todo lo que vaya en esa dirección tiene mucha aceptación en la opinión pública… Pero en mi modesto entender la agronomía no va en contra de la agroecología.
–¿Es posible producir con 0% de agroquímicos?
-Otto Solbrig, en un congreso de Aapresid, al hablar de sostenibilidad decía que se trata de “un proceso que mantiene en el largo plazo la integridad biológica y ecológica de los recursos naturales, es rentable, y contribuye a la calidad de vida de la comunidad rural y ayuda al desarrollo económico de los países”. Creo que estamos hablando de lo mismo. Hace unos días escuchaba al Dr. Requesens, profesor de Agroecología de la Facultad de Agronomía de la UNICEN, y decía que hay una agroecología muy posible pensada desde la agronomía. Y los agroquímicos son sólo una parte de todo ese mundo que es la agronomía.
-Si se siguen usando, ¿cómo nos aseguramos de que no dañen la salud?
-Considero que el punto más relevante de la sostenibilidad es el social, entendido como el bienestar de la comunidad. Los que nos manejamos desde la agronomía, respetando todo el conocimiento científico y trabajamos en tecnologías de procesos (cultivos de servicios, rotaciones, planteos mixtos, siempre vivo, siempre verde) estamos transitando ese camino. Y mirando la agroecología desde la agronomía es posible que los productos de síntesis sigan teniendo una menor participación pero por ahora en esta transición y quizás en el futuro tenga alguna participación.
–¿Cómo se hace para que ese mensaje de inocuidad llegue a la sociedad?
-Hay organismos de salud que dicen que no dañan la salud si se los usa de acuerdo a los protocolos y cumpliendo las normas vigentes. Tendremos que ejercer lo mejor posible nuestra profesión para velar por la salud de la gente y creo mucho en la responsabilidad y conciencia de los que trabajamos en esto. Además, debemos agradecer a las personas que permanentemente están haciendo sonar las alarmas, porque nos ayudan a ser cada vez más precavidos. Y espero que tengamos un Estado que actúe como tal, y eso no significa prohibiciones sino todo lo que sea pertinente para asegurar la salud de la comunidad y el buen ejercicio profesional.
–En lo personal, ¿qué dice cuando le hacen estos planteos?
-Invito a hablar y trato de mostrar el camino en el que estoy, pensando más en los procesos, donde todo lleva su tiempo. Digo que cuando a las personas les va bien haciendo las cosas de una forma hay que mostrarles y demostrarles que puede haber otro camino y que nada se hace de un día para otro. Pero lo más importante para mí es tener en cuenta lo que dice la primera ley de la Ecología, que la diversidad lleva al equilibrio. Y que asumamos lo que significa.
-Entonces, ¿el bien común es la clave?
Alexis de Tocqueville, en su teoría del Interés Bien Entendido, decía: “Hay que involucrarse en los asuntos de la comunidad porque si el otro está bien, yo seguro también”. Entonces, empecemos a hacer todo lo posible para que todos estén bien y si no lo hacemos por el otro, aunque sea hagámoslo por nosotros mismos. Porque para llegar lejos siempre se empieza por el primer paso.