¿Qué extrañan? ¿Qué comen? ¿Adquirieron nuevos rituales o se aferran a los nuestros? Son veterinarios, agrónomos, investigadores, estudiantes o laburantes rurales. Son argentinos vinculados al campo, que estas fiestas o las pasadas les toca estar lejos del terruño. Algunos se fueron hace poco, otros están instalados hace tiempo. A pedido de Bichos de Campo comparten sus sensaciones y emociones, con quienes la pasan, tradiciones que incorporaron y las que añoran y cómo la van llevando a miles de kilómetros.
Así les cosas, les propongo un viaje imaginario por las costumbres festivas de España, Italia, Bélgica, Países Bajos, Estados Unidos, Canadá, Colombia y Australia. En algunas esas culturas se parecen, en otras no, lo que seguro no son es parecidas a las de Argentina. ¡Y menos a las de gente “criada a campo”! Donde se festeja con toda la familia (generalmente numerosa), música y buenas “comilonas” hasta bien entrada la madrugada.

“Se extraña preparar la comida al aire libre, con la familia”, dice Mariano Bofelli, agrónomo argentino hoy viviendo en el norte de España (cerca de la frontera con Francia). Y agrega: “Acá (Aragón) tenemos carne de cordero, cerdo, pavo o pescado, es bastante variado, siempre acompañado por un buen jamón ibérico y quesos, obviamente con tapeos o pinchos, croquetas, canapés y pimientos rellenos”.
Boffelli, ahonda en el corderito: “En la zona de Castilla-León se llama Lechazo, acá lo llaman ternasco, es un cordero chico muy sabroso”. En cuanto a los postres son bien dulces, bastante calóricos, “lo cual tiene sentido porque acá hace bastante frío, todo acompañado de un buen vino, que los hay en tintos, blancos y espumantes acá en España”.
“También te puedo contar que hemos tenido la posibilidad de visitar a unos primos que están en la Lombardía, norte de Italia, y allá los regalos más importantes se dan la noche del 12 de diciembre, porque es Santa Lucía, en tanto que para el 24 de diciembre a la noche muchos van a misa y luego, en instalaciones aledañas, se come panettone y vin brulé, que es un vino caliente especiado, para combatir el frío”, añadió Boffelli.
Valentina Bisconti también es agrónoma y desde mediados de 2019 está en Europa, trabajando y, en algún momento, también jugando hockey. Vivió en Alemania, Holanda y ahora en Bélgica y, si bien está con Jorge, su pareja, extraña compartir las navidades en familia: “La pasamos siempre en Murphy, Santa Fe, con la familia de mi madre, donde se arma una gran reunión, se come muy bien, casi siempre lechón, pionono, matambre y empanadas caseras, y bailando hasta la madrugada, karaoke de por medio, entre grandes y chicos, todo muy relajado”.

“En Bélgica, diciembre es temporada de raclette, que es una especie de hornito donde se ponen bandejitas para calentar distintos tipos de quesos que se acompañan con vegetales, champiñones, así como jamones y productos de charcutería, pero en las últimas fiestas tratamos de ponerle un toque argentino, con empanadas y algún fernet”, contó Bisconti, quien tuvo la posibilidad de estar el año pasado con amigos en País Vasco, donde “comen mucho pescado, tortillas de papas y buenos jamones”.
Muy cerquita, en Ede, Países Bajos, hay otra argentina, que hace cuatro navidades y años nuevos la pasa lejos del terruño. “Lo que más se extraña son las juntadas en familia, charlar con primos y tíos, ver cómo van creciendo los niños, cosas simples pero que llenan el alma”, cuenta Sofía Bengoa, biotecnóloga criada en el conurbano bonaerense, ex INTA, hoy investigadora en la Universidad de Wageningen.

Al igual que otros, Bengoa trata de hacer comidas para no sentirse tan lejos de casa: “Un año hice una carne rellena tratando de simular una colita de cuadril, otro hicimos empanas caseras, pero lleva mucho tiempo preparar la masa, cortar las tapitas, mas el relleno, y otro nos preparamos una super picada”.
Cruzando el Atlántico, de este lado del mapamundi, pero en el hemisferio norte, está Guadalupe Montiel, más precisamente en Louisiana, Estados Unidos, como directora de mejoramiento de arroz en una empresa. “En esta época extraño mucho el calor, imagínate que la mayoría de mis navidades la pasé en Corrientes, también se extraña la familia, eso de estar en el campo, quedarte hasta cualquier hora, mucha música, reencuentros”, contó.

Para las fiestas, Montiel y su familia tratan de hacerse carne asada, “aunque es difícil encontrar cortes parecidos, también tratamos de hacer empanadas, vittel toné y tortas, porque además es el cumpleaños de mi marido”.
Unas seis horas al norte, en Little Rock, capital del estado de Arkansas, está Joaquín Oliverio, agrónomo que hace 12 años se mudó a Estados Unidos con su familia, su mujer y cuatro hijos. “Después de tantos años nos fuimos acostumbrando, pero se extraña la familia y los amigos y comer un asado a pesar del calorón”, dice Oliverio. Y agrega: “Acá la fiesta grande es para el día de acción de gracias, la última semana de noviembre, que es el preludio para la navidad”.

“Me encantaría comer asado, pero hace mucho frío, asique hacemos comida argentina, pero dentro de casa: a mi mujer le salen muy ricas lasañas, hemos comido guiso de lentejas y este año, que parece vamos a tener una navidad benévola, de 12-13 grados, quizás hacemos unas empanadas de carne y de jamón y queso en el huevito (símil horno de barro)”, relató Oliverio.
Más al norte todavía, en Canadá, está Lucio Cámpora, veterinario argentino que los últimos 8 años trabajó, estudió y aprendió en establecimientos de Dinamarca, Alemania, Australia y, ahora, Canadá. En todos estos años siempre que pudo, salvo dos veces (una de ellas estas fiestas), se volvió a Argentina: “Extraño el reencuentro con amigos, que regresan al pueblo para esta época, la pileta y el calor, el asado a cualquier hora es lo gastronómico que más extraño, no sólo por la carne en sí, sino por la liturgia, hacer un cordero, un lechón, pasar tiempo con gente querida”.

En Canadá se festeja también más acción de gracias que Navidad, y comen “mucho el pavo navideño, hacen un jamón entero con salsas muy rico, hay bastante pastelería”. “Me gusta que lo viven con otra actitud, porque el invierno es bastante duro, las horas de luz se reducen muchísimo en esta época y la gente anda bajón, pero el hecho de que sea navidad los levanta, regalan mucho, en el trabajo todos llevan algo para compartir”, contó Cámpora.

En Colombia está Alejandro Battro, agrónomo dedicado al armado y diseño de canchas de polo por el mundo. Vive a las afueras de Medellín, arriba de una montaña a 2.200 metros sobre el nivel del mar. Si bien dice que no es de celebrar con nada en particular, extraña la comida “uff, el helado, la variedad de carnes, la calidad de los vinos argentinos, ¡los quesos!, soy fan de los quesos y acá no hay”. También extraña la juntada con amigos y las conversaciones cara a cara con sus hermanos.
Probablemente el que más lejos de todos está (más de 12.000 kilómetros) es David Thomas, agrónomo que pasará sus segundas fiestas Australia, esta vez trabajando en Murrayville, el sur australiano. “Lo que más extraño es que un amigo esté haciendo un asado, yo trayendo fernet para dos 70-30, como corresponde, los mates y juntarse espontáneamente, que acá no se da”, dice Thomas, que se pidió unos días para pasar fin de año en Sidney epero después volverá al fragor de la cosecha en medio del desierto. “Trabajo con uno de los contratistas más grandes de Australia, que tiene 25 cosechadoras, en un campo de 60.000 hectáreas donde tienen cultivadas 24.000 hectáreas, el resto es desierto, arena pura, sales, arbustos y canguros”, contó.

No ha podido degustar mucho de las comidas típicas para la época, pero “comen mucha salchicha parrillera, hamburguesa y mucho postre”.
La decoración es uno de los apartados en los que varios hacen hincapié. También las luminarias callejeras. “Es a otro nivel, increíble, con los mercados navideños a full”, cuenta Cámpora desde una gélida Canadá que puede tener hasta 9 grados bajo cero para estas navidades.
“Suelen decorar con iluminación callejera, luces que cruzan la calle y las columnas de alumbrado púbico, incluso hay una sana competencia entre ciudades más grandes en ver cuál tiene más luces para atraer a los turistas, eso va acompañado en las plazas principales con mercados navideños, y hasta un pesebre a escala real como el de Zaragoza, todo muy lindo”, relató Boffelli.

También para Bisconti de las cosas más lindas son los mercados navideños y la decoración de las ciudades para esperar la navidad. “En Bélgica, en los mercados se toma glühwein, un vino caliente, un poco dulce”, contó. Para Bengoa, una de las cosas lindas es que “todo lo de decoración es bastante accesible y podés comprar de todo”. Lo malo, “es la cantidad de fuegos artificiales que tiran, se matan, tanto que el gobierno los quiere prohibir para el año próximo”. En las antípodas está Thomas, que viajará a Sidney para ver los típicos fuegos artificiales que se lanzan cuando comienza el año, “un evento mundial”.
“Nos gusta salir a recorrer en auto los barrios porque hacen competencias entre vecinos para ver quien tiene las mejores luminarias, decoraciones y arbolitos”, contó Oliverio. También en Medellín, donde está Battro, se decora toda la ciudad, cada municipio tiene lo suyo y ganan premios. “Se hacen las novenas, donde se juntan, supuestamente a rezar, pero eso es una excusa para juntarse a tomar y comer desde el 16 al 24 diciembre”, dice.

Particularidades. “Acá tenemos la particularidad de regalarles un libro que viene con un elfo (N de la R: se llama “Elf on the shelf” o “El elfo en el estante”) que cuando lo leés por primera vez cobra una especie de magia, los chicos le ponen nombre y entre acción de gracias y navidad, el elfo hace todo tipo de travesuras por la noche, cosa que divierte mucho a los más pequeños cada mañana”, relató Oliverio. Y concluyó: “Dicen es un elfo explorador de Santa y cada noche el elfo viaja al polo norte para contarle cómo se están portando los niños de la casa, que si tocan el elfo pierde la magia, es muy divertido”.
“Una particularidad es que el regalo más importante acá se hace para reyes, no para navidad, incluso la tarde del 5 de enero, previo a reyes, en muchas ciudades se hace la cabalgata de los magos repartiendo golosinas a los niños y saludando después en el balcón del ayuntamiento”, contó Boffelli quien destacó, al igual que Montiel, que “las radios ponen todo el tiempo canciones de navidad: “Eso me gusta, también la decoración de las casas”, dijo Montiel.

“Me sorprendió que la gente le gusta estar compenetrada con las festividades, se disfrazan para el 4 de julio (día de la independencia de Estados Unidos), lo mismo para el día de acción de gracias o para Halloween, ¡hasta vienen a trabajar disfrazados de papa noel, el grinch o un elfo”, compartió Montiel. Bengoa, está contenta porque “en invierno ponen unos puestitos de frituras en las plazas los sábados y venden bolas de fraile ¡riquísimas!”.
“Acá (en Colombia) el 1ro de diciembre a la madrugada hacen algo que se llama la alborada, en donde tiran petardos a lo loco porque viene diciembre, acá son de celebrar todo”, dice Battro. Y agrega: “Les encanta juntarse a tomar y salir a rumbear, son todos muy buenos bailarines, sacan parlantes a la calle y salen a bailar lo que sea: ballenato, salsa, merengue, champeta… cada lugar tiene sus ritmos”.
“Comparándolo con nosotros, los argentinos, tengo la sensación de que nos cuesta relajarnos, como si no nos permitiéramos disfrutar hasta arreglar todo para recién después aflojar, son dos formas muy distintas de habitar la dificultad: unos la bailan, otros la discuten… por eso elegí Colombia, aunque solo vaya a las fiestas que se hacen de día porque a las 19-20 ya estoy ya listo para dormir”, cerró Battro.





